¡Al infinito y mas allá!
Ya sé que vas a decir: “Otra vez Genaro con sus títulos volados para tratar de inspirar.” Pero el título de esta columna no es un chiste, es en serio. Para comprobarlo te voy a contar la historia de Hugo Sandoval y Roberto Pérez, fundadores de Inalim. Estos dos oaxaqueños se conocieron en la universidad, […]
Genaro MejíaYa sé que vas a decir: “Otra vez Genaro con sus títulos volados para tratar de inspirar.” Pero el título de esta columna no es un chiste, es en serio. Para comprobarlo te voy a contar la historia de Hugo Sandoval y Roberto Pérez, fundadores de Inalim.
Estos dos oaxaqueños se conocieron en la universidad, donde estudiaban ingeniería en alimentos. Son dos tipos sencillos, bromistas, algo tímidos. Si te los encuentras en la calle, jamás pensarás que son dos genios. Después de realizar varios estudios biológicos, entomológicos y sociales, los dos amigos desarrollaron un producto innovador con un alto nivel proteico: chapulines deshidratados sazonados en adobo, limón o ajo.
El proceso de deshidratación que desarrollaron permite conservar la mayoría de las propiedades de los chapulines y comerlos como si los compraras afuera del mercado 20 de Noviembre, en el centro de Oaxaca.
Gracias a este proceso, lograron envasar los chapulines y venderlos en tiendas de mucho prestigio como La Europea y Liverpool. Pero ellos no se detuvieron ahí. Investigaron sobre los requisitos legales y sanitarios necesarios para exportar, y lograron la certificación de la FDA, la agencia de medicamentos y alimentos de Estados Unidos, una de las más difíciles de lograr para cualquier producto a nivel mundial.
Al cumplir estos altos estándares de calidad, Roberto y Hugo exportan ya a Estados Unidos y Canadá, y tienen en la mira llevar los chapulines oaxaqueños a Europa. Su negocio tiene viabilidad a muy largo plazo en un mundo donde se consumen mil 900 especies diferentes de insectos y donde dos mil millones de personas comen estos bichos para complementar su dieta habitual.
Mientras Hugo y Roberto trabajaban en el proceso de deshidratación de los chapulines, se dieron cuenta de que las patitas de los insectos se desprendían y a muchos clientes no les gustaba encontrarlas en los envases.
“Ser empresario es tirarte a un precipicio y en el inter construir un avión”, dice Hugo. Con esa mentalidad actuaron y transformaron el problema en una nueva línea de negocio, al utilizar las patitas de chapulín para fabricar sal y salsas.
Hoy, además de exportar sus chapulines deshidratados, producen salsas para Grupo Bimbo bajo la marca Milpa Real, además de sus marcas propias. Sus productos están disponibles en Chedraui, Walmart, Bodega Aurrera y Oxxo.
Para ellos, todo es posible haciendo equipo. “Como socios y como amigos, es mejor recibir los golpes y las crisis juntos”, dice Roberto.
En su mente, ser oaxaqueños, ser mexicanos y vender chapulines no significan ningún límite para llegar a cualquier parte del mundo… y aún más lejos. Su siguiente sueño es llegar a ser proveedores de la NASA, y no dudo que en algún momento veremos a los astronautas comiendo chapulines oaxaqueños.
Así que la próxima vez que dudes que puedes llegar tan lejos como tú quieras, recuerda la historia de estos dos amigos y sigue trabajando duro en tu sueño, pues como alguna vez escribió el novelista británico J.M. Barrie: “En el momento en que dudas si puedes volar, cesas para siempre de ser capaz de hacerlo.”
Genaro Mejía es periodista de negocios con más de 20 años de experiencia y LinkedIn Top Voices. Es fundador de BAR EMPRENDE