Aunque el libreto tecnocrático de Río Hondo señala que el TLC es bueno para México, el vencimiento del plazo de reservas está ya a la vuelta de la esquina, y nos coloca frente a un país que es el más aperturista en el discurso, pero el más proteccionista en los hechos.
Aparte de cortesanos aplausos ante ofertas de cambios legislativos, el canciller no ha tomado una posición clara y precisa frente a las propuestas de flexibilización migratoria, necesaria temporalmente, para abaratar mano de obra en el país vecino, así como para formalizar una ciudadanía de segunda.
La oportunidad para asegurar condiciones y mínimos razonables para quienes ya residen allá como “ilegales”, así como para los muchos que se han repatriado pero quieren regresar, es única, sin embargo la dependencia comandada por Meade no ha hecho más que dispensar sonrisas y gestos amables.
Posiblemente, solo se preocupe el exfinanciero por la comunidad que habita en Woodlands y sus alrededores, pero lo cierto es que una economía desvencijada, que ha basado sus mejores tiempos en la venta de armamento y en la manipulación de organismos internacionales, no parece ser un alentador horizonte para los muchos sectores nacionales que vivirán en próximos meses la cara más dura del libre comercio. Aquellos plazos negociados por Serra, para dotar de máscara gentil al TLC, se agotan.
La oportunidad de presentar una política cambiaria más audaz,
en el entorno en que el mercado más allá del Río Bravo abría oportunidades a nuestros exportadores, fue anulada desde la Comisión de Cambios, ello claro, durante la gestión del hoy titular de las Relaciones Exteriores, por lo que el tipo de cambio en los duros tiempos de recesión americana, fue una variable –más– desaprovechada por la gestión calderoniana.
¿Cuál será la posición frente al gobierno cubano, cada día más cerca de una apertura impostergable? ¿Cuál es la posición de la cancillería frente al socio energético ineludible, que posiblemente enfrente una crisis constitucional, en caso de que Chávez no salga avante de su convalecencia? ¿Acaso existirán pláticas serias con los nuevos líderes del comercio exterior, o nos continuarán atando a las empresas e intereses de siempre?
Se habla ya de una Convención de Woodlands, donde se departe con importantes empresarios que hacen valer la diplomacia áurea, más allá de los tratados aprobados por el Senado, pero más cerca de los telefonazos por la red privada.
Decía Fidel: no creas lo que digo, sino lo que hago, y, la agenda real parece no estar escrita.