Papa Francisco: Rompe el tabú

Rompiendo paradigmas y dejando atrás la pompa y circunstancia del papado, Francisco se paseó por el centro de Río o por la playa de Copacabana en un vehículo descubierto saludando a cientos de miles de personas que lo aclamaban casi en delirio. Besó niños, estrechó manos, agitó banderas, y hasta tomó  mate, como todo buen argentino.

Y sus declaraciones cimbraron a conservadores y tradicionalistas: 

Norma Garza Norma Garza Publicado el
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"Francisco, no es un nombre sino un proyecto
de Iglesia. Una Iglesia pobre, humilde, despojada del poder,
que dialoga con el pueblo"
Leonardo BoffTeólogo de la liberación
"En la curia hay gente santa, de verdad. Pero también hay una corriente de corrupción. Se habla del ‘lobby gay’, y es verdad"
Papa Francisco
"Todavía no he encontrado a nadie en el Vaticano que me muestre una tarjeta de presentación ‘gay’"
"No debemos marginar a la gente por esto, deben ser integrados a la sociedad"
"No se puede imaginar una Iglesia sin mujeres activas. Sobre la ordenación de las mujeres la Iglesia ha hablado y ha dicho no. Lo dijo Juan Pablo II con una formulación definitiva. Esa puerta está cerrada"
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Rompiendo paradigmas y dejando atrás la pompa y circunstancia del papado, Francisco se paseó por el centro de Río o por la playa de Copacabana en un vehículo descubierto saludando a cientos de miles de personas que lo aclamaban casi en delirio. Besó niños, estrechó manos, agitó banderas, y hasta tomó  mate, como todo buen argentino.

Y sus declaraciones cimbraron a conservadores y tradicionalistas: 

“Si una persona es gay y busca a Dios, y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?”, fue la frase que estremeció al mundo y que el Papa Francisco dijo a los periodistas durante su vuelo de regreso a Italia. 

Ya relajado, después de la satisfacción de haber reunido en su última misa a más de 3 millones de fieles en Copacabana, el Pontífice católico se explayó y habló de lo esperado, el papel de la mujer en la Iglesia: 

“No se puede imaginar una Iglesia sin mujeres activas”, y precisó, “sobre la ordenación de las mujeres la Iglesia ha hablado y ha dicho no. Lo dijo Juan Pablo II con una formulación definitiva. Esa puerta está cerrada”.

Antes, durante una semana en la ciudad más importante de Brasil, el Papa presidió eventos multitudinarios al margen de la conferencia “Jornada Mundial de la Juventud” pidiendo a jóvenes de 170 países que “saquen la Iglesia a la calle, armen lío en las diócesis, exijan cambios y salgan sin miedo, a evangelizar”.

Sobre la pobreza fue contundente: “Amen la pobreza y no se comporten como príncipes. Pierdan el temor a involucrarse en temas sociales y reconquisten a los fieles que se fueron hacia iglesias evangélicas o abandonaron toda religión”.

El papa se dirigió varias veces a los jóvenes, a quienes pidió “meterse en la vida”: “Ofrezcan una respuesta cristiana a las inquietudes sociales y políticas, y eviten la apatía”.

“El diálogo es la mejor opción entre la indiferencia egoísta y la protesta violenta”, les dijo a los políticos, y les recordó que deben ser responsables y trabajar por el bien común.

En la última misa, que fue una fiesta de cantos y ritmos en Copacabana, se reunieron los presidentes liberales de América Latina. Las presidentas de Brasil y Argentina, Dilma Rousseff y Cristina Kirchner, así como Evo Morales, boliviano. 

Felices y en lo que parecía un delirio por ver al Papa que ya llaman “de los pobres”,  decenas de personas entraron al mar. Ahora veremos la trascendencia de este primer viaje internacional del Francisco, y lo que podría significar para el futuro de la Iglesia Católica. 

‘¿Quién soy yo para juzgarlos?’

Por Jorge Mireles 

“Si alguien es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad ¿quién soy yo para juzgarle?”.

Con estas palabras históricas y sin precedentes el Papa Francisco sigue marcando la pauta de su pontificado.

Todavía en el avión que lo sacó de Brasil, el líder religioso no tardó en continuar la línea revolucionaria que está caracterizando su mando al frente de la Iglesia Católica.

“No debemos marginar a la gente por esto, deben ser integrados a la sociedad”, aseveró frente a la prensa que lo acompañaba.

Francisco no esquivó preguntas y procuró contestar con un tono desenfadado y coloquial, ese que le ha valido más adeptos en apenas unos meses en el cargo.

