Las historias nos enseñan sobre la vida. Nos ayudan a comprenderla, a verla desde otro ángulo o a sentirla más presente.
El mundo cada vez tiene mayor grado de complejidad, por ende, cada vez se expresa una mayor cantidad de historias a la luz, a través de distintas plataformas. En especial, el medio audiovisual está teniendo un auge sin precedentes.
Pero, ¿quién determina qué medio tiene los mejores contenidos? ¿Los más dignos de verse?
Esta semana, Apple anunció su entrada oficial a la producción de contenido exclusivo. Mediante películas y series, como en Netflix, la empresa de la manzana presentó su plataforma de streaming, Apple TV+, la cual incluirá producciones de alta calidad de la mano de creadores como Steven Spielberg, J.J. Abrams y Jennifer Aniston, entre otros. El servicio llegará en otoño a más de 100 países.
Además, pronto aparecerá otro contrincante en esta lucha: Disney+, el cual tendrá entre su catálogo, además de toda su extensa biblioteca de títulos, series originales sobre personajes emblemáticos de Marvel, como Loki y Scarlet Witch, así como otras dentro del universo cinematográfico de Star Wars. Se rumora que la plataforma estará disponible a finales de este año.
La competencia para Netflix, una de las gigantes del entretenimiento en todo el mundo, será voraz. Por eso, la aplicación está apostando cada vez más a contenidos originales, para mostrarles a sus clientes un mundo que no se encuentra en ningún otro sitio.
Pero, ¿por qué esta guerra por contar historias? ¿Por qué cada vez más empresas le están apostando a la industria del entretenimiento en línea?
Desde un punto de vista de negocios, suena lógico, porque la gente cada vez pasa más tiempo dentro de las pantallas. Exige más productos, con mejor calidad y rápido. Si un servicio ofrece miles de horas de diversión sólo con pagar una suscripción mensual, suena de maravilla, realmente.
Mas desde un punto de vista psicológico, educativo o por el puro sentido lúdico, las historias tienen nuevas puertas, porque cada vez es más importante reflejar el mundo en donde habitamos.
La globalización, entre otras consecuencias, tiene la desventaja de tener las noticias del mundo al alcance de nuestros dedos. El peso emocional de enterarnos de todos los capítulos de desgracia dentro del planeta, actualizándose en cada par de minutos, puede ser demasiado.
También, la sociedad está cada vez más ausente, las relaciones son más fugaces, las normas de convivencia se han vuelto más complejas. ¿Cómo será posible vivir en un mundo que se siente fuera del espectro de la razón o de la conciencia? ¿Cómo será capaz la gente de vivir si no tiene un guía, alguien dispuesto a acompañar y explicarte los dilemas del azar, las injusticias o las relaciones humanas, o incluso descubrir la misma identidad?
Por eso existen las historias. La gente invierte en consumirlas, en presenciarlas o incluso decide dedicar su vida a crearlas. Porque, hasta cierto punto, son necesarias.
La ventaja de estas plataformas es que les da la oportunidad a todo tipo de creadores de contar sus historias, la pauta para tener un espacio donde exhibirlas, de forma cada vez más sencilla.
El problema reside cuando se busca más un fin lucrativo que un fin social o cultural; es decir, cuando se sobrepone más la pregunta de qué podría agradarle más al público, y caer en la mediocridad, a qué le funciona más a las historias, o a los personajes habitándola. Se vuelve más evidente cuando grandes corporaciones están detrás del cometido, con el aparente objetivo exclusivo de comerse los territorios antes no explorados, como es el caso de Apple, Disney, Amazon o incluso Clarovideo, propiedad de Carlos Slim. Y aunque Netflix se dedica únicamente al negocio del streaming, la cantidad está superando a la calidad de sus producciones, a nivel narrativo o de guión, por lo menos.
Sin embargo, la originalidad se sigue viendo en las producciones de Netflix. Seguro las demás les seguirán el paso.
¿Ganará la mercadotecnia o la pasión? Por desgracia, los resultados serán los únicos indicadores de ello.