Donald Trump está despertando al fantasma de Watergate. La mala relación del actual presidente de Estados Unidos con el FBI recuerda cuando el fiscal especial Archibald Cox fue destituido en los setenta porque sus investigaciones lo condujeron a la Casa Blanca. El despido del exsubdirector del FBI Andrew McCabe este viernes crea un paralelismo entre el proceso que provocó la renuncia de Richard Nixon y las decisiones de Trump. Estas similitudes, entre otras, han bautizado el caso más reciente como el Rusiagate.
McCabe fue despedido por el fiscal general Jeff Sessions dos días antes de recibir el beneficio de su jubilación. El exfuncionario renunció en enero, pero planeaba continuar con su trabajo hasta este domingo, cuando aplicaba su retiro.
Sessions argumentó en un comunicado que decidió separar al exsubdirector de su cargo porque publicó información no autorizada en medios de comunicación. La destitución puede provocar que McCabe no reciba el dinero de su jubilación después de trabajar por más de 21 años como agente.
Trump celebró la expulsión de McCabe en Twitter. El presidente dijo después del despido del exfuncionario que era un gran día para los hombres y mujeres que trabajan en el FBI y para la democracia.
McCabe denunció que su despido era un intento de desacreditarlo como testigo en la investigación del fiscal especial Robert Mueller, quien está indagando sobre una posible injerencia de Rusia en las elecciones estadounidenses de 2016.
“Este ataque a mi credibilidad es parte de un esfuerzo mayor, no solo para difamarme personalmente, sino para manchar a los profesionales del FBI, la policía y la inteligencia en general”, argumentó McCabe en el pronunciamiento que emitió después de su destitución.
El exsubdirector del FBI habló con Trump en diferentes ocasiones para obtener información sobre casos que investiga el buró. Mueller tiene en su poder memorandos escritos por McCabe que comprueban las conversaciones de este con Trump, según le dijo a CNN una fuente anónima.
Despedir al enemigo
Ante estas declaraciones y acciones de Trump, diputados demócratas y periodistas establecieron una relación entre la forma en la que está actuando el presidente y las decisiones de Nixon durante el escándalo de Watergate.
En los setenta, Archibald Cox, fiscal especial del caso Watergate, fue destituido para que no continuara con la investigaciónque comenzó cuando la policía arrestó a cinco hombres en la sede del Comité Nacional Demócrata en el complejo de Watergate en Washington.
Uno de los detenidos era James McCord Jr., jefe de seguridad del comité para la reelección de Nixon. En un principio no se involucró al entonces presidente, pero meses después Cox encontró el vínculo con la Casa Blanca.
En lo que se conoció como la Masacre del sábado en la noche, el fiscal especial fue despedido por orden de Nixon. Después se inició un proceso de destitución contra el jefe de Estado, quien renunció en 1974 y se convirtió en el único presidente de la historia de Estados Unidos en dimitir.
Trump repite la estrategia de Nixon al ordenar que se despida a un miembro del FBI que forma parte de la investigación en la que puede resultar culpable, sin embargo, exmiembros del buró no se quieren quedar callados hasta que el actual presidente sea castigado.
Este fin de semana los conflictos entre Trump y el FBI se agudizaron y un exdirector de la CIA se sumó a la discusión. James Comey, director del FBI hasta que fue despedido por Trump, y John Brennan, quien estuvo al frente de la CIA entre 2103 y principios de 2017, criticaron vía redes sociales al presidente luego de que se conociera el despido McCabe.
El exdirector del FBI publicará su autobiografía titulada A higher loyalty: truth, lies, and leadership el próximo 17 de abril. Dos días antes, será entrevistado en el programa 20/20 de la cadena ABC.
Brennan dijo en el Senado que Trump intentó convencerlo para que dejara atrás la investigación sobre las comunicaciones de su asesor Michael Flynn con funcionarios rusos durante la campaña presidencial. A finales de 2017, Flynn se declaró culpable de mentirle al FBI sobre este tema y accedió a colaborar con Mueller.
Las posibilidades de que la investigación contra Trump tengan el mismo desenlace que el caso Watergate son pocas porque cuenta con el apoyo de su partido. Los republicanos que lideran el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes de Estados Unidos ya dieron carpetazo a las pesquisas porque no encontraron ninguna relación entre la campaña de Trump y el Kremlin.
La investigación de Mueller ha sido un proceso largo que no parece terminar. El último paso en esta averiguación es interrogar a Trump, quien está dispuesto a testificar bajo sus propios términos.
La Casa Blanca ya quiere cerrar el caso y los abogados del presidente exigen a Mueller que fije una fecha para poner fin a la investigación, en concreto unos 60 días después del interrogatorio, según informó este mes el diario The Wall Street Journal.