Cuando amistades me preguntan por qué casi no frecuento festivales de cine, la respuesta fácil es “porque no me invitaron”, pero hay algo más detrás de eso, la realidad es que, después de conocer las grandes muestras fílmicas que suceden en México, en ocasiones, es cansado hacer toda la cobertura en tiempo real, y además lo que más decepciona es que a los medios de comunicación nos tratan con cierto recelo de no acercarnos a los invitados, o sólo hacerlo cuando los organizadores lo permiten.
Este año en Cuórum Morelia el ambiente es totalmente contrario a lo que describo, se vivió un festival incluyente, no sólo a la comunidad LGBT+, sino para cualquier persona que quisiera entrar a la sala 1 de Cinépolis Morelia Centro. Este es un evento sin alfombras rojas, sin pretensiones absurdas, sin engaños o dobles fondos, es un festival honesto levantado por apenas un puñado de gente.
Durante cuatro días pude conversar, reír y compartir codo a codo con artistas trans, gays, queers, o como quieran definirse, tener, incluso, comidas en lo privado, lo que demuestra la calidez de que todavía pueden existir festivales cercanos al público, a la prensa y ser legítimos a dejar una pose de que son inalcanzables.
Y la programación de Mirador, la sección de largometrajes es sublime en toda la extensión de la palabra, cada una de las películas que se han exhibido me han conmovido, son ficciones o documentales que muestran una auténtica preocupación por continuar visibilizando la violencia de género, la discriminación y la resistencia que es permanecer en una constante lucha de ganarse un lugar en la sociedad.
No me alcanza el espacio en esta ocasión para describir cada una de ellas, pero lo que sí puedo decir, es que Brasil tuvo un gran realce de producciones, mismas que nos hacen recordar que el país sudamericano nos lleva una vida de ventaja en cuanto a realización, porque recuerdo que a principios del 2000, veía en la Cineteca Nuevo León un filme que me cambió la vida por completo, Madame Satã, el cual ya hablaba de la xenofobia que vivió este artista homosexual en Rio de Janeiro a mitad del siglo XX.
Cuórum Morelia es un grito profundo al cine de la resistencia en todos los sentidos, porque surge desde un núcleo independiente. Este año no obtuvo fondos públicos para sostenerse y lo que lo levanta es el corazón indomable de quienes le han impregnado su completo amor al séptimo arte, mi máximo respeto para el equipo, que nos hicieron sentir en casa durante estos días en la capital michoacana.
Encuentra tu historia fue el slogan de este año, yo encontré varias y me las llevaré en mi recuerdo, esperando que para el 2022 tengamos más Cuórum, para rescatar otro lema que también me fascina de ellos, pero ahora, por el momento, convulso que vivimos, se ha dejado en un segundo plano: ¡Que nadie se suelte la mano!
Nos vemos el siguiente diciembre.
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