Historias de terror y salvación
El miércoles 16 de enero, una célula islamista afín a Al Qaeda –La Brigada Enmascarada, según AP, o Los que firman con su sangre, según El País– fundada por el fundamentalista argelino Moktar Belmoktar, atacó una planta de gas administrada conjuntamente por la petrolera estatal argelina Sonatrach, la BP británica y la Statoil de Noruega.
Sandra de Miguel Sanz
El miércoles 16 de enero, una célula islamista afín a Al Qaeda –La Brigada Enmascarada, según AP, o Los que firman con su sangre, según El País– fundada por el fundamentalista argelino Moktar Belmoktar, atacó una planta de gas administrada conjuntamente por la petrolera estatal argelina Sonatrach, la BP británica y la Statoil de Noruega.
El motivo: amenazar a Francia y a sus aliados occidentales con los rehenes para exigir el retiro de las tropas francesas de Malí, el país vecino en el que los islamistas, que controlaban ya el norte del territorio, estaban próximos a tomar ciudades que hasta ahora habían logrado permanecer bajo el control del gobierno maliense.
Francia decidió entonces tomar la iniciativa de la intervención en su excolonia como respuesta a la petición de ayuda de este gobierno y, según el punto de vista de otros, para proteger sus intereses en la región.
Por todo esto, la crisis de los rehenes de Argelia, que duró 4 días, provocó que buena parte del mundo estuviera al pendiente.
Más de 30 rehenes fallecieron. Sin embargo, otros fueron liberados al contraatacar el ejército argelino y un puñado de ellos logró escapar de diversas formas.
Aunque Argelia aún está buscando a 5 extranjeros, los testimonios que los sobrevivientes dieron cuando regresaron a sus países acapararon la atención de la prensa internacional.
Es el caso del rumano Liviu Floria. El periodista Nicholas Kulish narró su historia en The New York Times.
Floria era un trabajador de la planta de 45 años que trabajó como empleado en la industria del petróleo y del gas en su país de origen hasta que un día le contactaron a través de la plataforma LinkedIn para un reclutamiento internacional.
En 2010 comenzó a trabajar en Argelia como capataz de mecánico cobrando 5 veces de lo que ganaba en su país a cambio de trabajar a tiempo completo durante un mes en el Sahara y poder regresar al mes siguiente a Rumania.
Decisiones que salvan una vida
La noche antes del ataque, Liviu se acostó temprano y, sin saberlo, eso le ayudó a salvar su vida.
Y esto porque por su decisión, se levantó pronto, a las 05.15 am, y fue junto con su compañero Lanchim a desplazar un Toyota Land Cruiser desde él área en el que se encontraba hasta la instalación central del procesamiento, a unos pocos kilómetros de distancia.
Pasaron por la misma puerta por la que después verían a los extremistas atacar la planta tan sólo unos minutos antes.
Después de mover el carro, estaban en el interior de la planta preparando un café cuando saltó la alarma y, al asomarse por la ventana, vieron a cuatro hombres armados con rifles de asalto irrumpir en la planta.
Al percatarse de la situación, cerraron la puerta y se escondieron. Liviu bajo el escritorio. Después de iniciarse el asalto, pasaron todo un día y una noche en la oficina alimentándose a base de galletas y agua en medio de ruidos de explosiones que se alternaban con un silencio completo e inquietante.
El jueves por la tarde, después de más de 24 horas escondidos, alguien preguntó “¿Hay alguien ahí?” Era Lou Fear, uno de los británicos.
La huida
Pero Fear –irónico apellido- no estaba solo. Le acompañaba un grupo de 7 personas que también habían logrado no ser encontrados por los miembros de Los que firman con su sangre. Había dos noruegos, tres británicos, un argelino y dos rumanos.
El caso del argelino es llamativo porque aunque había corrido la voz de que a los argelinos no les atacarían, decidió quedarse con el resto del grupo y ayudarles.
