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La caída de Mugabe

Adelantándose a su destitución, el presidente de la República de Zimbabue anunció su separación del cargo luego que el Ejército asumiera el control provisional del gobierno y fuera detenido bajo arresto domiciliario para presionarlo a dejar la Presidencia del país

Una semana después de que el ejército tomara el control del país y lo mantuviera bajo arresto domiciliario, Robert Mugabe anuncia su dimisión como presidente de la República de Zimbabue tras haber permanecido 37 años en el poder.

La renuncia del exmandatario de 93 años, quien hasta ayer era el gobernante más longevo del mundo, permite una salida por la vía legal y aleja de momento la posibilidad de un golpe militar, un escenario que no era descartado por la clase política en el supuesto de que Mugabe se resistiera a dimitir.

93
Años de edad tiene el exmandatario Robert Mugabe

Precisamente en el momento en que el parlamento de Zimbabue estaba por iniciar una sesión en donde se discutiría el proceso para aprobar una moción de censura contra el mandatario, el Presidente del Parlamento, Jacob Mudenda leyó una carta enviada por Mugabe en donde presentaba formalmente su dimisión con efecto inmediato.

El anuncio fue sorpresivo debido a que el expresidente de Zimbabue había anunciado apenas el domingo en la noche que se mantendría en el cargo al menos hasta diciembre, ignorando las presiones políticas internas y externas y haciendo caso omiso a las multitudinarias protestas.

Durante el fin de semana Mugabe mantuvo negociaciones con el liderazgo de las fuerzas armadas y con representantes del gobierno de Sudáfrica para buscar una salida consensuada; sin embargo, debido a su negativa a dejar el cargo algunos sectores advertían que el riesgo de mantener la tensión política era que los militares podrían dar un golpe de estado, lo que habría sido un obstáculo para la transición democrática.

Aunque en su carta no propone un sucesor, Mugabe sí se pronunció por la necesidad de una transferencia pacífica de poderes y quien se perfila para terminar el mandato y presentarse a las elecciones presidenciales de 2018 es el exvicepresidente Emmerson Mnangagwa, destituido por Mugabe y quien ha sido nombrado líder del partido oficial.

El principio del fin

Fue el 6 de noviembre cuando Mugabe anunció la destitución de su vicepresidente Emmerson Mnangagwa acusándolo de planear un conspiración para arrebatarle el cargo, aunque la verdadera motivación habría sido allanar el camino para que su esposa, Grace Mugabe, se convirtiera en su sucesora.

Tras la destitución de Mnangagwa y su posterior exilio al haber recibido amenazas de muerte, tanto el partido en el poder, Unión Nacional Africana de Zimbabue-Frente Patriótico (ZANU-PF), como los mandos militares comenzaron a fraguar la caída de Mugabe, a quien acusaban de haber permitido que su esposa usurpara el poder.

Finalmente, el 15 de noviembre el ala militar pasó a la acción; el Ejército asumió el control provisional del gobierno y procedió a detener bajo arresto domiciliario a Robert Mugabe y a su familia para poder presionarlo a separarse del cargo.

“Nuestro objetivo son criminales de su entorno, que están cometiendo crímenes... que están causando sufrimiento económico y social al país. Tan pronto cumplamos con nuestra misión, esperamos que la situación regrese a la normalidad”
Portavoz del EjércitoEn una declaración transmitida en vivo por la televisión estatal

Ante la renuencia de Mugabe de presentar su renuncia aún con todas las circunstancias en contra, el grupo de veteranos de guerra  -uno de los de mayor influencia en el país y otrora aliados del mandatario- así como su propio partido político, comenzaron a aumentar la presión e incluso organizaron una marcha el pasado sábado 18 de noviembre para exigir su salida.

El pasado domingo 19 de noviembre, tras las declaraciones de Mugabe en donde anunciaba su permanencia, el ZANU-PF decretaba también la suspensión de sus derechos al interior del partido y su separación de la dirección del mismo, a lo que se sumaba el inicio de un proceso parlamentario para su destitución que también respaldaba el partido de oposición.

Al mismo tiempo, el destituido Emmerson Mnangagwa fue nombrado líder del partido gobernante. Solo, arrinconado y sin ningún apoyo ya de quienes habían sido sus aliados, Mugabe se quedó sin otra salida más que la dimisión, adelantándose a un proceso que ya estaba en marcha en el Parlamento y que habría terminado tarde o temprano con su destitución.

De héroe a tirano

Mugabe gobernó Zimbabue, prácticamente sin oposición, desde que el país obtuvo su independencia en 1980. Reconocido desde sus primeros años como héroe de la revolución pasó a convertirse en un dictador que llevó a la nación a la miseria, que pisoteaba los derechos humanos y que quiso imponer a su esposa como su sucesora.

En 1960 se enroló a las filas de la Unión Popular Africana de Zimbabue para luchar contra el colonialismo británico y debido a ello fue detenido en 1964 por subversión, permaneciendo encarcelado hasta 1974.

Tras salir de prisión, rápidamente se convirtió en el líder de diversas facciones aglutinadas para acabar con el colonialismo y finalmente en 1980 Zimbabue nació como estado independiente, con Robert Mugabe como primer ministro.

En 1987, tras una reforma constitucional se convierte en presidente ejecutivo asumiendo el control del estado y el Ejército. Sus primeros actos como presidente fueron la expropiación de forma violenta de las tierras de propietarios blancos.

Mugabe ha ganado todas las elecciones a las que se ha presentado.

Entre 1980 y 1990, Zimbabue tuvo cierta prosperidad, con un crecimiento lento pero sostenido y con grandes avances en el sistema educativo, sin embargo las primeras señales de declive comenzaron a mediados de 1990 y desde el año 2000 a la fecha la crisis se ha ido acentuando cada año.

A principios de siglo, su gobierno llevó a cabo una nueva expropiación de tierras de forma mucho más violenta con decenas de muertos y cientos de exiliados, para que al final las tierras fueran repartidas entre los miembros de su partido.

En 2008 enfrentó quizá la peor crisis económica en su mandato, con un descenso dramático en la producción, una hiperinflación sin precedente que trajo la peor crisis de hambruna y desempleo. Ese año se enfrentó a su primer proceso de destitución.

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