Para poner en contexto lo que sucedió habría que decir que equivale a que un embajador declarara la guerra sin tomar el parecer del canciller, ni del ejecutivo federal, o peor, actuando en contra de una directiva expresa para no hacerlo. El ejemplo viene a colación aludiendo el nuevo ámbito de responsabilidad del multifuncional Meade.
El día que Babatz lo hizo, no sólo selló su destino fuera del sector bancario oficial, sino que determinó la urgente e inexcusable necesidad de que el sucesor de aquel personaje fuera un incondicional del ahora secretario de Relaciones Exteriores. El efecto es demoledor, ya que pone condiciones que, de observarse puntualmente, harían transparente la verdadera condición de la banca mexicana, que es un mito genial de saliva y creatividad contable, orientada a exportar las utilidades que genera el margen financiero más absurdo que existe en el orbe.
La pinturita fortalecedora de las instituciones caería y nos daríamos cuenta que tan pronto como se generan las utilidades, estas salen del país, y quedaría claro que las disposiciones y circulares se obedecen, pero no se cumplen, ya que el sector capturó al regulador hace más de una década. La supervisión financiera es tan eficaz como en los 80.
El blindaje creado por años por Agustín Carstens, no para crear solidez, sino para ocultar lo que hay dentro de los bancos, haría necesarios y aparentemente indispensables otra vez a los tecnócratas, que -como el flautista de Hamelin- se volvieron poderosos controlando la peste de ratas que invadió a los mexicanos.
Siempre se dijo que Meade se equivocó al conservar a Babatz, que demostró sumisión ilimitada al gobernador del Banxico, pero la última puñalada fue de proporciones históricas. Hace poco tiempo que pasamos de vaciladas a las “basileadas”, con “b”, de regulador bancario, pero el efecto pernicioso solo tomará más o menos tiempo, ya que de burlarlo y crear solo apariencias volveríamos a la banca ficción, creando un sistema inestable, vulnerable y con altos incentivos al abuso de los accionistas, o bien, de aplicarlo honestamente, habría un problema financiero cuya atención se difirió para cuando las finanzas públicas pudieran afrontarlo.
Lo que es claro que el “Dr” tendrá que regresar a curar el mal que nos heredó entre sonrisas y aplausos de transición. Meade tendrá que paliar el mal, y, evitar que la torpe medida ocasione platos rotos que opaquen el Pacto del Castillo.
A pesar de nombramientos que se tambalearon más de una vez, será necesario que González Aguade se convierta en el embajador del canciller en el sistema financiero y evite que la sangre llegue al río. Los políticos, como los maridos, por sus hechos son queridos, siendo irrelevante si en efecto fue el de los catarritos el que se quiso apoderar del reflector, subiendo el estándar de capitalización, o si la disputa soterrada sostenida durante la pasada administración fue la causa. La guerra se declaró, aunque supervisores y bancos hagan como que no pasa nada. Simular no lleva a nada, la amnistía a la ineptitud, tampoco.