Violencia, el reto del gobierno sudafricano tras el encarcelamiento del expresidente Jacob Zuma

Ante las escenas de saqueo que se han registrado en este país tras la decisión del expresidente Jacob Zuma de entregarse a la policía, el gobierno ha intentado controlar la situación con acciones internas, las cuales se espera puedan mejorar el panorama para evitar que entre ayuda internacional, lo cual hablaría de intervencionismo
Fernanda Muñoz Fernanda Muñoz Publicado el
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Ante las escenas de saqueo que se han registrado en este país tras la decisión del expresidente Jacob Zuma de entregarse a la policía, el gobierno ha intentado controlar la situación con acciones internas.

En Sudáfrica, las tiendas convencionales y los supermercados están casi vacíos. Hoy en día, quien entra a estos establecimientos se encuentra con vidrios debajo de sus pies y con artículos tirados por todo el piso.

Pero no sólo eso, también hay gente corriendo por las calles cubriéndose con sus manos la cabeza para que ningún objeto les caiga encima. Se previenen para no entrar a la lista de los 72 fallecidos y cientos de heridos que se han registrado desde el pasado viernes por los niveles de vandalismo y saqueos.

El pasado 9 de julio fue que estos escenarios comenzaron a tomar forma en las provincias de KwaZulu-Natal y Gauteng, luego de que el expresidente Jacob Zuma se entregara a la policía durante la noche anterior.

Antes de tomar esa decisión por su propia voluntad, Zuma estaba a punto de ser detenido por la policía debido a que tenía pendiente una sentencia de 15 meses en prisión por negarse a comparecer ante la comisión que investigaba las acusaciones de corrupción en su contra tras su salida del poder en 2018.

Frente a los actos de vandalismo, el presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, se ha reunido con líderes políticos y hasta religiosos para intentar frenar la situación, y de ese modo la gente no tenga que enfrentarse a más detenciones ni forme parte de los heridos.

El día de ayer, por ejemplo, Ramaphosa aseguró que estaba abordando el despliegue de la Fuerza de Defensa Nacional para custodiar los supermercados, evitar el cierre de las calles y que otros establecimientos fueran intervenidos, como las escuelas, las clínicas y los centros donde se almacenan las vacunas contra el COVID-19

Además, acogió la propuesta que los líderes de todos los partidos políticos de Sudáfrica le pusieron sobre la mesa: asegurar las principales rutas de transporte para permitir que el combustible, los alimentos, los suministros médicos y otras necesidades lleguen a las comunidades, y que se aplique estrictamente un toque de queda de 9:00 a 16:00 horas.

“Los líderes de los partidos sostuvieron que, si bien existían diferencias políticas, la situación en el país exigía que los sudafricanos se unieran para salvar vidas y proteger la democracia”, compartió la presidencia en un comunicado.

Así también, se detalló que el jefe de Estado acogió con agrado una propuesta emitida por los líderes religiosos para establecer un día nacional de oración, un acto que se espera pueda calmar a la sociedad.

Al respecto, Sergio Escamilla, especialista en asuntos internacionales de la Universidad Iberoamericana, opina ante estas medidas que el presidente ha estado haciendo un buen trabajo por dos cosas: decidir desplegar las fuerzas del orden y con ello tratar de disminuir un poco la situación, y no hacer que los miembros del Partido Comunista Sudafricano se manifiesten contra su antecesor.

“(Ramaphosa) no tiene una relación tan directa con este partido, no ha podido mover a las fuerzas políticas o a los manifestantes hacia un lado  o hacia el otro, se ha mantenido al margen y eso es siempre algo positivo”, asegura.

En ese sentido, se espera que el mandatario no intente interponerse ante la ideología de cada persona, más que con los disturbios que están protagonizando.

Por otro lado, respecto a la popularidad que recae sobre Zuma y por la cual comenzaron los disturbios, el especialista comenta que el exlíder ha sido muy defendido por haber sido un personaje cercano a Nelson Mandela, algo que aún le impide a la gente creer que haya cometido actos de corrupción, entre otros señalamientos.

Medidas extra ante las protestas por Zuma

Al tener entre las calles de Sudáfrica diferentes escenas de vandalismo que se expanden con el paso de los días, el presidente no tiene más opción que seguir intentando controlar la situación desde el interior de su país y con su equipo.

Para el especialista en asuntos internacionales Sergio Escamilla, en caso de que llegue el apoyo de la comunidad internacional para ayudar a controlar el caos, eso sólo traería repercusiones políticas para el jefe de Estado, pues se comenzaría hablar de intervencionismo.

Ante ese panorama, el también académico comparte que hasta el momento sólo se verá la interacción con el extranjero para impulsar el programa de vacunación contra el COVID-19, y ayudar al país africano a superar la crisis económica que se ha desatado desde la llegada de la pandemia.

“Lo que actualmente el presidente pudiera solicitar del exterior es una ayuda para la recuperación rápida de la crisis económica y un avance mucho más rápido en todo este tema de la vacunación, pero no exactamente para detener la violencia, porque sería una intromisión del extranjero”, dice.

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