Mientras que Netflix anuncia a todas luces que en México y Latinoamérica primará el contenido de corte melodramático, hay otras plataformas de streaming que sí apelan al intelecto y entregan propuestas originales que requieren de la atención de un público más refinado.
Joel Coen al fin hace su debut como director solista (sin su hermano Ethan) para presentar su propia versión de La tragedia de Macbeth, claramente inspirado en la obra original de William Shakespeare, que ya está disponible en Apple TV+ y además se exhibe en Cineteca Nacional por un periodo limitado.
Esta visión en blanco y negro, en un formato llamado académico, es decir, que utiliza el completo espectro de la cámara, obteniendo un cuadrado en pantalla, es, tal vez, la mejor atmósfera que Coen pudo elegir para su película, porque el recurso técnico lo aprovecha al máximo y le da un toque dramático y teatral único.
La cinefotografía, que ha sido manipulada digitalmente para recrear escenarios en la ficción, recuerda en momentos al filme Otelo (1951), de Orson Welles, que al haber filmado también en blanco y negro se tienen claroscuros y tensión dramática, un guiño hacia la nostalgia, apunte que más de un crítico de cine han hecho ya de lo realizado por Coen.
El reparto está encabezado por Denzel Washington, como Macbeth; Frances McDormand lo acompaña al ser Lady Macbeth, y sí, para aquellos amantes de Shakespeare, está presentada en verso, lo que es una degustación pura del idioma inglés, y está traducido a un español entendible en su subtitulado.
El largometraje, a diferencia del que hizo Justin Kurzel en su versión de 2015, se mete de lleno en los soliloquios de Macbeth, su decadencia y locura por alcanzar el trono de Escocia, van al extremo con la interpretación de Washington que constantemente delira sus crímenes, pocas veces hemos visto al actor afroamericano en este empoderamiento de su profesión; ¡qué bien le sienta a una edad madura de 67 años!
Volver a lo clásico, a la tragedia, al horror de la naturaleza humana, eso es lo que ofrece esta ficción de Coen, bastante distinta de lo que ha presentado en años previos, y que merecería estar nominada a los próximos premios Oscar, pero viendo las tendencias de otras celebraciones fílmicas, sólo Washington está siendo candidato a los galardones, cuando la producción merece colarse a más categorías.
Mención especial, y que resulta de asombro absoluto en la cinta, es la interpretación de Kathryn Hunter como las tres brujas y también un hombre errante, su corporalidad y manejo de la voz, pocas veces se observan en el cine, y pues ella tiene todo el talento teatral en su carrera, que le da cimientos sólidos en su participación en la película.
Bien sabemos que esta obra está maldita en el argot teatral, es una superstición mencionar su nombre, así que solo espero que esta “hechicería” se rompa a futuro, y el largometraje logre robustas nominaciones en los BAFTA y Oscar por venir.
“Pero silencio, no más” (But hush, no more).
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