Parásitos del director surcoreano Bong Joon-ho hizo historia este fin de semana porque se convirtió en la primera producción en lengua no inglesa en ganar el Óscar a mejor película. La cinta se basa en diversas situaciones de Corea del Sur. Narra la historia de la familia Kim que vive en un pequeño departamento en un semisótano de Seúl y trabaja en empleos mal remunerados. Su situación cambia cuando son contratados por una familia que vive en una casa con muchas habitaciones e incluso un búnker.
Jorge Suárez Campero, internacionalista especializado en estudios coreanos, explica que la película galardonada toma elementos que existen en la sociedad surcoreana como los sótanos de Seúl y también retrata el estilo de vida de la clase alta, pero considera que ambas realidades no son una constante, sino situaciones extraordinarias.
“La película debe verse como un relato artístico, no es un documental y tampoco aspira a serlo. Toma cosas que existen como los sótanos, pero no es la regla de la sociedad surcoreana” , menciona el también integrante del Círculo de Estudios Coreanos.
El especialista detalla que desde los sesenta hasta los noventa hubo una línea continua de desarrollo económico y mejoramiento en las condiciones de la población en Corea del Sur. Luego, en los noventa, el país tuvo la estabilidad económica que mantiene hasta ahora.
En este sentido, el Índice de Desarrollo Humano (IDH) en Corea del Sur fue de 0.906 puntos en 2018, lo que representa una mejora respecto a 2017, cuando se situó en 0.903. Este indicador analiza la salud, la educación y los ingresos de los habitantes de un país.
Corea del Sur se encontraba en un buen lugar de este índice en 2018: presentó desarrollo humano muy alto y ocupó el puesto número 22 de 189 naciones. México fue el país 76 y Estados Unidos el 15.
El desarrollo inicial y la estabilidad posterior de la economía surcoreana permitieron a los gobiernos presupuesto para la educación, salud y desarrollo tecnológico y a los ciudadanos vivir más años.
Por ejemplo, la esperanza de vida de las personas en Corea del Sur ha crecido. En 2005 era de 80.6 años en las mujeres y 73.6 en los hombres y en 2019 de 84.4 para las primeras y 77.9 para los segundos.
Esta situación también se tradujo en una sociedad más equitativa en comparación con países como Estados Unidos y México. En 2018, Corea del Sur registró un coeficiente de Gini, indicador que se usa para medir la desigualdad en los ingresos dentro de un país, de 30.70, de acuerdo con el Índice de Desarrollo Inclusivo.
En este índice, el 0 representa una equidad perfecta, mientras que el 100 representa desigualdad absoluta. México presentó 45.90 y Estados Unidos 37.80 en 2018, es decir, los surcoreanos viven en menos desigualdad que los mexicanos y los estadounidenses.
Diseccionar Corea del Sur
La película muestra postales que reflejan realidades constrastantes en Corea del Sur. Las escenas hablan de una extrema disparidad entre las dos familias protagonistas a través de los lugares que habitan. Uno es una casa enorme con muchas habitaciones y el otro, un semisótano que se inunda durante las lluvias.
Los semisótanos se llaman banjiha y familias enteras viven en ellos en Seúl, sobre todo jóvenes que buscan ahorrar para pagar una casa en el futuro. En estos espacios no hay luz solar y durante el verano la humedad es insoportable debido al crecimiento del moho.
La raíz de la construcción de estos hogares se remonta hasta el conflicto entre Corea del Norte y Corea del Sur. En 1968, los militares norcoreanos entraron a Seúl en una misión para asesinar al presidente surcoreano Park Chung-hee.
Con ese antecedente, el gobierno de Corea del Sur actualizó sus códigos de construcción en 1970 y requirió que todos los edificios de apartamentos de baja altura tuvieran sótanos que sirvieran como búnkeres en caso de emergencia nacional.
Suárez Campero explica que el gobierno legalizó como viviendas estos espacios subterráneos durante la crisis de la vivienda de los ochenta provocada por las especulaciones de las grandes empresas.
“Estos sótanos fueron atractivos para las familias que no tenían recursos para mudarse a las zonas conurbadas y también se han popularizado en los jóvenes que desean tener una vivienda a bajo precio para poder ahorrar y en un futuro comprar una propiedad”, menciona el especialista.
El internacionalista añade que la gente que vive en casas, no departamentos, es rica. Suárez Campero detalla adquirir una casa en Corea del Sur y si alguien es propietario de una es porque le fue heredada de tres generaciones.
En la película, dos de los personajes tienen que falsificar certificados de estudios universitarios para que les den trabajo como tutores. El internacionalista explica que esto se debe a que la educación universitaria en Corea del Sur es privada y muy demandada.
“La mayoría de educación universitaria es privada. No hay un sistema educativo como en México que absorba la mayor parte de la matrícula. Las universidades privadas no son tan caras como el Tecnológico de Monterrey, pero si hay que tener un ingreso para poderse mantener en ellas y la demanda es alta porque en Corea importa mucho de la universidad de donde provengas”.
Otro aspecto constante en la película es la relación de las personas surcoreanas con Estados Unidos, por ejemplo, uno de los personajes trabaja como tutor de inglés de la hija adolescente. Además, los estudios en universidades estadounidenses se presentan como un aspecto positivo que incrementa el valor curricular.
Suárez Campero comenta que hay un amor-odio hacia Estados Unidos en Corea del Sur. Existe un sector crítico que nunca le ha gustado la influencia estadounidense en el país, sobre todo por la presencia de tropas norteamericanas en territorio surcoreano.
“Muchos de estos sectores culpan a Estados Unidos de los nulos acercamientos en el proceso de paz y por estar informado de la Masacre de Gwangju. Hay un sector resentido con EU y otro que ve en él un país de progreso y el garante de la seguridad de Corea del Sur”.
La película de Bong Joon-ho es una estampa de algunas realidades de Corea del Sur, sobre todo de los contrastes de Seúl, donde se puede vivir bajo tierra o con los ojos en Estados Unidos.