Un aplauso para la mejor sugerencia de reforma educativa propuesta este año: Un examen —similar al examen de reválida de los abogados— para los maestros.
La idea del examen fue propuesta por Randi Weingarten, presidenta de la Federación Norteamericana de Maestros (AFT, por sus siglas en inglés): “Tenemos que eliminar un rito iniciático, por el cual se les entrega a los maestros novatos las llaves de un aula, se espera que resuelvan las cosas solos para ver si tienen éxito o se hunden, ellos (y sus alumnos)”.
Sugiero que ha llegado también la hora de eliminar la práctica común de permitir que los maestros enseñen materias sobre las que tienen poca formación académica.
Un sistema de eliminación y un ambiente de excelencia que llegue a cada escuela individual podrían ayudar a resolver eso.
En 2011, el Centro Nacional de Estadísticas Educativas publicó un informe que dividió los tipos de maestros en el aula sobre la base de una encuesta de escuelas y personal de 2007-2008.
En general, la mayoría de los maestros en 11 amplias áreas como Lenguas, Ciencias y Matemáticas contaban tanto con un título terciario como con una certificación en sus principales áreas pedagógicas. Pero lo sorprendente es la cantidad que carece de esas calificaciones.
Por ejemplo, el 25 por ciento de los maestros de Inglés, el 34 por ciento de los de Matemáticas y el 25 por ciento de los maestros de Ciencias no fueron considerados como altamente calificados.
Y aún peor es la concentración de maestros con bajas calificaciones en escuelas con cuerpos estudiantiles formados principalmente por minorías.
La organización Education Trust halló que “en las escuelas secundarias de Estados Unidos, los estudiantes de bajos recursos y los de color tienen dos veces más probabilidades de asistir a cursos enseñados por maestros que o bien no están certificados en la materia que están enseñando.”
Como señala el informe de la AFT, “La enseñanza debe tener un proceso de evaluación universal para poder acceder a ella y una evaluación integral del desempeño como maestro”.
Muchos estados requieren varias pruebas estandarizadas para obtener la certificación. Pero permítanme decirles, tras haber tomado muchos de estos exámenes, que son tan fáciles que parecen un insulto.
Y sin embargo, hay muchos reincidentes que tienen que tomarlos una y otra vez hasta poderlos pasar.
La respuesta tampoco consiste en más educación —las investigaciones han demostrado repetidamente que los cursos adicionales en el nivel de maestría, que muchos maestros adquieren para incrementar su salario, no guardan relación con la eficacia de éstos en el aula.
Los estándares propuestos por la AFT apuntan a la esencia de lo que se requiere para ser un buen maestro: estudiantes excelentes, que salgan de la universidad con destreza documentada en áreas especializadas, rigurosa capacitación como maestros, severos exámenes que demuestren conocimientos, y métodos estrictos de capacitación y de evaluación de desempeño en el aula.
Muchas de las partes interesadas odiarán la propuesta. Pero suena parecido al tipo de logros académicos que esperamos de los estudiantes de las escuelas secundarias públicas que tienen éxito.