Beneficencia o cobranza
Alguna vez escuché la historia de una señora que se enfermó, tuvo una cirugía y debía estar en cama. Un día no tenía quien le ayudara y de inmediato se ofrecieron dos amigas, una la cuidaba en la mañana y la otra por la tarde.
La que iba en la mañana llegó acelerada, hablando de lo cansada que estaba y de la cantidad de cosas que tenía que hacer: ir al supermercado, al banco, a recoger a los hijos, hacer la comida y decía que no le iba a dar tiempo para todo pero que como había quedado de cuidarla pues estaba cumpliendo.
Annette ManautouAlguna vez escuché la historia de una señora que se enfermó, tuvo una cirugía y debía estar en cama. Un día no tenía quien le ayudara y de inmediato se ofrecieron dos amigas, una la cuidaba en la mañana y la otra por la tarde.
La que iba en la mañana llegó acelerada, hablando de lo cansada que estaba y de la cantidad de cosas que tenía que hacer: ir al supermercado, al banco, a recoger a los hijos, hacer la comida y decía que no le iba a dar tiempo para todo pero que como había quedado de cuidarla pues estaba cumpliendo.
Por otro lado llegó la de la tarde con una sonrisa, películas, revistas y nieve, diciéndole a su amiga que estaba feliz de poder pasar esa tarde acompañándola y platicando “largo y tendido”.
Las dos amigas estaban haciendo el mismo favor, la misma cantidad de horas y por decisión propia. Toda la diferencia está en la intención con la que hacemos las cosas.
Les aseguro que la enferma hubiera preferido estar sola en la mañana antes de saber el precio que iba a tener que pagar por aceptar ese favor.
Desde niños nos enseñaron a dar sin esperar algo a cambio, que el cielo te devolvería el ciento por uno de lo que dieras, nos entrenaron para ser “generosos” y compartiéramos algo de lo nuestro con los demás, pero no nos dijeron que dar para satisfacer las necesidades de nuestro ego es como no dar nada.
La Biblia dice: “Que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda”. La Kabbalah dice: “Dar para obtener reconocimiento es como no dar nada.”
Los budistas dicen: “Si deseas recibir, primero debes dar.”
Cuántas veces nos hemos sentido salvadores del mundo porque ayudamos a la gente, pero a la hora que necesitamos ayuda y esa gente no nos la da, somos los más ofendidos.
La pregunta es: ¿Realmente lo salvaste? Y si fuera así, ¿lo hiciste para ser reconocido o para cobrar un favor más adelante?
Nunca falta la persona que ayuda a una asociación de beneficencia y lo publica en todas partes, periódico, Facebook, Instagram o Twitter. Eso y no dar nada es lo mismo, porque al querer que todos vean lo buena persona que eres estás mandando el mensaje equivocado al Universo, estás diciendo que tu intensión al ayudar es complacer a tu ego con reconocimiento, con todos los Likes y los comentarios de que eres la persona más generosa.
¿En alguna ocasión has sacado del apuro a una amigo o amiga que te confesó un problema grande y tú por querer mostrar a todo el mundo que eres un superhéroe ventilaste los problemas ajenos?
Si eso pasa, lo que recibes de regreso es muy distinto de lo que esperas, pues cuando llega el karma, resulta que te cobra por indiscreto en vez de premiarte. Ese favor no cuenta.
¿Alguna vez te han pedido un favor y tu primera reacción es negarte? Lo terminas haciendo de mala gana y reclamando la cantidad de veces que has hecho favores, hasta te sientes utilizado y obligado a dar. Ese favor tampoco cuenta.
¿Eres de los que siempre te ofreces para ayudar y luego te quejas amargamente de lo pesado que está siendo brindar tu ayuda?
De ser así, estás haciendo sentir mal a quien ayudas porque le recuerdas que te estás sacrificando por echarle la mano. Esa ayuda tampoco cuenta.
También es común que algunos se sientan la Madre Teresa de Calcuta porque se desviven por los demás. Que no sepan que alguien necesita ayuda porque son los primeros en apuntarse, pero no atienden sus propios problemas y su vida es un desastre. Es imposible sacar a alguien de un pozo estando metido en él. ¿Realmente creen que pueden dar algo que no tienen? ¿Cómo esperan poder ayudar a alguien más si no pueden ayudarse a sí mismos?
La mejor manera de ayudar al mundo es estando bien con uno mismo. No puedes dar lo que no tienes, primero tienes que pensar en ti, llenarte de amor, sabiduría, valores y recursos para poder ofrecer un excelente servicio a los demás y, lo más importante, si vas a dar, hazlo con todo tu ser, porque te nace, porque lo sientes, porque al dar estás extendiendo el amor del que estás hecho.
También se vale querer sentir agradecimiento, aplausos y reconocimiento, solo tienes que estar consciente del verdadero motivo por el cual ayudas, para que luego no te quejes y le reclames al Universo que no te regresa todo lo que has dado.
Quien da no debe acordarse, pero quien recibe no debe olvidarse.