Penn State: 
pagando pecados

Las violaciones que perpetró Jerry Sandusky, entrenador asistente del equipo de la Universidad de Penn State, siguen pasando factura.

Después de ser arrestado en noviembre de 2011 por delitos sexuales, fue encontrado culpable de abusar sexualmente de 10 jóvenes en un juicio realizado en junio pasado.

Al retirado entrenador asistente se le acusa de utilizar la organización de beneficencia y ayuda a niños en situaciones de riesgo que el mismo fundó para llegar a las víctimas.

Indigo Staff Indigo Staff Publicado el
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El informe concluye que Paterno, Spanier, Curley y Schultz "fallaron en proteger contra un depredador sexual de niños que hirió a niños durante más de una década"
Existe la posibilidad de que al ex coach asistente se le condene a cadena perpetua por los 45 cargos en su contra.

Las violaciones que perpetró Jerry Sandusky, entrenador asistente del equipo de la Universidad de Penn State, siguen pasando factura.

Después de ser arrestado en noviembre de 2011 por delitos sexuales, fue encontrado culpable de abusar sexualmente de 10 jóvenes en un juicio realizado en junio pasado.

Al retirado entrenador asistente se le acusa de utilizar la organización de beneficencia y ayuda a niños en situaciones de riesgo que el mismo fundó para llegar a las víctimas.

Antes de recibir el veredicto, Sandusky escuchó el testimonio de 8 víctimas que aseguraron haber sido blanco de violaciones cuando eran niños dentro de la misma universidad.

Agregaron que éste utilizó su prestigio para manipular a las víctimas.

Existe la posibilidad de que al ex coach asistente se le condene a cadena perpetua por los 45 cargos en su contra.

Pero Sandusky no ha sido el único castigado.

Se le unen el ex entrenador en jefe Joe Paterno y otras autoridades universitarias que ya fueron identificadas.

La universidad contrató al ex director del FBI, Louis Freeh, para investigar el caso poco después del arresto de Sandusky.

El informe emitido tras ocho meses de pesquisas aseguró que el presidente Graham Spainer, el director de entrenadores Tim Curley y el vicepresidente Gary Shultz, al igual que el coach Paterno, fueron cómplices de los abusos.

En el documento de 267 páginas se les acusa de haber encubierto al violador y omitir denunciarlo a las autoridades de protección al bienestar infantil en 2001, lo que permitió a Sandusky seguir abusando de los niños.

La investigación del ex director del FBI arrojó que los altos mandos de Penn State y Paterno escondieron información crítica por temor a que causara mala publicidad para la institución.
Dejaron a Sandusky retirarse en 1999 “no como un sospechoso de pedofilia, sino como un querido miembro del legado de fútbol americano de Penn State”, aunque seguía teniendo presencia en la universidad, lo que le facilitó buscar más víctimas.

El informe concluye que Paterno, Spanier, Curley y Schultz “fallaron en proteger contra un depredador sexual de niños que los hirió durante más de una década”.

Las secuelas

Todos los implicados en el escándalo y hasta la misma universidad han tenido que pagar los platos rotos de un violador que vivió por más de diez años en las sombras de la impunidad.

Joe Paterno, que hasta antes del caso disfrutaba de una enorme fama con todo y estatua de su persona situada en el exterior del estadio de la universidad, es ahora una imagen que se desvanece.

Fallecido poco tiempo después del arresto de su entrenador asistente, no alcanzó a ver en vida como se desmorona la imagen deportiva que construyó a lo largo de su carrera.

La estatua del estadio que se le hiciera en honor a su victoria 324 como entrenador y con la que fijó un record, fue retirada el domingo anterior.

El retiro fue parte de las reacciones provocadas por el informe de Freeh en el que vinculaba a Paterno con las actividades de Sandusky.

Las victorias que el fallecido entrenador obtuvo y que se consideraban “contribuciones a la universidad” no fueron razón suficiente para mantener la escultura en su honor y de la que se dijo “se convirtió en una fuente de divisiones” en la institución educativa.

Rod Erickson, presidente de Penn State argumentó que dejar la estatua “sería una herida recurrente para la multitud de individuos de toda la nación que han sido víctimas de abuso sexual infantil”.

Y así como cayó la estatua de Paterno, se derrumbaron otros puestos más.

El presidente del consejo de administración de Penn State, Steve Garban, anunció su renuncia en parte a la presión que enfrentó por también presuntamente incubrir las atrocidades cometidas por Jerry Sandusky.

El ahora ex presidente del Consejo  se le acusa en el informe de Freeh, de haber sido informado en dos ocasiones de las violaciones del entrenador asistente.

Sin embargo, Garban no externó esta información al Consejo, lo que provocó la que ya es considerada, la peor crisis en toda la historia de  Penn State.

El último castigo

Y por si todo el escándalo no fuera suficiente, la Asociación Deportiva de Estados Unidos (NCAA, por sus siglas en inglés) emprendió acciones severas contra Penn State.

Entre las medidas calificadas como sin precedentes por muchos medios, está una multa de 60 millones de dólares en castigo al escándalo que sacudió uno de los programas deportivos más grandes y lucrativos de los Estados Unidos.

A la lista de sanciones se le agrega el retiro de todas las victorias conseguidas por Joe Paterno entre 1998 y 2011.

El informe de la investigaciones de  Louis Freeh se convirtió en la manera de encontrar a los culpables, pero a la vez fue la forma en que la misma universidad se puso en el ojo del huracán.

La NCAA dijo que la multa de 60 millones de dólares es equivalente a los ingresos brutos anuales del programa de fútbol americano.

El dinero se debe depositar en un fondo para programas externos para prevenir el abuso sexual o dar asistencia a las víctimas.

“El fútbol americano nunca volverá a ser puesto por encima de educar, cuidar y proteger a los jóvenes”, dijo el presidente de la NCAA, Mark Emmert.

En Washington, la Casa Blanca dijo que el presidente Barack Obama cree  que ésta “era la decisión correcta”.

Al final, Penn State y los acusados del escándalo están pagando caro por ocultar un crimen por más de 10 años, aunque hoy se grita a los cuatro vientos. (AP)

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