Testimonios de mujeres de Corea del Norte vendidas a chinos para casarse con ellos

Las tres norcoreanas entrevistadas por la AP en China dejaron hijos en su patria, pensando que se irían por poco tiempo y regresarían.
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La mujer norcoreana avanza lentamente en una bicicleta con motor por un sendero estrecho entre plantaciones de maíz hasta la granja donde vive con el chino incapacitado que la compró.

Pasaron 11 años desde que la convencieron de que viniese a China con la promesa de trabajo e inició una vida dura. En ese período vivió con el temor de ser detenida por la policía y enviada de vuelta a Corea del Norte, donde pensaba que sería detenida y torturada. Y debió hacer frente al desdén de sus vecinos que la ven como sapo de otro pozo.

Pero sobre todo la acongoja el dolor y al arrepentimiento que siente por haber dejado a sus hijos.

“Cuando vine me pasaba el día bebiendo, preocupada por mis hijos en Corea del Norte”, dijo la mujer, que pidió ser identificada solo como S.Y. por razones de seguridad. “Estaba descontrolada”.

Expertos estiman que miles, y tal vez decenas de miles, de mujeres norcoreanas han sido traídas a China y vendidas a hombres que buscaban esposa desde la hambruna que mató a cientos de miles de personas a mediados de la década de 1990 en Corea del Norte. Los traficantes les dicen a las mujeres que pueden conseguir trabajo en China, pero las venden, sobre todo a granjeros pobres de tres provincias en las que es difícil conseguir esposa, en parte por la política que permitía un solo hijo por pareja y que hizo que muchos fetos de mujeres fuesen abortados.

Igual que S.Y., muchas de estas mujeres tienen hijos en su patria.

Sus penurias son mayormente ignoradas, en buena medida porque se niegan a dar entrevistas. La Associated Press, no obstante, pudo hablar con siete mujeres norcoreanas traídas con engaños y con tres maridos chinos.

Las mujeres están ilegalmente en China y no se casaron formalmente con sus maridos.

Algunas se llevan bien con sus nuevas familias y están satisfechas con sus vidas en China. Otras dicen que son maltratadas por sus maridos o ignoradas y objeto de burlas de parte de parientes y vecinos. Algunas intentaron el peligroso recorrido hacia Corea del Sur, a veces dejando hijos atrás por segunda vez.

LAS “NOVIAS” QUE SE QUEDAN

Los primeros años fueron los peores para S.Y.

Se había quedado viuda en una ciudad cerca de Pyongyang, la capital norcoreana, y se fue a China pensando que volvería pronto con algún dinero. Pero el intermediario que conoció la vendió a un chino por el equivalente a 2.100 dólares.

Hoy tiene 53 años y dice que fue bien tratada por su marido chino, con quien tuvo una hija. Pero jamás olvidó a los niños norcoreanos que vio por última vez en el 2006.

Triste y frustrada, un día trató de suicidarse tomando las pastillas de un frasco. Después de que la revivieron, se dio cuenta de que su hija china también la necesitaba y desistió de intentar llegar a Corea del Sur, dejando a su hija sola con su marido, que tuvo poliomelitis.

“Sigo aquí por mi familia y porque estoy agradecida con mi esposo”, expresó S.Y.

Su marido, de 55 años, y su familia vendieron cerdos y maíz para que intermediarios averiguasen cómo están los hijos de S.Y. en Corea del Norte. Descubrieron que su hermano los estaba criando y el marido de S.Y. envió 2.260 dólares para ayudarlos.

“Me sentí muy feliz cuando la conocí”, declaró el marido de S.Y., quien usa muletas. “Estoy incapacitado y pensé que no era justo que ella se quedase conmigo. Pudo haber conseguido un marido mejor”.

Otras dos mujeres norcoreanas entrevistadas en la región occidental de la provincia de Liaoning dijeron también que sus maridos las trataron bien. Pero numerosas norcoreanas describieron otras experiencias. Una que escapó a Corea del Sur dijo que su marido chino la ataba aun poste por horas después de que intentó fugarse.

Las mujeres que se quedan viven con el temor de ser detenidas y enviadas de regreso a Corea del Norte. Tratan de no ir a otras ciudades para evitar toparse con la policía y que les pidan identificaciones. Hablan poco chino, no tienen casi amigos y no gozan de los mismos beneficios sociales y médicos que los chinos.

Se quedan sobre todo por sus hijos nacidos en China.

“Mi hijo de 10 años sabe que las madres norcoreanas de sus amigos se escaparon. Es muy obediente porque teme que yo también lo deje”, comentó una norcoreana de un pueblo cercano al de S.Y., que pidió ser identificada por su apodo, Kim.

Las autoridades chinas, tanto en Beijing como en las tres provincias más cercanas a Corea del Norte en las que terminan la mayoría de estas mujeres, desistieron de hablar con la AP sobre este tema.

