Afganistán izó la bandera blanca por motivo de una tregua entre el gobierno y el Talibán, una fracción extremista política-paramilitar fundamentalista islámica sunní. Fue el grupo insurgente el primero en anunciar que no harían ningún tipo de ataque durante tres días con motivo del fin del Ramadán, el mes sagrado para la comunidad musulmana.
Zabihullah Mujahid, uno de los portavoces del Talibán, pidió a la organización tomar medidas para garantizar la seguridad de los compatriotas, por tanto, suspendió las operaciones ofensivas en contra de las fuerzas afganas, aunque advirtió que en caso de ser atacados, repelerían el fuego.
En respuesta, el gobierno de Ashraf Ghani Ahmadzai ordenó a las fuerzas de seguridad mantenerse en paz y anunció la liberación de dos mil presos, como un gesto de buena voluntad y para revitalizar el canje de prisioneros. La liberación de estos prisioneros forma parte de los cinco mil considerados en el acuerdo de paz que se firmó -junto con el gobierno de Estados Unidos– en Doha, el último día de febrero.
Este alto al fuego es el más representativo para el país, después de que el grupo fundamentalista recrudeciera sus ataques pese al acuerdo de Doha, y se da en el marco del Eid-al-Fitr, que celebra el fin del mes sagrado, en el cuál los musulmanes dedican sus días a hacer ayuno y a la oración.
Lo importante de estas celebraciones para la comunidad musulmana es que les permiten un acercamiento más profundo con su religión, que para los fundamentalistas resulta particularmente importante, dado que su ideal de sociedad se basa en interpretaciones estrictas de lo que debe ser la vida para obedecer los mandatos del Corán.
Esta no es la primeva vez que se presenta una tregua de tres días con motivo de las festividades, pero en esta ocasión es un guiño para establecer los cimientos de la confianza entre el gobierno -que tiene el respaldo de Estados Unidos– y el Talibán, con miras en mantener las negociaciones que permitan, en algún momento, la pacificación del país.
La noticia causó beneplácito a nivel internacional. António Guterres, secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), llamó a los implicados a aprovechar esta oportunidad y abrazar un proceso de paz.
Para Juan Pablo Galicia, analista político, se pueden esperar buenos resultados de esta tregua aunque fue sólo de tres días, ya que sienta las bases para que se cree una relación de confianza entre ambas partes.
Vivir sin paz en Afganistán
Aunque esta guerra en Afganistán inició en 2015, es herencia del conflicto bélico que encabezó la administración del estadounidense George W. Bush en octubre de 2001, tras los atentados terroristas del 11 de septiembre, cuando dos aviones se estrellaron contra las Torres Gemelas del World Trade Center, en Nueva York, y otro más se impactó contra la fachada oeste del Pentágono, en Virginia.
Estados Unidos declaró la guerra con el objetivo de desmantelar a Al-Qaeda, entonces liderada por Osama bin Laden. El gobierno de Bush, con el respaldo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), buscaba que Afganistán fuera un país más seguro y para ello era necesario quitar a los talibanes del poder, lo que logro a finales de 2001.
Tres años más tarde se estableció en el país un gobierno respaldado por Estados Unidos, y que ha desarrollado elecciones democráticas, aunque su estabilidad está marcada por el incremento en el número de simpatizantes de los talibanes.
La OTAN puso fin a las misiones de Estados Unidos en Afganistán el 28 de diciembre de 2014, pero el gobierno de Barack Obama desplegó a sus fuerzas militares de nuevo en la misión de guerra llamada Operación Centinela de Liberación.
Si bien, los esfuerzos de Donald Trump, actual presidente de Estados Unidos, por acabar con los grupos fundamentalistas en Afganistán no han cambiado mucho respecto a sus antecesores, con el acuerdo de Doha se comprometió a retirar sus tropas en un lapso de 14 meses.
No obstante, los talibanes intensificaron sus ataques contra las fuerzas de seguridad afganas tras la firma del acuerdo, y han llevado a cabo más de tres mil 800 ataques desde marzo, en los que 420 civiles murieron y 906 resultaron heridos.
Por ahora, el mundo está a la expectativa de los acercamientos entre los insurgentes y el gobierno afgano, aunque para Juan Pablo Galicia alcanzar la paz total no será un proceso tan sencillo ya que el Talibán está en contra de lo que significa un gobierno laico y flexible y con algunos hábitos occidentales, como ocurre con el que ahora encabeza Ashraf Ghani Ahmadzai .
“Si no tuviéramos el contexto de la región, es un buen paso porque abre la puerta a nuevas negociaciones para poder alcanzar la paz aunque sea en un futuro lejano. Pero en contexto, entrados en la diversidad de los grupos extremistas, la naturaleza del Talibán hace difícil que eso pueda prosperar”, dijo Juan Pablo Galicia.