Vacunas contra COVID-19: el éxito cubano
A diferencia de otros países, Cuba ha desarrollado cinco fórmulas contra el COVID-19 sin el apoyo de farmacéuticas internacionales, un logro que alcanzó gracias al impulso e inversión a la salud y a la ciencia, actos que, de acuerdo con especialistas, otros gobiernos deben aprender a ejecutar por el bien de su población
Fernanda MuñozEn comparación con 2020, este año ha demostrado tener respuestas más claras ante la pandemia por COVID-19, y las vacunas contra el nuevo coronavirus son un claro ejemplo de eso.
El pasado 3 de abril, Our World in Data registró que hasta esa fecha sólo 4.67 por ciento de toda la población a nivel mundial ha recibido al menos una dosis contra la enfermedad, una cantidad que sin duda seguirá en aumento si se consideran los lanzamientos de nuevas vacunas.
Según Jenny Larsen, consultora de las Naciones Unidas, la capacidad de Cuba para realizar sus propias vacunas es sólo el resultado de décadas de inversión en su industria farmacéutica, algo en lo que no han profundizado otras naciones.
Asimismo, Nayar López Castellanos, politólogo latinoamericanista de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM, asegura que el éxito cubano ante las vacunas contra el COVID-19 se debe a su sistema político, económico y social.
Además, estos avances se deben, de acuerdo con el también académico y la Revista Panamericana de Salud Pública, al impulso de la ciencia y a la tradición provacunas que ha permanecido en la isla desde la década de los 60.
Hasta el momento, la vacuna Soberana 02, la más avanzada del país caribeño, terminó la primera etapa de la fase III el pasado 31 de marzo con 44 mil 10 dosis aplicadas, teniendo resultados “muy alentadores de seguridad en el producto”, según María Eugenia Toledo, investigadora principal de ese ensayo clínico.
Con el desarrollo completo de esta vacuna, así como con el estudio del resto, el gobierno del presidente Miguel Díaz-Canel espera inmunizar a la mayoría de su población antes de que termine el 2021, y así se eviten más contagios.
De acuerdo con el Ministerio de Salud Pública de Cuba, hasta el pasado 4 de abril se habían registrado 79 mil 544 casos y 436 muertos por COVID-19, números que dejan a este territorio como uno de los menos perjudicados por el virus.
Aprender de Cuba para el desarrollo de vacunas y ciencia
A diferencia de Cuba, países como Estados Unidos, Brasil o México, entre otros, sostienen altos niveles de contagios y muertes por el nuevo coronavirus a pesar de las vacunas administradas.
Al respecto, el catedrático de la UNAM, López Castellanos, admite que los resultados de la isla caribeña se deben a estrategias que funcionan a partir de una organización de la propia sociedad y a los rápidos actos de sus autoridades ante una emergencia.
“Han desarrollado estrategias muy importantes que tienen que ver con la contención del contagio, con crear un cerco sanitario en colonias donde se han detectado casos. Esto les ha permitido tener esos niveles tan bajos (…) Es un control que no tiene que ver con el autoritarismo, sino con la preservación de la vida de las personas, así de sencillo”, destaca.
Para el académico, este tipo de acciones podrían incluirlas otros países, enfatizándole a la gente que sea consciente, que las personas logren entender lo que significa una organización social en favor de su propio bienestar y actúen en términos colectivos, no individuales.
“Ellos (los cubanos) saben perfecto que si salen en masa y no respetan los estándares de la bioseguridad frente a una pandemia, se van a contagiar muchos y todos van a salir perjudicados, así que la gente se queda en su casa. Por eso sus números están así de bajos”, agrega el especialista.
De ese modo, López Castellanos admite que, así como Cuba, al menos en el resto de América Latina y el Caribe se deben multiplicar las inversiones sociales, invertir en ciencia, en salud, en infraestructura, y no sólo para responder a la emergencia actual, sino pensar corto, mediano y largo plazo.
“Desafortunadamente no sabemos si esta será la última pandemia; entonces, ¿cómo vamos a estar reaccionando todo el tiempo importando vacunas y otros medicamentos si no tenemos una infraestructura propia, si no se desarrolla de manera propia la ciencia, los recursos humanos?”, detalla el politólogo.