Un vocero del ministerio de relaciones exteriores dijo por escrito que China se esfuerza por combatir el tráfico de personas y niños y ha aprobado severas leyes que “han tenido resultados evidentes”.

LAS NOVIAS QUE SE ESCAPAN

Corea del Sur es un destino tentador para las norcoreanas que no quieren quedarse en China porque se les da la ciudadanía, dinero para establecerse, vivienda casi gratis y hablan el mismo idioma.

Llegar a Corea del Sur, no obstante, es una empresa dura. Un viaje largo, lleno de obstáculos, para el cual necesitan de nuevo intermediarios. Algunas les mienten a sus maridos y les dicen que volverán después de ganar algún dinero en Corea del Sur. Otras huyen en medio de la noche. A menudo dejan atrás a sus hijos chinos.

Después de vivir dos años y medio en la provincia de Liaoning, Kim Jungah no soportaba la idea de que su hija viese cómo las autoridades se la llevaban.

“Dormía mal todas las noches”, relata la mujer, de 41 años. “Cuando escuchaba un auto, pensaba que era la policía”.

Fue así que en el 2009 se fue, pensando que más adelante podría convencer a su marido de que se le uniese en Corea del Sur, con la hija de ambos. Cuando le hizo esa propuesta, el marido dijo que no.

Kim no habla con su hija desde comienzos del 2013, cuando su esposo cambió el número de teléfono al descubrir que ella se había casado con otro en Corea del Sur.

Contó que el padre biológico de su hija es un norcoreano y que no sabía que estaba embarazada cuando fue vendida a su marido chino en el 2006 por 2.860 dólares.

En una recienten visita, la hija de Kim, de 10 años, se veía feliz y saludable. Su padre chino dice que la trata como si fuese su hija biológica y que a la niña le va bien en la escuela.

Kim dijo que le pagaría 7.530 dólares a su ex marido si le enviaba a su hija y que si no lo hace, lo demandará. El marido, por su parte, afirma que no permitirá que la niña vaya a ver a Kim hasta que sea mayor de edad.

El hombre, quien pidió no ser identificado para proteger a la niña, dijo que se siente una víctima de un “fraude”.

“Ella vino, tuvo un hijo y se fue”, declaró el marido, de 50 años. “Tenía techo y comida. No comprendo por qué se fue”.

Otros han podido reunirse.

Kim Sun-hee, desertora norcoreana de 38 años, vino a Corea del Sur en el 2008 y vive en un pequeño departamento cerca de Seúl con su esposo chino-coreano, Chang Kil-dong, de 48 años, que la compró en 1.200 dólares cuando ella tenía 18 años.

Chang, quien trabaja como obrero, dijo haberse sentido muy contento cuando su esposa le propuso que se fuese a Corea del Sur porque pensó que ella lo había abandonado. A ninguno de los dos les gusta hablar de cómo se conocieron.

Chang dice que le gustaría volver atrás en el tiempo y, en lugar de pagarle a un intermediario, darle el dinero a la familia de su esposa, según la tradición cuando uno se casa.

“Fue tráfico humano”, expresó, aludiendo a la forma en que consiguió a su esposa.

UN DOLOR INACABABLE

Las tres norcoreanas entrevistadas por la AP en China dejaron hijos en su patria, pensando que se irían por poco tiempo y regresarían.

S.Y. quiere criar cerdos para reunir dinero y poder contratar intermediarios para que averigüen cómo les va a sus hijos en Corea del Norte. Kim, la mujer que tiene un hijo de 10 años en China, dice que no tiene dinero para buscar al niño de 12 años que dejó en el 2007 en su país.

“Lloro siempre que pienso en él”, afirma la mujer de 46 años.

Tantas mujeres que fueron a China terminan buscando fortuna en otros sitios –13 de 15 en el pueblo de una de ellas– que las que se quedan son vistas con desdén.

“La gente nos dice ‘gallinas’”, expresó S.Y. “Dicen que no somos madres de verdad porque ponemos los huevos y después nos vamos a otro sitio”.

Los hijos de mujeres norcoreanas que se van de China también enfrentan un estigma. Una de las norcoreanas dijo que un compañero de su hija cuya madre se fue apenas él nació es blanco de burlas en la escuela.

Algunas mujeres que escaparon a Corea del Sur se sienten conflictuadas y resentidas. Una de ellas, que llegó a Corea del Sur en el 2006, dice que no contactó a su familia china, a pesar de que dejó un hijo allí, porque fue muy mal tratada.

Pidió ser identificada solo como Y por temor a que las historias de su pasado destruyan su nueva vida. Cuenta que el padre sudcoreano de su nuevo hijo los dejó al enterarse de su pasado.

“Dirán que soy fría y calculadora, pero me fui de esa casa decidida a no volver jamás”, expresó entre lágrimas. “A veces siento el deseo de volver para ver a mi hijo, pero no puedo hacerlo”.

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