Héctor Barajas, un veterano de guerra que perteneció al Ejército de los Estados Unidos y que fue deportado a México luego de problemas legales, consiguió el perdón del gobernador de California, Jerry Brown, y ahora obtuvo la ciudadanía estadounidense.
En Tijuana, donde permaneció tras ser deportado, Barajas creó la organización “Veteranos sin Fronteras”, que auxilia y da refugio a los veteranos de las Fuerzas Armadas estadounidenses que son deportados a México.
Ahora, el próximo 13 de abril, Barajas volverá a pisar Estados Unidos para jurar como ciudadano en la ciudad de San Diego, California.
Originario de Fresnillo, Zacatecas, Héctor emigró muy joven hacia Estados Unidos; sus padres lo llevaron a California en 1984, a los 7 años, y fue hasta su adolescencia cuando él y su familia consiguieron tener la residencia legal. A los 17 años decidió enrolarse en el Ejército y eso lo llevó a formarse como paracaidista. Estuvo en la División de Aerotransporte 82, entre 1995 y 2001.
Se retiró de la Fuerza Aérea “con honor”.
Sin embargo, ya en su vida como civil, Héctor Barajas estuvo involucrado en un tiroteo en el año 2002, lo que fue considerado un delito grave. Su acción le costó estar dos años en prisión, y un peor castigo: la deportación a México.
A pesar de ser residente legal estadounidense, su participación en este hecho lo puso inmediatamente en la lista para ser expulsado de Estados Unidos, a pesar de haber servido en las Fuerzas Armadas.
La deportación ocurrió en 2004. En su desesperación, Héctor cruzó como indocumentado y permaneció en Estados Unidos hasta 2010, cuando fue aprehendido y deportado de nuevo. Tras esa expulsión, Héctor decidió no intentar otro cruce y quedarse en México.
“Lo que pasó es que, después del Ejército, me metí en problemas con la ley; fue un disparo de arma de fuego. Me quitaron mis papeles, me mandaron al centro de migración y ahorita soy director de un albergue aquí en Tijuana.
Héctor creó su organización en 2013, y con ella ayudó a decenas de veteranos de guerra deportados en su albergue en Tijuana. Una o dos veces al mes, acudía al muro fronterizo a pintar mensajes en los barrotes que dividen a ambos países.
En 2015, Héctor pensaba que la única manera que tendría para volver a Estados Unidos era muerto, pues las leyes estadounidenses permiten que los veteranos deportados por crímenes graves solamente regresen para ser sepultados en suelo estadounidense.
Sin embargo, tras una larga lucha legal, el año pasado Héctor consiguió que el gobernador de California, Jerry Brown, le otorgara el perdón por el crimen que cometió, lo que le abrió la puerta a solicitar la ciudadanía.
Finalmente, el 29 de marzo pasado, Héctor Barajas recibió la confirmación de que su solicitud de ciudadanía fue aceptada. Aun así, no volverá a Estados Unidos inmediatamente.
“Después de eso, si las cosas van bien, quisiera tener un buen trabajo, quizá ir a la escuela y… quién sabe qué pasará, pero mi compromiso está con mis hombres y mis mujeres, y también con nuestros migrantes, con nuestros dreamers, con las madres de nuestros dreamers. La misión continúa”, afirmó Barajas en un mensaje transmitido en sus redes sociales.
Héctor Barajas tomará juramento como ciudadano estadounidense el 13 de abril próximo, en las oficinas de migración en San Diego, California.