Cuando el martes 10 de marzo Carmen Aristegui anunció en su noticiero que Noticias MVS participaría con Méxicoleaks, sin la autorización de los dueños de la empresa, la usuaria del micrófono comenzó a actuar como dueña.
El resto ya es historia.
Carmen está fuera de MVS, la familia Vargas lo hizo saber a la opinión pública el pasado día 19: “lo que desencadenó esta situación –el despido– fue el ultimátum que la periodista le fijó a esta empresa, nada más, pero nada menos”.
Cuando el 12 de marzo se llevaba a cabo en el club del Periodista la entrega de los premios nacionales de periodismo y escuché a priistas de cepa sorprenderse por el despido de los colaboradores de Carmen confirmé mi sospecha; no había negociación alguna con el partido ni siquiera con la Presidencia; apenas unas semanas antes se le había renovado el contrato con sueldo y prestaciones superiores a un millón de pesos mensuales. Quien ha afirmado lo contrario miente.
Los tiempos de oro de Carmen en MVS Radio han terminado. La ecuación parecía perfecta, una periodista aguerrida, un grupo radiofónico con historia, una audiencia viva y creciente, buenas tarifas publicitarias. Cada día más gente seguía la primera emisión de MVS.
El periodismo de denuncia que se ejerce en el mundo desde finales del siglo 19 y que fue relanzado por el caso Watergate en 1972, fue una parte del éxito de Carmen y de MVS Radio, conscientes siempre que no son los propietarios del medio –como tampoco lo son los conductores– los dueños de la información, sino que la información, como dice Carlos Soria en su ética periodística, pertenece al público.
Alguien escribió en los días del conflicto, “con la salida de Carmen de MVS, pierden todos”. Pasado el vendaval me atrevo a afirmar lo contrario: “con la salida de Carmen de MVS todos ganan”.
Gana el gremio porque los noticieros mañaneros competirán por la audiencia y porque habiendo siempre más conductores que micrófonos, surgen para los periodistas nuevas ofertas, nuevas oportunidades.
Gana la empresa porque finaliza una relación que a todas luces se había desgastado y puede ahora iniciar con nuevos bríos un proyecto informativo poderoso, como ha sido su costumbre.
Gana la audiencia que probará por una temporada otras opciones que a su vez podrán mejorarse.
También gana Carmen, quien habrá aprendido –la tercera es la vencida– la diferencia entre el dueño y el usuario del micrófono.
También gana México, que ha vivido y degustado un periodismo de investigación de buen nivel del que parece volverse adicto, porque tanto los dueños de los medios como los periodistas saben ya que el periodismo libre es el mejor camino para incrementar la audiencia.
Finalmente ganamos todos porque hemos entendido, como decía Theodore Roosevelt, que si surgen problemas por encender la luz, hay que recordar que no tiene la culpa la luz sino las cosas que alumbra.