Jorge Mario Bergoglio rompe por completo con el discurso de su antecesor, el Papa emérito Benedicto XVI.

En 2005 el entonces pontífice alemán firmó un documento en el cual los hombres con profundas tendencias homosexuales no deberían ser sacerdotes.

Ahora Francisco intenta mostrar una cara más incluyente y conciliadora de la Iglesia católica, aunque sin invitar a los homosexuales a ser sacerdotes, da un mensaje de inclusión en la sociedad, y aclara: 

“El problema no es tener esta tendencia, todos necesitamos ser hermanos. El problema es tener un lobby. Hay muchos grupos de presión, con esta tendencia, lobbys políticos, el lobby, ese es el gran problema”.

En repudio a los males que pesan en la curia: intrigas, corrupción, peleas intestinas y pederastia, los temas tuvieron  repercusiones inmediatas. 

Nichi Vendola, gobernador de la región de Puglia y el primero abiertamente homosexual en Italia en ocupar una gobernación, publicó la agencia de noticias The Associated Press: “De un solo golpe llevó a cabo una brillante operación al separar el tema de la homosexualidad del de la pedofilia”. 

Junto a Vendola, muchos activistas y simpatizantes de los derechos de la comunidad homosexual aplaudieron las palabras de Bergoglio.

Sobre las intrigas dentro del Vaticano, el Papa que habla franco y sin rodeos contestó: “La última vez que hubo dos Papas no se hablaban entre ellos, se peleaban para ver quién era el verdadero. Yo quiero mucho a Benedicto XVI. Es como tener al abuelo en casa”.

A pesar del arduo trabajo de la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro a sus 76 años, el argentino no se molestó en sentarse ni en establecer un cerco para las decenas de periodistas invitados de diferentes países que abordaron el mismo avión Airbus A330 de Alitalia.

Irremediablemente llegó el momento de hablar de uno de los temas más polémicos y, quizás, la pregunta más difícil que la prensa le hizo: la situación del afamado “lobby gay” que presuntamente orilló a Josep Ratzinger a renunciar.

En junio pasado, Francisco habría reconocido abiertamente la existencia de este “cabildeo homosexual en el interior de la Santa Sede”.

Tal aseveración la hizo durante un encuentro con la directiva de la Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosas y Religiosos, según publicó la web chilena Reflexión y Liberación.

En dicha reunión, el Papa supuestamente comentó: “En la curia hay gente santa, de verdad. Pero también hay una corriente de corrupción. Se habla del ‘lobby gay’, y es verdad, está ahí, hay que ver qué podemos hacer”.

En esta ocasión, cuando se le preguntó de dicho tópico, Francisco comentó: “Mucho se ha escrito sobre este ‘lobby de cabildeo gay’. Todavía no he encontrado a nadie en el Vaticano que me muestre una tarjeta de presentación ‘gay’”.

Aseguró que el problema no es la orientación sino “aprovecharse de esta orientación para presionar”.

El misterio de Copacabana

Por Félix Arredondo

Todavía no podría explicarse el por qué Francisco llenó las plazas, pero su influencia no tiene precedentes.

Se puede creer o no. Se puede creer en cosas distintas. 

Se puede ser católico, musulmán, o budista, o hasta ateo. 

Sin embargo, en lo que todos probablemente estén de acuerdo es que lo acontecido en Brasil en la última semana,  fue un fenómeno insólito que llamó la atención del mundo. 

Y es que las escenas de lo ocurrido en Brasil durante la visita del Papa Francisco la semana pasada simplemente son tan impactantes que nos obligan a plantearnos al menos algunas preguntas como estas:  

¿Qué fue lo que motivó a más de 3 millones de personas, en su mayoría jóvenes,  para reunirse a la orilla del mar, en las playas de Copacabana para estar con el Papa Francisco?

¿Qué dijo este Papa que no hubiesen dicho antes otros tan carismáticos como Juan Pablo II? 

¿Qué dice, pero sobre todo qué hace un hombre de 77 años de edad para poder inspirar y emocionar a los millones de jóvenes que durmieron en la playa con tal de vivir la experiencia multitudinaria con este Papa?

Es probable que haya muchas y variadas explicaciones del fenómeno. Sin embargo, también la respuesta podría ser que se trata de un misterio. 

Un misterio, porque  como lo ha dicho el propio Papa Francisco: “tal vez hemos reducido nuestro hablar del misterio a una explicación racional; pero en la gente, el misterio entra por el corazón. En la casa de los pobres, Dios siempre encuentra sitio”.

