En una intensificación de su retórica antiinmigrante, el expresidente de Estados Unidos y posible candidato republicano para las próximas elecciones, Donald Trump, acusó este martes a su rival, el presidente demócrata Joe Biden, de provocar un “baño de sangre” en la frontera.
Trump, quien ya había empleado el término “baño de sangre” el mes pasado en referencia a posibles consecuencias económicas de perder las elecciones, reiteró sus críticas durante una comparecencia en Míchigan, estado clave para los comicios de noviembre.
El magnate neoyorquino describió la llegada de migrantes bajo el gobierno de Biden como una “amenaza” que ha dejado al país “en ruinas“. Afirmó que la gestión demócrata ha llevado a una situación insostenible en la frontera, señalando varios casos de homicidios presuntamente cometidos por migrantes en situación irregular.
En su discurso, Trump fue aún más lejos al afirmar que estos migrantes no merecen ser llamados personas, sino “animales“. Prometió a los votantes que habrá “seguridad” si vuelve a la Casa Blanca, subrayando el apoyo que, según él, tiene entre “las amas de casa de los suburbios”.
El expresidente también advirtió sobre las consecuencias de una eventual derrota en las elecciones, sugiriendo que Estados Unidos “dejará de existir” y que estos podrían ser los últimos comicios celebrados en el país.
Trump y sus políticas contra migrantes
Esta no es la primera vez que Trump utiliza un tono beligerante contra los migrantes, a quienes ha acusado previamente de “envenenar la sangre” de Estados Unidos. Desde su campaña en 2016, ha puesto en el centro de su discurso la cuestión migratoria, percibida como el tema de mayor preocupación para los votantes, según las últimas encuestas.
La Administración de Biden ha revertido varias políticas de inmigración de Trump, incluida la facilitación de las devoluciones de migrantes en caliente y la implementación de programas de permisos humanitarios, mientras ha restringido las solicitudes de asilo en la frontera.
El flujo migratorio irregular en la frontera sur de Estados Unidos ha alcanzado niveles récord, con más de dos millones de personas arrestadas el año pasado.