Un hombre de 35 años envenenó a sus hijas de dos y cuatro años respectivamente, antes de quitarse la vida con la misma sustancia.
La Guardia Civil de España investiga el caso como un posible acto de violencia vicaria, ya que el agresor tenía una orden judicial que le prohibía acercarse a su expareja, madre de las niñas.
La madre encontró los cuerpos de las tres personas sin vida dentro de la vivienda del presunto agresor durante la noche del domingo 17 de marzo. Aunque se sospecha que la causa de los decesos fue una sustancia venenosa, se esperan los resultados de la autopsia para confirmarlo.
Padre tenía antecedentes de agresión
Tanto el padre como la madre de las niñas son de origen rumano. El hombre tenía antecedentes penales por agresión física hacia su expareja, quien había tramitado una orden de alejamiento en su contra, aunque esta no le impedía convivir con las hijas. Tras el incidente, la mujer se registró en el sistema VioGén, destinado a víctimas de violencia de género.
El ayuntamiento de Almería ha decretado tres días de luto en memoria de las niñas, que serán enterradas por la autoridad municipal. Además, se ofreció apoyo psicológico a la madre por parte del gobierno.
La comunidad local está consternada por este trágico suceso, mientras que la Guardia Civil continúa con la investigación para esclarecer los detalles de lo ocurrido en Las Alcubillas de Alboloduy.
¿Qué es la violencia vicaria?
La violencia vicaria es un concepto relativamente nuevo que se refiere a la forma en que los agresores pueden usar a los hijos como herramientas para controlar, manipular o causar daño a sus parejas o exparejas.
Esta forma de violencia puede manifestarse de diversas maneras, como manipular a los hijos para que actúen en contra del otro progenitor, utilizar la custodia como un medio de coerción o incluso incitar a los hijos a presenciar o participar en actos violentos.
A diferencia de la violencia directa, donde el agresor actúa directamente contra la víctima, en la violencia vicaria, el agresor utiliza a los hijos como intermediarios o como una extensión de su propia conducta violenta.
Esto puede tener graves consecuencias emocionales y psicológicas para los hijos, quienes pueden experimentar estrés, ansiedad, confusión y lealtades divididas entre sus padres.
Con información de EFE