Y aunque ciertamente es complicado tratar de explicar el misterioso fenómeno de Copacabana, no es difícil adivinar que el Papa Francisco desde el primer momento de su pontificado entró por el corazón, como entran los misterios, al sentimiento de muchos millones de personas.  

Y es que  partir de que el mundo supo que el jesuita argentino Jorge Mario Bergoglio fue elegido Papa, Francisco se “echó a la bolsa” a millones de personas en el mundo. 

Aquel cardenal argentino era distinto. No era como muchos otros de su rango. 

Un Papa humilde

Francisco se ha mostrado al mundo como de una persona humilde que por decisión propia solía viajar en autobús aun y cuando ya era cardenal. 

Y que, no obstante que ya había sido declarado Papa electo, decidió viajar en el mismo autobús que los “otros muchachos” –sus compañeros los cardenales– para asistir a una cena que se les ofrecía a todo el colegio cardenalicio. 

Rechazó las zapatillas rojas de lujo que suelen usar los Papas. Prefirió una silla de madera a una recubierta de oro. Optó por  dormir en una recamara austera.

Después, el jueves santo, les lavó los pies a jóvenes  de un reclusorio. 

Y lo más sorprendente: quiere una  Iglesia pobre y para los pobres. 

De ahí que si hubiera una forma definir en una frase la principal característica del pontificado del Papa Francisco, bien se podría decir que es el Papa de los pobres. 

Probablemente por eso, el teólogo Leonardo Boff, uno de los más destacados exponentes de la teología de la liberación dice: 

“Francisco, no es un nombre sino un proyecto de Iglesia. Una Iglesia pobre, humilde, despojada del poder, que dialoga con el pueblo.”

Francisco de acuerdo con la liberación 

Cualquiera diría que todos los Papas, cardenales,  obispos, y católicos creen en lo mismo porque dicen creer en el evangelio de Cristo. 

Pero no. En la práctica frecuentemente hay diferencias de fondo, aun dentro de la Compañía de Jesús, sobre lo que tendrían que hacer los católicos para practicar el Evangelio.

Solo hay que recordar el inacabado debate sobre la teología de la liberación que suscitó condenas, regaños y hasta exclusiones en contra de quienes predicaban sus postulados. 

Más aún en contra de aquellos curas que trataron de justificar el uso de la violencia, como lo hicieron Hidalgo y Morelos en su tiempo, por su afán de liberar a los pobres y oprimidos.  

El jesuita Jorge Mario Bergoglio en los años 70 nunca fue un activista. Nunca tomó las armas ni apeló a los métodos violentos, como otros de su generación sí lo hicieron. 

Sin embargo, no por eso dejo de creer que la opción preferencial de la Iglesia Católica son los pobres.  

De ahí que en su primer discurso a los cardenales, obispos y clérigos en Brasil, el Papa les dijo claramente a sus ministros que “el trabajo pastoral no se basa en la riqueza de los recursos, sino en la creatividad del amor”. 

Reconoce sí, “que es necesario la tenacidad, el esfuerzo, el trabajo, y la organización pero que hay que saber ante todo que la fuerza de la Iglesia no reside en sí misma sino que reside en las aguas profundas de Dios”.

Con una profundidad admirable, les recordó a los obispos que la “Iglesia no puede alejarse de la sencillez, pues de lo contrario olvida el lenguaje del misterio. Se queda afuera, a las puertas del misterio, y,  por supuesto, no consigue entrar en aquellos que pretenden de la Iglesia lo que no pueden darse a sí mismos, es decir, a Dios.”

El viejo más joven en la playa brasileña

Las multitudes que reunió en sus eventos de la Jornada de la Juventud, fue sorprendente ver que en todas partes los jóvenes seguían sus pasos y lo escuchaban con atención.

Otra de las razones que pudieran llevar a explicar parte del misterio de Copacabana, es que el Papa Francisco quizá sea el joven rebelde más viejo del mundo.

Con sus 77 años a cuestas es un revolucionario, y no se rinde. Se rebela contra el inmovilismo en el que parece haber caído la Iglesia Católica.

Cada día sorprende. 

Y no ha faltado quien afirme que será el Papa Francisco quien decrete el fin del celibato obligatorio para sacerdotes católicos.  

Ha demostrado su deseo de limpiar la casa Vaticana. De permitir que entre el aire nuevo. Quiere revitalizar la institución de la Iglesia. 

En su convocatoria a la revolución y a la rebelión les dijo a los jóvenes reunidos en Copacabana: 

“Yo les pido que sean revolucionarios, que se revelen contra lo provisional que cree que ustedes no son capaces de asumir responsabilidades”.

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