La incertidumbre de vivir en la era Trump; inmigrantes no saben qué será de ellos

Mientras Trump amenaza con el fin definitivo del DACA y el TLCAN, muchas personas deben refugiarse dentro de iglesias para evitar ser echados de los Estados Unidos
Indigo Staff Indigo Staff Publicado el
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Incertidumbre es la palabra que resume la relación entre el presidente Donald Trump y los miles de migrantes indocumentados en Estados Unidos; el no saber qué pasará al día siguiente o cuánto tiempo seguirán en pie las leyes que los protegen.

Trump, el mismo hombre que el año pasado inició la revocación de la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA) y luego aseguró que quería proteger a los más de 800 mil dreamers, pero a cambio de fondos para el muro fronterizo, hoy tuiteó “no más DACA”.

El mandatario inició su jornada dominical en Twitter deseando un feliz Domingo de Pascua para los ciudadanos estadounidenses, minutos después despotricó contra las leyes y los congresistas que impiden a la Patrulla Fronteriza hacer su trabajo; expulsar a los indocumentados.

Todo parece indicar que Trump reaccionó ante un segmento de Fox and Friends, segmento de una de cadena a la que Trump rara vez acusa de propagar “fake news”, el cual mostró el avance de la caravana migrante a través de México y con rumbo a los Estados Unidos.   

El presidente señaló que los republicanos deben utilizar la llamada “alternativa nuclear” para conseguir la aprobación de leyes más severas contra los migrantes sin necesidad de una mayoría relativa, es decir, sin que los demócratas puedan meter las manos.

Trump culpó a México por no hacer lo suficiente para frenar el flujo de migrantes. “Se ríen de nuestra tontas leyes migratorias”, aseguró Trump, quien amenazó cancelar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte si el gobierno mexicano no para el flujo de droga y gente.

Estados Unidos no es Donald Trump

Aunque un importante número de estadounidenses apoyan la lucha de Trump contra los indocumentados, otro segmento de la misma sociedad da apoyo moral, económico y legal a quienes pelan por no ser deportados, principalmente aquellos que han vivido allí la mayor parte de su vida.

Uno de esos casos en el de Rosa Sabido, mujer mexicana de 53 años de edad y quien forma parte del grupo de 40 migrantes indocumentados que se han refugiado al interior de una iglesia para evitar la deportación, aunque con pocas esperanzas de obtener la documentación necesaria.

El diario The Washington Post (TWP) documentó el caso de Rosa, una mexicana que vive en Estados Unidos desde 1987, pero que desde el 2 de junio de 2017 ha encontrado en la Iglesia Metodista de Mancos un hogar seguro dentro de una nación cuyo presidente quiere verla fuera.

El caso de Rosa es muy representativo, pues no es una “dreamer” que pueda ser salvada por el DACA, pero tampoco es uno de esos peligrosos criminales que tanto cita Trump en sus discursos; es sólo una mujer que vendía tamales y trabajaba como secretaria para vivir.

Tras lograr aplazar su deportación, al menos en diez ocasiones, el abogado de Rosa le comunicó que no podía evitar una vez más su destino. Sin embargo, Craig Paschal, el padre de la iglesia le ofreció un refugio donde tendría una cama, comida y un techo para vivir.

“Comenzó a hacer las maletas, repentinamente asustada de que los oficiales de inmigración pudieran aparecer en su puerta (…) Guardó documentos que representan años de intentar legalizar su estado. Empacó fotos del papa y santos de causas imposibles. Le pidió a su padrastro que cuidará de sus cuatro perros”, narra TWP.  

Conforme pasaba el tiempo, Rosa recibía noticias menos alentadoras sobre su condición, dejó de leer noticias políticas y comenzó a experimentar la soledad de estar en un país que la quiere fuera y el miedo de volver a una nación que a la que hace años no visita y donde no tiene quien la espere.

Sin embargo, en una ocasión Rosa salió de la iglesia, sólo quería llegar a la acera, lo que encontró allí no fueron reclamos ni expresiones de odio, sino muestras de la comunidad que apoyaba su caso, pues sin saberlo, ella se había convertido en un icono para el poblado.

Al sentir el cobijo de la comunidad, Rosa comenzó a dar clases de cocina en la iglesia, principalmente sobre la receta de los tamales. Después, la mujer se involucró en clases de artes y algunas rutinas físicas y de meditación; la mujer había encontrado su lugar.

El estatus de Rosa sigue siendo incierto, al igual que el de miles de personas, pero ahora sabe que Estados Unidos no es Donald Trump. 

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