Si en verdad existe el “rock mexicano”, entendido como ese rock tan nuestro que sabe y huele a nopal, chile y aguacate, y que sería imposible confundir con el de EU o el de cualquier otro país, concedamos que Three Souls in my Mind y El Tri son las piedras fundacionales sobre el que se ha desarrollado una buena parte de él.
Ambas bandas no han sido muy originales o innovadoras en lo musical, al someterse casi siempre a los esquemas del blues y el rock & roll de los años 60 y 70, pero las letras de sus canciones capturaron la esencia de la vida cotidiana de millones de jóvenes del país como nunca antes alguien lo había hecho.
Además, sin minimizar las críticas que se le puedan hacer, es innegable que Alejandro Lora ha encarnado la irreverencia, la picardía, el ingenio, el relajo y hasta las contradicciones que nos distinguen a (una parte de) los mexicanos y, por ende a nuestro rock, desde aquellos días juveniles con Three Souls.
Su personalidad dicharachera, sus ocurrencias y el divertido desmadre que propone en el escenario han marcado una ruta a seguir, o cuando menos a probar, para varias generaciones de músicos de rock en México.
Junto con el rol histórico de Álex Lora y sus bandas, queda un legado importante. En el norte del país es casi inexistente el “rock urbano”, pero el centro y sobre todo la CDMX y sus alrededores han sido terreno fértil para la multiplicación de miles de grupos herederos estilísticos del Three Souls y El Tri.
En otros lares, la semilla del rock “three-souliano” se mezcló con nuevas influencias para germinar y dar frutos que solo podrían surgir en nuestro país, como Botellita de Jerez.
A diferencia de los grupos del rock urbano, el trío formado en 1983 por Sergio Arau, Francisco Barrios y Armando Vega Gil no calcaba al Three Souls in my Mind, sino que llevaba un paso adelante el concepto de mexicanidad que, de manera espontánea y quizás sin darse cuenta, había desarrollado Alex Lora.
Si Lora fue el cronista rocanrolero de México, Botellita de Jerez pasó a aplicar el psicoanálisis en el manicomio nacional que es nuestra realidad.
Sin demasiados recursos musicales pero sí con una creatividad artística fenomenal, en sus canciones los botellos escarbaron con cierta profundidad en asuntos del interés exclusivo de los habitantes de este país, con un discurso seguramente incomprensible para el resto del planeta (como muestra, su arenga reivindicadora del gusto populachero: “naco es chido”).
La carencia de virtuosismo en Botellita de Jerez siempre fue un detalle secundario. Su histrionismo y la picardía, la nula solemnidad, el desmadre, la astucia callejera y la inteligencia le valieron al trío para establecer su mezcla de guacamole y rock –el guaca-rock–, como una propuesta válida con canciones como “Pinche Malinche”, “Alármala de tos” y “Te gusta a ti ese son”.
Otra banda que transita por la línea del rock con sabor a México iniciada por el Three Souls y ampliada y enriquecida por Botellita, es Tex Tex. También un trío, directa o indirectamente tomó de Lora el modelo de canción rocanrolera-bluesera; y de los botellos, el formato de sketches, aunque menos elaborados, para intercalar en sus conciertos.
Físicamente más parecidos a Bronco que a Aerosmith, los integrantes de Tex Tex crearon su propio metaverso con sombreros vaqueros y la mitología del rock agropecuario, que incluía la canción “¡Arre!”. Tex Tex no sólo sonaba a rock mexicano, sino que se veía “mexicano”.
Un rasgo compartido por El Tri, Botellita y Tex Tex, y supongo que también el Three Souls (no lo sé, porque nunca fui a un concierto de esta banda) es el constante empleo del humor y la comicidad como elemento indispensable en sus shows y sus discos.
No recuerdo a muchas bandas extranjeras que echen mano de este recurso al menos de vez en cuando.
En México, en cambio, es una tradición y hoy nos parece normal que grupos como Molotov, El Gran Silencio, Café Tacvba, Plastilina Mosh, Cuca, La Lupita, Moderatto e infinidad de otros no tan conocidos, arranquen sonrisas o carcajadas a sus fans, sea en vivo o en sus grabaciones, sin que eso demerite su credibilidad artística.
Tal vez la capacidad de reírnos de todo (hasta de uno mismo) en cualquier momento, es una distinción de los mexicanos.
En estas dos primeras partes he repasado los antecedentes y algunos casos de lo que sí podemos llamar “rock mexicano” y no solamente “rock hecho por mexicanos”, con mención a algunas bandas emblemáticas, aunque no las únicas que intentaron resaltar su identidad nacional en aquellas lejanas décadas.
Los espero en la tercera parte para hablar de bandas que han explorado otras rutas en su búsqueda del rock mexicano, como Caifanes, Café Tacvba y otras que casi nada tienen en común con la visión rocanrolera de Álex Lora.
Correo: xardiel@larocka.mx