El ejército israelí realizó una misión de rescate para rescatar a Luis Har y a su cuñado Fernando Marman. Foto: Especial

Liberados de Gaza comparten experiencia como rehenes de Hamás

Clara Marman y Luis Har estuvieron como rehenes por 53 y 129 días, respectivamente; tiempo en el que convivieron con los representantes del grupo terrorista

En el segundo piso de una casa, de la cual Clara Marman y Luis Har desconocían su paradero, la pareja convivía a diario con representantes de Hamás durante su cautiverio como rehenes en Gaza

Por momentos, los terroristas les pasaban sus cuchillos por sus rostros con el propósito de hacerles crecer el miedo, pero ese sentimiento Clara y Luis lo llevaban cargando desde el día en que los alejaron de su hogar y de sus familias.

El 7 de octubre de 2023, Clara hospedaba en su casa, en el kibutz Nir Itzjak, a su Luis, su pareja; a sus dos hermanos y a una sobrina. Juntos, habían celebrado el Shabat, pero en la madrugada de ese día las alarmas por misiles se prendieron y no pararon pasados los 10 minutos como estaban acostumbrados.

“A las 6:30 de la mañana les avisé a todos mis invitados que había alarma, algo que en mi zona estamos acostumbrados, pero empezaron y no terminaron. Ese día fue algo mucho más grande, no fue un misil, sino centenares”, relata Clara.

Al desconocer lo que ocurría, por medio de redes sociales y la televisión comprendieron que no solo en su kibutz se estaba dando el ataque de terroristas, sino también en otras ciudades cercanas a la franja de Gaza.

Así fue el secuestro de Clara Marman y Luis Har

Una vez enterados de que las alarmas se prendieron, en parte, por el ingreso de terroristas a territorio israelí, Luis Har, Clara Marman y su familia ingresaron al cuarto blindado de su casa y, al paso de los minutos, los cristales de las ventanas se rompieron por el acceso violento de los integrantes de Hamás

Aunque con ayuda de una silla y palos intentaron mantener cerrado el cuarto en el que se encontraban, los intrusos abrieron y comenzaron a balear la habitación. Gracias a que las cinco personas se ubicaron en la esquina detrás de la puerta, las balas no los alcanzaron, pero con actos violentos fueron sacados de la casa.

Clara detalla que en cuanto salieron de la habitación y recorrieron su casa para llegar a la puerta, notaron que todo estaba totalmente destrozado, incluyendo las vajillas, mientras que la ropa la sacaron en búsqueda de dinero o armas.

Después de llevarlos al límite de Israel en una camioneta blanca, Luis, Clara, sus hermanos y su sobrina, fueron direccionados a un túnel que los condujo 40 metros bajo tierra aproximadamente; un sitio en el que creyeron no volver a ver la luz del sol.

“(En el túnel) iban dos terroristas delante de nosotros, dos en medio y dos atrás empujándonos con sus armas. Había desniveles, lo que hizo que tuviéramos que agacharnos y gatear para poder pasar. (En el camino) nos preguntaban que si éramos judíos y nosotros decíamos: ‘Argentina, Argentina, Messi, Messi’, lo que pensamos que podía ayudarnos”, narra Luis.

Después de tres o cuatro horas de camino, los cinco fueron llevados hacia unas escaleras que, finalmente, los llevó a volver a ver el sol; era un gallinero donde había pavos. Allí arriba, a las tres mujeres se les entregaron ropas típicas, quedando cubiertas de pies a cabeza a excepción de sus ojos.

Representantes de Hamás vigilaban a los rehenes

Los Marman y Luis fueron subidos a un auto más donde, después de varias vueltas con el objetivo de distraerlos, los bajaron en una casa donde vivieron como rehenes junto a cinco representantes de Hamás.

En los primeros días, Clara asegura que había grandes cantidades de comida, la que fue escaseando con el paso de los días. En una ocasión, un terrorista subió con un bulto de papas y se acercó a ella para pedirle que las cocinara, lo que ella no se negó a hacer, pero les sugirió que Luis era quien cocinaba y, sin no ellos tenían problema, él podía encargarse de esa tarea.

Durante su estancia como rehenes, todos hablaban en castellano para evitar que, de lo poco que los terroristas sabían de hebreo, entendieran lo que platicaban, como los sobrenombres que les pusieron; sin embargo, a la hora de la comida, intercambiaban algunas palabras con quienes los vigilaban las 24 horas del día, entre otras cosas, sobre el ejército israelí.

Al día 53 desde su secuestro, Clara, su hermana y su sobrina fueron liberadas gracias a un acuerdo al que se llegó entre las autoridades: mujeres y niñas israelíes por prisioneros ubicados en cárceles de Israel.

“En ese momento dije: ‘vamos a quedarnos, en unos días nos sacan’, pero no fue así, no pude decidir cuándo salir, así que nos liberaron a nosotras. En el camino (de regreso a Israel) pasamos por el paso de Egipto, nos subieron a un helicóptero y llegamos al hospital de Sheba, donde nos recibieron de una forma maravillosa.

“Saliendo del cautiverio pensábamos que llegaríamos a Israel sin ropa, que nos iban a hacer una interrogación y que tendríamos que tomar un taxi sin tener plata ni tarjeta, pero el recibimiento fue grandioso, con calor humano”, asegura Clara.

El cautiverio en Gaza sin las mujeres y con escasez de comida

Luis relata que los primeros días sin las mujeres fueron muy difíciles, pues aunque él y Fernando, hermano de Clara, tenían la tranquilidad de que estaban a salvo, pensaban en ellas y en sus familias todo el tiempo.

Para evitar que ambos decayeran por la carencia de comida que con el paso de los días se convertía en un pedazo de pan pita o una papa, y por la guerra psicológica que recibían de Hamás al asegurarles todo lo que hacían mal el ejército y el gobierno de Israel, Luis y Fernando comenzaron a soñar que viajaban a Argentina, a Bariloche, a lugares donde quisieran llegar; y hablaban de comida, de recetas que harían para el fin de año.

“Los días se hacían largos, muy difíciles, me faltaba el abrazo de los nietos, los sentía en el cuerpo, me hacía falta ese calor, y a veces se me salían lágrimas y no quería que Fernando se cayeron conmigo y le decía: ‘me cayó algo en el ojo’, pero él sabía”, confiesa Luis.

Después de 129 días como rehenes, una noche el panorama cambió por el ruido de una explosión. En un instante, Luis escuchó que le llamaban por su nombre: era el ejército israelí que llegó a Gaza en una misión de rescate.

“En ese momento sentía tranquilidad porque sabía que estaba en buenas manos; entonces, bajamos desde el segundo piso y nos fueron llevando por diferentes caminos, siempre protegiéndonos. Llegó un helicóptero y nos llevó a un hospital donde nos recibieron de una forma extraordinaria. Empezó la atención médica con revisiones completas, con especialistas, y estuvieron con nosotros toda la noche”.

Hasta el día en que se redactó este texto, tanto Luis como Clara y su familia siguieron recibiendo atención médica y de rehabilitación por parte del hospital Sheba Tel Hashomer Hospital.