Es la sobremesa, estamos con familiares, discutiendo, cuando de pronto, aquel bombardeo de opiniones se convierte en un “duelo por la verdad” entre dos integrantes, como si se tratara de un encuentro de boxeo. En ese momento, a alguno de los dos adversarios se le ocurre buscar un árbitro, una base de datos indiscutible capaz de, sin sentimentalismos, determinar un ganador absoluto. Ese personaje es el Internet, quien, con su buscador, aclara las dudas y se inclina ante aquel que fue capaz de recordar con más precisión el dato.
¿Realmente se podría considerar, bajo estos estándares, una herramienta del conocimiento? Sin duda, la web ayuda a quien está buscando algo. Es como tener la biblioteca más grande del mundo al alcance de los dedos. Te da las herramientas para conocer de gastronomía, política, acupuntura, tai chi, entre muchas, muchas otras disciplinas y costumbres. Pero, con tanta información, es fácil perderse, sumergirse en un mar de distintos temas en donde, ciertamente, no hay brújula capaz de guiarnos.
Con ello nos dejamos llevar por una ilusión barata, fácil de creer. Que, con un teléfono inteligente, nuestro cerebro de forma automática va a adquirir todo el amplio conocimiento escondido dentro de la red, y de paso, volverse un experto. Como si el aparato electrónico fuera una prótesis para el cerebro o el casco que utiliza el profesor Xavier en X-Men para incrementar la potencia de sus poderes. Mas ello es simplemente una falacia, porque es muy distinto tener al alcance de las manos miles de datos a realmente comprenderlos. Una cosa es saber una receta, otra es ser chef.
El aprendizaje consta de un nivel de entendimiento, lógica y creatividad, no simplemente de recolectar datos sin sentido. Por tal motivo se dan clases de operaciones matemáticas, pero también de materias humanitarias como la literatura y la historia. No se trata simplemente de saber que Cristobal Colón descubrió América en 1492, sino, mediante otros datos históricos y su estudio, descubrir por qué fue importante ese descubrimiento, qué tipo de implicaciones tuvo para su época y en la actualidad.
Lo mismo sucede con cualquier otro tipo de disciplina. Se necesita de un proceso para ser estudiada y aplicada a otro tipo de situaciones o casos. Sin embargo, la era electrónica ha creado una falacia en sus usuarios. Consiste en creer que, con la simple recopilación o síntesis de los hechos, ya tendremos el total conocimiento de ese tema.
Dicha mentira no fue plantada ante nosotros, pero el uso indebido de las herramientas de búsqueda y análisis de datos nos deja llevar. Aunado a ello, también existe un sinfín de notas falsas en las cuales creemos con facilidad, simplemente por ser el dato más rápido de encontrar, el de mayores clicks o porque es el más resumido.
En los libros existe más fidelidad porque ahí, para ser publicado, el autor expone con extensos fundamentos la comprehensión de un fenómeno particular. Deja entrever a sus lectores por qué los datos que se recabaron son importantes para ciertos hallazgos. Ayuda a encontrar explicaciones del problema a tratar y determinar un discurso con argumentos base para responderlo.
En la Internet también existen ese tipo de datos: ensayos, artículos de opinión, revistas académicas e incluso libros completos en línea. Sin embargo, se halla el simple dato buscado. No existe, en la simple búsqueda de tener la razón, un entendimiento lógicoanalítico de un fenómeno, sino se busca de forma parcial una explicación a un argumento sin tener un aprendizaje significativo.
Las herramientas las tenemos para obtener conocimiento, pero no podemos dejar a un lado años de estudio para adquirir un par de habilidades añadidas. Estudiar un fenómeno y dominarlo requiere de su debido tiempo. Es como decir que con una simple frase ya sabes cómo es una persona en su totalidad.
Cualquier cosa es mucho más compleja que solo un dato.