Jair Bolsonaro: el rival a vencer
Con el 46.5 por ciento de los votos, el ultraderechista ganó la primer vuelta de las elecciones presidenciales brasileñas. En 21 días más, su rival Fernando Haddad tratará de quitarle el lugar junto al Partido del Trabajo
Carlos SalazarEl candidato conservador Jair Bolsonaro se llevó la primera vuelta de las votaciones por la presidencia de Brasil, superando a Fernando Haddad, el heredero de Luiz Inázio Lula Da Silva, quien quedó en segundo lugar.
Bolsonaro, líder del Partido Social Liberal, fue el candidato que obtuvo el mayor número de votos, pero de acuerdo con los últimos sondeos previos a los comicios, también era quien generaba un mayor rechazo con alrededor de 44 por ciento, por lo que el próximo 28 de octubre se convierte en el contendiente a vencer.
Con un estimado de la votación de 46.5 por ciento, el exmilitar se quedó a menos de cuatro puntos porcentuales de proclamarse presidente en la primera vuelta, por lo que tendrá que esperar tres semanas para medirse nuevamente con Haddad en un segundo encuentro, donde difícilmente se cambiará la tendencia.
En general, ambos candidatos superaron los números que les otorgaban los sondeos, y los demás aspirantes, Ciro Gomes, Geraldo Alckimin y Marina Silva, obtuvieron cifras meramente testimoniales, lo que confirmó que esta elección sería sólo de dos.
Solamente en un país que vive una situación como lo hace actualmente Brasil, se puede explicar el ascenso de una figura como Bolsonaro al puesto de elección popular más importante de la nación sudamericana.
Jair es personaje que no oculta su nostalgia por la época dorada de la dictadura militar brasileña. Tiene una vena autoritaria marcada, y ha sido señalado como machista, homófobo y ultraconservador, razones por las cuales el sábado 29 de septiembre los brasileños realizaron más de 30 marchas por el país para repudiar la candidatura del aspirante.
La nula sorpresa ante el ganador
La inminente llegada del militar retirado de 63 años bien podría equipararse con el inesperado triunfo del brexit en el Reino Unido, el 27 de marzo de 2017, o la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, el 20 de enero del mismo año.
Son muchos factores los que permitieron el crecimiento de Bolsonaro, quien supo capitalizar la turbulenta situación en Brasil. La desconfianza en la clase política no podría ser más grande, y en ese escenario Bolsonaro, como Trump, se vendió como el candidato antisistema.
Algo que no se puede pasar por alto es el alto rechazo que generan los dos candidatos que jugarán la final el 28 de octubre. Más de 40 por ciento entre la población, dependiendo de la casa encuestadora.
Para Haddad, la batalla está cuesta arriba, pues tendría que remontar una ventaja de casi 20 puntos porcentuales y convencer casi a todos los que no votaron por Bolsonaro para que le otorguen su confianza. Una tarea casi imposible.
Haddad está intentando llenar los zapatos de Lula, el expresidente que cumple una condena por corrupción y cuya imposibilidad legal de participar en el proceso cambió todo el panorama electoral.
Hasta antes de su condena, Lula lideraba todos los sondeos preelectorales; incluso ya en prisión, el exmandatario y el Partido del Trabajo siguieron en campaña, negando hasta el último momento que existiera un Plan B. Finalmente con la decisión del Supremo de negarle la candidatura, Haddad, exministro de Lula, la asumió, aunque parece que el tiempo y las circunstancias no le fueron favorables.
Este domingo, los brasileños no solo tuvieron una cita con las urnas, sino que fueron partícipes de un momento trascendental en la historia contemporánea de Brasil.
Pocas veces una elección a la Presidencia había estado tan polarizada y rodeada de las circunstancias que hoy prevalecen en la política brasileña: tienen a un presidente en funciones con niveles de popularidad históricamente bajos; la última presidenta votada en las urnas, Dilma Rousseff, fue destituida por malos manejos financieros o por motivaciones políticas; el expresidente más popular de los últimos tiempos está tras las rejas e imposibilitado de buscar nuevamente la presidencia, y un escándalo de corrupción que ha tocado a casi toda la clase política brasileña ha hecho de Brasil el foco de atención internacional.
Por si no fuera suficiente, el candidato que se alzó en la primera vuelta y que hoy tiene a la mano la presidencia brasileña, permaneció tres de las últimas cuatro semanas hospitalizado después de que un sujeto lo apuñalara en el abdomen durante un mitin político, una imagen que sin duda marcó la campaña presidencial.
La perspectiva de la izquierda
Desde su encarcelamiento, Luiz Inázio Lula Da Silva no dudó en enviar un mensaje a los brasileños de cara a la segunda vuelta, asegurando que irían juntos por el Brasil del diálogo y el respeto.
La situación del Partido de los Trabajadores es delicada. No solamente están lejos de ganar la presidencia en la segunda vuelta, sino que, a espera de los resultados finales, también habría alcanzado desenlaces electorales en las gubernaturas y en el legislativo por debajo de sus expectativas.
Un ejemplo de la crisis que vive el PT es lo que vive Dilma Rousseff, expresidenta brasileña destituida en 2016, quien en esta elección compitió por un escaño en el Senado en Minas Gerais, su tierra natal, y quedó en cuarta posición y por tanto fuera de la Cámara Alta.
En medio de una recesión económica y de una crisis política, los ojos del mundo y de los mercados financieros están puestos sobre Brasil, primera economía de la región, y en la decisión que tomen los cariocas a final de mes.