Se comparten las historias de siete personas que murieron sin encontrar a sus familiares desaparecidos. Foto: Especial

‘Tejer Memoria’, la exposición sobre las personas en busca de sus desparecidos en México y Centroamérica

Para recuperar el recuerdo de las personas que murieron sin encontrar a sus desaparecido, el Comité Internacional de la Cruz Roja presenta la exposición junto a la UAM

Sin rastros y sin instituciones que los busquen, miles de personas han desaparecido en México y Centroamérica; un número tan grande que los registros son solo estimaciones.

Quienes anhelan su encuentro se aferran a la esperanza de que un día la certeza llegue de la mano de una foto, una llamada, o algún otro tipo de evidencia, y en su camino hilan relatos de desapariciones que vulneran a todos, lo cual se exhibe en la exposiciónTejer Memoria: el legado de quienes nunca dejan de buscar”.

El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), en asociación con la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), presentan la exposición que se encuentra en la Casa Miguel Galván, ubicada en Zacatecas 94, Colonia Roma Norte, a disposición del público hasta el 10 de septiembre.

En la exposición se comparten las historias de siete personas que murieron sin encontrar a sus familiares desaparecidos. Son acompañadas de talleres, charlas y sesiones de bordado en la que participan expertos y personas cercanas.

Para el CIRC, esta muestra forma parte de su labor de acompañamiento a las familias de las personas desaparecidas en el Salvador, Guatemala, Honduras y México, e intenta no solo visibilizar el problema sino servir como un recordatorio de la obligación de los Estados por localizar a los ausentes y las fallas hasta este momento.

De acuerdo con datos que el CICR recopiló de datos estatales, pero sin una base actualizada, es imposible saber el número exacto de personas desaparecidas; sin embargo, las estimaciones son de cientos de miles. Tan solo en México, la cifra supera los 100 mil desaparecidos y en el triángulo norte de Centroamérica se calcula que entre 1960 y 2022 casi 90 mil personas desaparecieron.

Sin las cifras exactas, el número de aquellos que han muerto sin conocer el paradero de sus seres queridos es aún más incierto. Más allá de los números, cada una de estas personas representa una historia de trauma, búsqueda e incertidumbre que lacera a una sociedad incapaz de dar respuesta a sus preguntas.

Historias de desaparecidos de Centroamérica

En una semana de septiembre de 1981, en medio de una guerra civil que duró tres décadas, dos hijos y su padre desaparecieron en Guatemala, obligando a Consuelo Dorantes a huir del país con los remanentes de su familia.

Consuelo llegó a México, donde continuó la búsqueda hasta que su hija Graciela regresó a Guatemala y se hizo cargo de la encomienda hasta llevar su caso ante la  Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Su madre falleció en 2003 sin conocer lo que pasó con su familia.

Juan José Asmitia vivió la muerte de su madre, Consuelo Dorantes, que murió sin saber el paradero de sus familiares. Foto: Especial

“Fue un tiempo muy duro porque no sabía al día siguiente a quién se iban a llevar de mi familia. Hay un ejemplo y un esfuerzo muy duro de mi madre, que a pesar de esa adversidad y sufrimiento, pudo sacar adelante a otra de mis hermanas y a mí; tuvimos que venir a México (…) Era imposible hasta 2019 buscar qué pasó con nuestra familia. De ahí, me invitaron a este proyecto y me emocionó mucho, además tuve la dicha de que al hacerlo pude contar con mi esposa y mis hijas que me ayudaron a salir adelante.

“Es un proceso fascinante que mezcla creatividad y nostalgia, es como entrelazar hilos de pasado y presente para crear un tapiz único de recuerdos, cada puntada sobre este tapiz representa una experiencia, una ilusión, una historia que ha dejado su marca en nuestra vida”, dijo Juan José Azmitia, uno de los dos hijos de Consuelo Dorantes que lograron salir de su país.

La historia de los Azmitia Dorantes forma parte de las miles de familias que se parten con la desaparición de sus miembros. Si bien la violencia es una causante crítica de las desapariciones en México y Centroamérica, la migración es otra de las razones de incontables pérdidas.

De acuerdo con el Banco Mundial, la migración de Guatemala, Honduras y El Salvador hacia Estados Unidos ha aumentado en los últimos 10 años, al mismo tiempo que México y la Unión Americana endurecen sus políticas migratorias, lo que pone en mayor riesgo a las personas que hacen el viaje desde Centroamérica.

Tal es el caso de Marisela Cecibel Aristondo, que desapareció durante su viaje hacia Estados Unidos. Sus padres dejaron de saber de ella en marzo del 2006 y comenzaron su búsqueda de inmediato; casi 20 años después, todavía no saben en qué país se perdió su hija. Marcelina del Carmen Ayala, su madre, murió en 2022 sin saber el paradero de familiar. “Tejer Memoria” es un recordatorio de su pérdida y su labor.

México y la búsqueda de los desaparecidos

A diferencia de Centroamérica, México es un caso particular, donde las violencias que causan la desaparición se magnifican por el tamaño de la población y la extensión del territorio. En el país, hay más de 100 mil desaparecidos y diariamente se reportan 26, de acuerdo con Mexicanos Contra la Corrupción.

Teresa Guadalupe Reyes, titular de la Comisión Nacional de Búsqueda, la institución del gobierno mexicano encomendada para atender la situación, anota que parte de la dificultad en encontrar a quienes faltan es la atomización de los mecanismos encargados de su búsqueda. Fiscalías, centros forenses, bases militares y hospitales con sistemas de registro independientes entorpecen la tarea de los buscadores.

Personas como Liz y Carmen Cardona cuyo padre, Gersaín Cardona, desapareció en 2009 durante un viaje de trabajo en el municipio de Piedras Negras, Coahuila, no se sabe nada, como tampoco de sus compañeros.

Su historia se encuentra en la Casa Miguel Galvan, bordada en una manta junto a sus fotografías y las de otras seis familias que perdieron a alguien, un daño que hiere a la sociedad y se enquista en sus sectores más vulnerables; aquellos atravesados por múltiples violencias y cuyo destino se pierde en una búsqueda sin respuesta.

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