Si hay algo cierto sobre las alianzas militares es que, los Ejércitos, ya sea como entre los individuos como entre las naciones, por parafrasear al Benemérito de las Américas, Benito Juárez, bailan juntos pero no revueltos.
En una época en la que el mundo se encuentra en un desequilibrio generalizado y México, en especifico, vive uno de sus desencuentros diplomáticos más importantes con Estados Unidos; un encuentro entre fuerzas armadas resulta no sólo reconfortante pero también estratégico.
No es casualidad que la Conferencia de Seguridad de Centroamérica 2017 se llevará a cabo en Cozumel, Quintana Roo. Tampoco es casualidad que los coanfitriones fueran el general y la general, Lori J. Robinson, jefa del Comando Norte; y el almirante Kurt W. Tidd, jefe del Comando Sur. Los mismos que a decir del canciller Luis Videgaray nunca se reunieron de manera prematura con las autoridades mexicanas en la antesala de la primer visita del secretario de Estado, Rex Tillerson, y el secretario de seguridad interior, John Kelly.
Lo cierto es que, este tango entre militares manda una señal más allá de las declaraciones huecas del presidente numero 45 de los Estados Unidos, Donald J. Trump, sobre la necia retórica de construir el muro en la frontera y las acciones ejecutivas tomadas horas antes de que se publicara esta columna para frenar la continuación del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica. Son dos señales, dos mensajes y dos acciones.
George H.W. Bush, al celebrar la firma del TLCAN en 1992, no sólo habló del camino progresivo hacia los sueños de Simón Bolívar, “El Conquistador”, sino que sugirió que una América unida era la mejor opción para un mundo en la era de la post Guerra Fría, que seguía enfrentando grandes retos, muchos de ellos aún por conformarse. Estas partes, a decir del entonces director de la CIA Robert Gates, fueron el entonces secretario de Estado; James Baker III, el legendario consejero de seguridad nacional, Brent Scowcroft, y el infame exvicepresidente y secretario de la Defensa, Dick Cheney, quienes le aseguraron a Bush padre que el tratado trilateral tenía algo más que ver que con comercio.
Hoy, no podría resultar menos cierto.
Y es que a veinticinco años de que México firmara el TLCAN, la cooperación en materia de seguridad, inteligencia y defensa ha crecido en términos económicos aproximadamente mil por ciento.
Por ello que en la balanza no está de más sumar las capacidades estratégicas (militares, inteligencia, políticas y económicas) en la baraja que el doctor Videgaray juegue en estos días con el gobierno de Estados Unidos. Soy un convencido de que los tiempos y circunstancias en las que él como joven pasante de uno de los arquitectos del TLCAN no sólo han cambiado, sino que ante la viralización económica y el paralelismo de los mundos sociopolíticos en el clímax digital, hoy más que nunca la geopolítica responde a la capacidad de los países de crear alianzas. Por que hoy, en la hoguera política mundial de nuestro tiempo el tamaño no importa.
La capacidad de México de sumarse a las alianzas comerciales, incluyendo el Tratado Transpacífico y los acuerdos que se logren con países como Polonia o China, son más que un valor agregado. Sin embargo, el sazón de este guiso diplomático, bien podría ser algo que como ciudadanos poca atención hemos puesto. Y eso es la incorporación de nuestros sistemas de defensa a las alianzas y ejercicios militares más importantes del mundo, y al fin el autorreconocimiento de que México es holísticamente estratégicamente importante para Estados Unidos. Por que, más allá de los muros: It takes two to tango (hacen falta dos para bailar tango).