Tras el anuncio del endurecimiento de las políticas migratorias que abren la puerta a las deportaciones masivas, el presidente estadounidense Donald Trump prepara su siguiente movimiento en contra de los migrantes.
Se trata del segundo intento de la Casa Blanca de consolidar un decreto migratorio para que ciudadanos de siete países con población mayoritariamente musulmana sean impedidos de entrar a territorio estadounidense.
En el primer intento por lanzar este polémico decreto, los tribunales federales detuvieron la orden, ocasionando un abierto enfrentamiento entre las instancias judiciales y la Casa Blanca.
Desde el equipo de Trump se está preparando un nuevo decreto que podría tener un tono más moderado que el primero para evitar el bloqueo judicial, pues el presidente sabe que un fracaso en esta empresa podría significar que el decreto no vea la luz.
El propio Donald Trump ha reconocido que no había ya mucho qué hacer para seguir peleando la validez del primer decreto, al parecer los tribunales simplemente no lo iban a validar tal y como estaba.
“El nuevo decreto va a estar mucho más adaptado a lo que considero que es una muy mala decisión”, fueron las palabras del mandatario estadounidense en una conferencia de prensa hace una semana.
Son dos los objetivos que tendrán que estar presentes en la nueva directriz: en primer lugar que cumpla los objetivos que se ha trazado Trump, y segundo que no atente contra los derechos constitucionales de los viajeros que quieran llegar a Estados Unidos.
El equipo de Trump se juega gran parte de su credibilidad y ventaja de cara a futuros decretos y negociaciones.
Primer revés
El 27 de enero, tan solo siete días después de asumir la Presidencia, Donald Trump firmó el decreto que prohibía el ingreso a Estados Unidos a viajeros de Siria, Sudán, Yemen, Irán, Irak, Somalia y Libia, países mayoritariamente musulmanes.
La medida estaría vigente durante 90 días. Además suspendía la admisión de refugiados durante 120 días.
Un día después de emitida la orden ejecutiva, se generó una enorme confusión en un gran número de aeropuertos en Estados Unidos.
Cientos de personas originarias de esos países fueron detenidas al llegar a los Estados Unidas.
Muchas tuvieron que regresar a sus lugares de origen.
Las reacciones no se hicieron esperar. Cientos de personas se congregaron en las terminales aéreas para protestar contra la medida, además de la movilización de manifestantes frente a la Casa Blanca.
En el plano internacional también hubo una condena unánime contra el decreto, no solo en los países afectados, sino que incluso generó el rechazo de personajes como Theresa May y Angela Merkel, responsables de la política de Gran Bretaña y Alemania, respectivamente.
El rechazo seguramente estaba contemplado, no así el revés judicial que vendría a continuación.
Desde el momento en que se dio a conocer la agresiva medida de la administración Trump, se cuestionó la legalidad de la misma.
Pues si bien, constitucionalmente el presidente tiene amplias facultades en políticas migratorias, la medida fue considerada no solo discriminatoria, sino inconstitucional.
La orden fue suspendida por los tribunales federales, que de inmediato fueron atacados por Trump, y aunque la suspensión fue apelada por la Casa Blanca, el recurso no prosperó.
Trump y su equipo tuvieron que retirarse a planear la siguiente ofensiva.
El blanco perfecto
La insistencia en el cierre de la frontera contra los refugiados, el veto para los musulmanes para ingresar a territorio estadounidense y la amenaza de la deportación masiva de indocumentados no han hecho sino confirmar la xenofobia de Trump.
Ya sea por verdadera convicción y/o por estrategia política, tanto los migrantes indocumentados como los musulmanes se han convertido en el blanco preferido del inquilino de la Casa Blanca.
A los indocumentados (con especial énfasis a los migrantes mexicanos) les ha endosado la culpa de muchos de los males que aquejan a la sociedad norteamericana, desde el desempleo hasta la inseguridad.
Alto y claro, Trump ha apuntado el dedo acusador a los indocumentados,.
Según su visión, llegan a Estados Unidos a ocupar un puesto de trabajo que no le corresponde, a inundar de drogas sus ciudades, a cometer delitos.
Todo ello a pesar de haber datos que señalan que apenas un mínimo porcentaje de indocumentados ha sido consignado por un delito, y su aporte al funcionamiento de la economía estadounidense es vital.
Por otro lado, el presidente Donald Trump se ha encargado también de estigmatizar (aún más) a los musulmanes.
Cayendo en una peligrosa generalización de que en cada uno de ellos hay un potencial terrorista, cuando la realidad es que la mayoría de los atentados o ataques en Estados Unidos en los últimos años ha sido perpetrado por ciudadanos estadounidenses.
Y aunque hay un enorme rechazo, tanto al interior de Estados Unidos y sobre todo a nivel internacional hacia sus medidas, lo cierto es que Trump cuenta con una gran base de apoyo entre los estadounidenses, los mismos que lo llevaron al poder.
La avanzada
Los secretarios de Estado y Seguridad de Estados Unidos, Rex Tillerson y Joh Kelly, respectivamente, se reunirán hoy con el presidente de México, Enrique Peña Nieto.
Además, durante su visita también se encontrarán con otros funcionarios como Miguel Ángel Osorio Chong, Luis Videgaray, José Antonio Meade y los secretarios de Defensa y de Marina, Salvador Cienfuegos y Vidal Soberón.
Oficialmente, en las reuniones que mantendrán los funcionarios estadounidenses con sus pares mexicanos se discutirán temas como la seguridad fronteriza, cooperación en materia de seguridad y comercio.
Las reuniones están enmarcadas en uno de los momentos más tensos en la historia de la relación entre México y Estados Unidos debido a las polémicas medidas antiinmigrantes de Donald Trump.
Desde ambos lados de la frontera, tanto Trump como Peña Nieto (y sus funcionarios de primer nivel) han defendido la importancia de la cooperación, así como el respeto recíproco.
La realidad es que la relación está desgastada y en un momento de máxima tensión.
La visita de los funcionarios estadounidenses podría ser un primer paso para tratar de reencauzar la cordialidad de la relación, y encontrar algún o algunos puntos de coincidencia entre el turbulento contexto.