Migrantes, ¿fuerza laboral perdida?
Las personas que dejan sus lugares de origen en edad para trabajar aumentan y provocan que los países se queden sin la parte más productiva de sus posibles empleados, pero este fenómeno no siempre se traduce en pérdidas económicas
Mariana RecamierLos flujos migratorios provocan pérdidas de fuerza laboral que en algunos países se traducen en bajas económicas y en otros se convierten en ganancias.
La problemática que unifica esta situación es que la cantidad de personas en edad para trabajar que migran ha aumentado en los últimos años a nivel mundial, lo que deja a algunos países sin la parte más productiva de su fuerza laboral, de acuerdo con la segunda edición del informe Estimaciones mundiales sobre los trabajadores migrantes internacionales de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
En el reporte publicado este mes, la OIT estima que 164 millones de personas dejaron sus lugares de origen en busca de trabajo entre 2013 y 2017, un aumento del 9 por ciento desde 2013, cuando la cifra era de 150 millones.
El estudio clasifica a estas personas como trabajadores migrantes y el término alude a los individuos en edad de trabajar que están empleados o desempleados en el país de residencia en que se encuentran.
Además, alrededor de 87 por ciento de los trabajadores migrantes pertenecen al grupo de edad más productivo, entre 25 y 64 años. Esto sugiere que algunos países de origen están perdiendo la parte más productiva de su fuerza de trabajo lo cual, señala el informe, podría tener un impacto negativo sobre su crecimiento económico.
Estas cifras también representan un incremento de la proporción de trabajadores migrantes de sexo masculino, de 56 por ciento a 58 por ciento, entre 2013 y 2017, y una disminución de dos puntos porcentuales en la participación de las mujeres, de 44 por ciento a 42 por ciento, durante el mismo período de tiempo.
“La discriminación que con frecuencia deben enfrentar las mujeres migrantes a causa del género y la nacionalidad provoca un menor acceso a oportunidades de empleo en los países de destino en comparación con sus pares masculinos”, declara Manuela Tomei, directora del Departamento Condiciones de Trabajo e Igualdad de la OIT.
Por otra parte, economistas puntualizan que no se puede generalizar acerca del fenómeno migratorio en todo el mundo y sus repercusiones económicas.
Como ejemplo, el especialista señala que el 80 por ciento de centroamericanos que migran representan trabajo no calificado, es decir, son personas que sólo tienen educación básica lo que significa que sólo pueden establecerse en empleos informales o como mano de obra.
“Son poblaciones expulsadas del campo hacia las ciudades por la baja productividad y por el deterioro de los recursos naturales. Al no encontrar tampoco empleo en zonas urbanas, sobre todo en economía formal por su descalificación, migran de sus países”, afirma Tenorio Aguilar.
El economista añade que los migrantes de Centroamérica no significan una pérdida económica para sus países de origen cuando deciden migrar y tampoco una ganancia para las naciones que los reciben por su falta de preparación.
Fuerza laboral que regresa en forma de dinero
El informe del OIT no considera fenómenos como las remesas. Algunos países obtienen más recurso de que los ciudadanos migren y envíen parte del sueldo a sus familias que si trabajaran en su lugar de origen.
“El mejor producto de exportación en países como México son sus propios ciudadanos. Es más fuerte lo que envían que si trabajaran aquí porque las remesas activan el mercado interno, ese dinero se utiliza en consumo de electrodomésticos, pago de rentas y deudas…”, dice Tenorio Aguilar.
El segundo mayor ingreso neto de dólares a México en los primeros meses de 2018 fueron las remesas familiares. El monto de este recurso que envían los mexicanos acumulado entre enero y octubre del presente año alcanzó 27 mil 616 millones de dólares, de acuerdo con el registro del Banco de México. La cantidad promedio mensual enviada fue de 323 dólares.
La pérdida ecónomica depende de los estudios
En algunos países la pérdida de fuerza laboral sí se traduce en bajas económicas porque las personas que migran tienen mínimo educación media superior y pueden abonar a la economía formal.
“Ocurrió con la crisis en Grecia hace cinco años. La población que más migró de Grecia a Italia, Alemania, Francia y todavía un poquito hacia España eran personas de entre 31 y 46 años con educación media superior”, asegura el economista.
Entre 2008 y 2013, más de 220 mil griegos, licenciados en su mayoría, huyeron del país por la peor crisis económica de los últimos tiempos en Europa. Hasta junio de 2016, eran 427 mil.
Una encuesta del Instituto Universitario Europeo encontró que de los que emigraron, nueve de cada 10 tiene un título universitario y más de 60 por ciento un grado de maestría, mientras que el 11 por ciento posee un doctorado.
En 2016, la fuga de personas le costó a Grecia 9 mil 100 millones de euros, los que dejó de ingresar en impuestos y contribuciones, frente a los 8 mil millones que había invertido en su formación; a la inversa, los expatriados aportaron 12 mil 900 millones al Producto Interno Bruto de los países de acogida, según la consultora McKinsey Greece & Cyprus.
“Es una pérdida porque es trabajo calificado que agrega valor porque esas personas se emplean en la economía formal”, señala el economista.
EU se beneficia
El informe de la OIT también proporciona un panorama completo de las subregiones donde los migrantes trabajan. La fuerza laboral se acumula sobre todo en países como Estados Unidos y Canadá. De acuerdo con el estudio, un 23 por ciento de los migrantes con edad para trabajar se encuentran en América del Norte, un 23.9 por ciento en el norte, sur y oeste de Europa, y un 13.9 por ciento en los países árabes.