Las promesas rotas
En Egipto, las elecciones democráticas después de la caída del ex dictador Hosni Mubarak representaban la materialización de los objetivos de la Primavera Árabe.
Por primera vez en décadas, los egipcios visitaron las urnas electorales con la idea firme de elegir un líder por mayoría popular.
Sin embargo, el curso de esta historia nos ha demostrado que está más plagado de promesas rotas que de objetivos cumplidos.
Ambos candidatos representan dos polos extremos de lo que en teoría debería de ser el candidato ideal: un líder moderado que pueda gobernar para todos.
Jorge Mireles
En Egipto, las elecciones democráticas después de la caída del ex dictador Hosni Mubarak representaban la materialización de los objetivos de la Primavera Árabe.
Por primera vez en décadas, los egipcios visitaron las urnas electorales con la idea firme de elegir un líder por mayoría popular.
Sin embargo, el curso de esta historia nos ha demostrado que está más plagado de promesas rotas que de objetivos cumplidos.
Ambos candidatos representan dos polos extremos de lo que en teoría debería de ser el candidato ideal: un líder moderado que pueda gobernar para todos.
En cambio, el destino del pueblo egipcio se inclinará entre el candidato del régimen o el islamista.
Ahmed Shafiq, último primer ministro del gobierno de Mubarak y aspirante favorito de los militares, es para muchos el remanente del viejo régimen caído.
Su oponente, Mohamed Morsi, candidato de la Hermandad Musulmana, se declara alejado de las cenizas de la dictadura, pero premiando un gobierno conforme al Islam.
El columnista Javier Valenzuela del diario El País definió así la situación actual de las elecciones: “Gane quien gane, Shafiq o Morsi, lo seguro es que no impulsará los objetivos de la revolución democrática.
Será una regresión hacia la primacía del orden a bastonazos o la interpretación más rancia de la fe musulmana”.
A la postre, el consejo militar ostenta el poder después de disolver el poder legislativo, pero prometió entregar el gobierno al presidente electo a finales de este mes.
El general de división Mohammed al Assar, un alto miembro del consejo de gobierno, argumentó que se traspasará el mando, sin precisar fecha exacta ni mencionar al posible candidato ganador, según la agencia de noticias oficial.
Las sospechas han sido tal por parte del electorado que tanto la Hermandad Musulmana como los movimientos revolucionarios se congregaron para protestar en la emblemática plaza Tahrir.
Piensan que los militares se quedarán con el Parlamento y le restará poder al presidente que resulte ganador.
Pero el temor más grande nace a partir de lo que podría ser una jugada para que los militares permanezcan de manera indefinida en el gobierno.
Cuando apenas se cerraban los comicios el domingo pasado, el consejo militar dictó una constitución interina.
Dicha Carta Magna provisional le da el poder necesario a los militares para tener el control del gobierno y subordinar al próximo presidente, según informó AP.
Todos ganadores, todos perdedores
De momento, ambos candidatos se declaran victoriosos. Morsi derrotó a Shafiq y Shafiq a Morsi, según sus respectivos equipos.
El lunes pasado, la Hermandad Musulmana, grupo político a favor de Morsi, declaró el triunfo de su candidato.
La Hermandad, acérrimo rival del gobierno de Mubarak, coreó “abajo el gobierno militar” después del anuncio de la derrota de Shafiq.
La respuesta vino solo un día después, cuando Ahmed Sarhan, vocero de Ahmed Shafiq, colocaba al ex primer ministro como nuevo presidente, sin importar que la Hermandad Musulmana declarara totalmente lo contrario.
En una conferencia de prensa, el vocero argumentó que Shafiq ganó por 51 por ciento de los votos, desmintiendo la presunta victoria de Morsi.
Sarhan añadió que su candidato superó al postulado por la Hermandad Musulmana por medio millón de votos, según publicó AP.
Y a pesar que el resultado se anunciará mañana jueves, las confrontaciones entre ambos bandos se caldean conforme se acerca el momento del veredicto final.
Una nueva oleada de inestabilidad se avecina en Egipto ya que cualquiera de los dos resultados dejará inconforme a gran parte de la población del país.
Los ingredientes están puestos: una junta militar que acapara los poderes legislativos, dos candidatos que se declaran ganadores y un electorado descontento y dispuesto a levantarse de nuevo.
Según Associated Press, para los activistas detrás del derrocamiento de Hosni , la elección parece una broma cruel que destrozó el sueño de un nuevo Egipto: libre, democrático y sin rastro del viejo sistema.
“Estoy frustrado y me pesa tener que elegir entre dos personas que odio. Tengo que elegir a un mal candidato solo para evitar el peor de los dos”, dijo un habitante de El Cairo.
“Esta elección es esencialmente para escoger un nuevo dictador”, dijo Ziad el-Oleimi, figura de la revuelta contra el ex dictador.
“La revolución continuará y restaurarán el derecho de quienes murieron en el levantamiento”, agregó en una entrevista para AP.
Tiempos difíciles se avecinan para el país del norte de África.
Mientras ambos bandos se pelean por ver quién es el ganador, el pueblo se desencanta por las promesas que la revolución nunca pudo cumplir después de tanto tiempo.
Las promesas que rompieron militares al disolver el Parlamento y una Primavera Árabe a la que cada vez más se le esfuma el sueño democrático.