La selva amazónica, que le da vida e historia a Brasil, vive una de sus mayores crisis. Deforestación, sequía e incendios, son solo algunos de los problemas que están terminando con este pulmón del mundo, sumado a la falta de presupuesto para mantenerla a salvo.
Dos años de sequía no solo secaron parte de las aguas que eran navegables, sino que los ríos bajaron hasta cuatro metros por debajo de lo acostumbrado. El daño en el agua de la selva terminó con dos centenares de delfines de agua dulce el año pasado, debido a la pérdida de su hábitat.
Ante ese antecedente, los expertos del Centro Nacional de Vigilancia y Desastres Naturales no esperan que la situación mejore en el corto plazo, sino a finales de año cuando el fenómeno meteorológico de La Niña enfríe las aguas del Pacífico y con ello lleguen precipitaciones al norte y este de Brasil.
Bom dia. Hoje vamos inaugurar o Lote 2 do Canal Acauã-Araçagi, na Paraíba, levando a água da transposição do São Francisco para mais cidades do semi-árido.
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— Lula (@LulaOficial) August 30, 2024
Las consecuencias de los incendios forestales
Las llamas también se han convertido en una de las mayores constantes de la jungla amazónica. Tan solo por más de una semana una serie de incendios forestales terminaron con más de 21 millones de hectáreas verdes, matando miles de animales y convirtiendo a Sao Paulo en la segunda ciudad más contaminada del mundo.
En el pasado, los incendios forestales no eran un suceso nuevo en el país, pero el cambio climático ha provocado una escalada considerable de manera anual. En lo que va de 2024, el país amazónico ha registrado más de 160 mil incendios forestales.
Las condiciones climáticas no son lo único que pone a la fauna y a los civiles en riesgo. La mayoría de los incendios en la selva han sido provocados por personas que impulsan un proceso de deforestación para expandir las tierras de cultivo y pastizales.
Este año, un área de la selva del tamaño de Italia se perdió entre las llamas en un ciclo en el que la deforestación y los incendios se alimentaron mutuamente.
Si bien la administración del presidente Luiz Inácio Lula da Silva ha intentado controlar la velocidad a la que se pierde la selva brasileña, en 2023 la deforestación fue 50 por ciento menor de lo que fue el año anterior, considerando que la carga presupuestal que implica combatir estos procesos suele ser alta.
Se autorizan créditos para combatir incendios en la selva amazónica
En un intento por mejorar la situación en la selva, el Supremo Tribunal Federal de Brasil autorizó al gobierno el uso de créditos fiscales extraordinarios para combatir los incendios forestales. La decisión del juez Flavio Dino argumentó que el impacto a la economía brasileña de perder la flora y fauna al fuego sería, a largo y mediano plazo, peor para las finanzas brasileñas que la suspensión de las reglas fiscales hasta el final de 2024.
Fio: Governo Federal atua com mais de 1,4 mil brigadistas na Amazônia pic.twitter.com/EdEN0x8SOh
— Ministério do Meio Ambiente e Mudança do Clima (@mmeioambiente) August 20, 2024
En opinión de la doctora Eliane Ceccon, investigadora del Programa de Estudios Socioambientales del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la UNAM, el cambio de administración que se dio con el gobierno de Lula da Silva ha presentado mejoras en materia de manejo forestal; sin embargo, el país se encuentra en constante tensión entre los grupos de poder al interior del gobierno
“Hay gobiernos y hay gobiernos: El anterior (encabezado por Jair Bolsonaro) tenía una política ambiental totalmente destructiva, su ministro de Medio Ambiente trató de relajar las leyes que tenía Brasil para limitar la deforestación, y ahora los que están gobernando son distintos.
“Las políticas ambientales tienen muchos aportes en términos económicos, de organismos internacionales, que fueron negociados por el gobierno en turno. Por otra parte, existe otro poder. El agronegocio en Brasil controla por lo menos a un cuarto de la Asamblea con sus representantes y ellos tienen mucho poder a nivel legislativo; entonces, a pesar de que la actual ministra sea una defensora del medio ambiente, es una fuerza que pesa”, señala la especialista.
La doctora Ceccon asegura que a pesar de lo avanzada que está la legislación ambiental en Brasil, debido a que cuenta con programas de rastreo geográfico de áreas protegidas y propiedades donde se requiere la conservación del 80 por ciento del bosque tropical, aún existe un pasivo ambiental que necesita ser recuperado.
Durante a reunião na Sala de Situação do Prevfogo, o presidente Lula reforçou a necessidade de ampliação da capacidade futura do país no combate a emergências climáticas e também de apuração de eventuais atos criminosos associados às queimadas.
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— Governo do Brasil (@govbr) August 25, 2024
La investigadora enfatiza que no solo existe la posibilidad de empatar las necesidades ambientales de la región con la explotación comercial de sus recursos, sino que en Brasil este tipo de programas ya cuentan con experiencias probadas de la viabilidad comercial y ecológica de estos proyectos.
“En Brasil hay ciertos tipos de agronegocios que dependen de que sus productos sean certificados, la Unión Europea, por ejemplo, para comprar productos alimenticios requiere que las condiciones ecológicas y sociales en las que se produce no sean perjudiciales. Otro ejemplo, el sistema que ellos llaman de mosaico en la que un agricultor, si cumple con las condiciones que marca la ley, su propiedad estaría conectada por bosque y existen agricultores de este tipo en el país. Esta es agricultura convencional que puede ser mucho más amigable con el medio ambiente con tan solo obedecer las leyes.
“Otra opción es la agroecología, que tiene arraigo en un movimiento antiquísimo de personas sin tierra a las que les fueron repartidas parcelas en el primer gobierno de Lula y que hoy en día tienen la mayor producción de arroz orgánico de todo el país”, matiza la doctora.