Sin embargo, después de darse cuenta de que los ocho estaban juntos, creyeron que los atacantes se aproximaban hacia ellos y volvieron a esconderse.
Hasta que esa noche Fear les dijo que tenían que escapar o, de lo contrario, les acabarían matando.
Eran las 02.00 am de la madrugada cuando llegaron hasta la valla, de unos seis pies de altura, y se las arreglaron para deslizarse entre el alambre de púas y la parte superior de la estructura que supone debía de protegerlos de ataques exteriores.
Pero la tensión no cesó. Uno de los integrantes derribó algo de metal y todos temieron por un momento que el ruido los hubiera delatado. Pero, afortunadamente, no pasó nada.
Una vez afuera, en medio de la noche, se guiaron por la llama de un pozo de gas que se veía parpadear en la distancia y por la aplicación de brújula del iPhone de Floria.
Al amanecer, la llama ya no se veía. Pero tuvieron suerte, la aplicación del iPhone funcionaba aunque éste no tuviera señal. Así, con sólo cuatro botellas de agua para ocho hombres, caminaron hasta el atardecer por un terreno árido de arena y rocas y pequeñas colinas.
Cuando por fin llegaron al pozo de gas se dieron cuenta de que, por suerte, allí había un edificio temporal. Cuatro de los hombres decidieron continuar y otros cuatro se quedaron allí, pues uno de sus compañeros estaba batallando para continuar.
Poco después, un coche blanco con una media luna verde apareció. Era un vehículo oficial argelino con tres agentes de seguridad en su interior.
Aunque no atendieron a las peticiones de Floria de ir a por los otros hombres que habían decidido avanzar, les dieron zumo y galletas y Liviu fue trasladado fuera de Argelia, a su país de origen, en un avión de transporte militar estadounidense.
Tras la crisis, las tropas francesas siguen en Malí. Ayer se anunció que el gobierno socialista de François Hollande ya ha gastado más de 30 millones de euros desde que empezó la incursión.
El puertorriqueño que se escondió bajo el colchón
Un puertorriqueño sobrevivió al ataque terrorista contra una planta de gas natural en Argelia tras permanecer escondido varios días debajo de un colchón. Después, regresó sano y salvo a la isla, según informaron el martes las autoridades.
Wilmer Lebrón Ayala es uno de los siete ciudadanos estadounidenses que se salvaron de morir a manos de extremistas islámicos durante el ataque a la planta de Ain Amenas.
El puertorriqueño de 46 años laboraba en la planta y se escondió de los terroristas durante más de tres días, dijo Hiram Vega, portavoz de la ciudad de Sabana Grande, donde vive la familia de Lebrón.
Un pariente de Lebrón que no quiso ser identificado por razones de seguridad dijo que éste se ocultó abajo de un colchón que tiró al suelo en el dormitorio en el que se encontraba.
Lebrón permaneció debajo del colchón sin agua y sin ir al baño, soportó el intenso calor y comió un par de bocadillos que había traído antes al dormitorio, agregó.
El pariente de Lebrón dijo que éste le narró que debía la vida a un guardia de seguridad en la planta.
“(Lebrón) dijo que primero daba las gracias a Dios y después al guardia, que antes de que lo ejecutaran activó la alarma terrorista”, apuntó.
Cuando se apagó la alarma, Lebrón y sus compañeros apagaron las luces, según el pariente.
Lebrón, que estuvo en el ejército estadounidense nueve años, empujó un casillero contra la puerta y se escondió debajo del colchón, indicó Vega.
“Se preparó para lo peor”, afirmó. Lebrón escuchó durante horas el sonido de las metralletas y explosiones, agregó. Cuando dio inicio al ataque, Lebrón recibió un mensaje de texto de su jefe —que no se encontraba en el lugar— pero que le advertía que acopiara agua y comida y que se preparara para una larga batalla. (AP)