Kumiko Kosaka, una monja japonesa de 42 años, fue detenida en Argentina acusada de entregar niños sordos a curas para ser violados.
Los menores que tenían a su cuidado eran abusados sexualmente en el Instituto Provolo de Mendoza en ese país. La religiosa formaba parte del colegio desde 2007, pero durante seis años era “el demonio con cara de mujer” detrás de las violaciones, dijo uno de los abogados de las víctimas al diario El País.
En marzo de este año, una de los niñas que fue abusada dijo que cuando tenía apenas cinco años, la monja le puso un pañal para ocultar el sangrado producido por una violación.
Kosaka elegía a los niños más “sumisos” y los entregaba a los sacerdotes de la orden. La religiosa forma parte de la congregación Nuestra Señora del Huerto y, desde su llegada al Provolo, tuvo a su cargo el cuidado de los 43 niños que en 2007 dormían en el instituto.
No es la primera vez que ocurre un incidente así en este colegio pues en diciembre de 2016, se detuvo a los sacerdotes Nicolás Corradi, de 82 años, y Horacio Corbacho, de 56 años, acusados de abuso sexual agravado con acceso carnal y sexo oral contra una veintena de niños hipoacúsicos de entre 10 y 12 años.
De acuerdo con el diario español los menores eran forzados a ejercer sexo oral e incluso fueron violados y golpeados. Otra de las víctimas señala que Kosaka la enviaba a la habitación de Corbacho para ser abusada.
Algunos testimonios dijeron que la monja veía pornografía y participaba en tocamientos a niñas además de pedirles que se tocaran entre ellas.
“Los golpeaba sistemáticamente y el más sumiso era entregado a los violadores. El que se rebelaba se salvaba de los abusos”, dijo Sergio Salinas, abogado de la investigación del caso Kosaka.
Pese a que los abusos se conocían desde 2008, el tema no fue tratado por la justicia. Fueron las declaraciones de los testigos las que reabrieron el caso. Carlos María Franzini, voz oficial estuvo a cargo del arzobispo del instituto, señaló:
“Quiero aclarar mirándolos a los ojos, con las manos limpias y la conciencia tranquila, que nunca fuimos notificados de antecedentes penales que pesaran sobre ninguno de los sacerdotes imputados. Tampoco hemos recibido denuncias o comentarios sobre irregularidades que hubieran sucedido en dicho Instituto”.
“Soy una persona buena que he entregado mi vida a Dios”, dijo la monja tras ser detenida.