Guerras, entre las causas de hambruna en 22 países, informa ONU

El Programa Mundial de Alimentos señala que los conflictos armados están entre las causas de hambre que viven millones de personas en el mundo
Pablo Abundiz Pablo Abundiz Publicado el
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Actualmente más de 309 millones de personas enfrentan hambre aguda en 71 países alrededor del mundo.

Conflictos armados, inestabilidad económica y situaciones ambientales extremas aportan a que en 2024 el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) considere que en los últimos meses del año las condiciones alimentarias de millones de personas empeorarán en al menos 22 naciones.

Los conflictos armados y la inseguridad especialmente en Medio Oriente y el este de África, que ha provocado desplazamientos forzados, ruptura de los sistemas alimentarios e imposibilitado el reparto de ayuda humanitaria, son responsables del 70 por ciento de las personas que experimentan hambre a nivel mundial. Aunado a ello, el cambio climático ha provocado patrones climáticos cíclicos más severos que amenazan con prolongar y profundizar la crisis alimentaria durante el primer trimestre de 2025.

Si bien en 2023 los niveles de inseguridad alimentaria se redujeron en comparación al año anterior, la crisis alimentaria que siguió a la pandemia por COVID-19 no ha amainado y en 2024 a los factores anteriores se les añade un crecimiento económico limitado que llevó a que países, de por sí con sistemas alimentarios frágiles, no pudieran hacer frente a las presiones inflacionarias y limitaran su capacidad de proveer comida a sus ciudadano

Conflictos armados: la principal causa del hambre

De entre los 22 países identificados por Naciones Unidas, Sudán, Sudán del Sur, Malí, Haití y Palestina se consideran en especial riesgo de sufrir hambrunas o condiciones severas de desnutrición en los siguientes meses, y si bien en estos territorios es donde se encuentran las peores condiciones, sus Estados vecinos se encuentran clasificados como puntos de emergencia debido a que, en algunos casos, los conflictos armados se han extendido o se convierten en lugares donde los desplazados encuentran refugio.

En su último reporte sobre la situación con fecha del 21 de noviembre, el PMA llama a los agentes mundiales no solo a incrementar el financiamiento para programas de alimentos, en especial inversiones tempranas en los problemas de fondo de las crisis alimentarias, sino también a aumentar los esfuerzos diplomáticos para garantizar el acceso de ayuda humanitaria a zonas de conflicto; disposición con muchos problemas en casos como Gaza y Sudán.

Pese al aumento en la cantidad de personas que requieren asistencia alimentaria y la severidad de su situación, el financiamiento de las actividades del Programa Mundial de Alimentos ha bajado anualmente. En Informe Global Humanitario de Naciones Unidas 2024, se estima que se necesitan 49 mil millones de dólares para financiar los programas alimentarios de la organización; sin embargo, el pasado agosto se reportó que tan solo se habían recaudado 14 mil millones de dólares, lo cual deja programas con menos del 30 por ciento del dinero necesario para su correcto funcionamiento.

El cambio climático y su efecto alimentario

En los últimos cuatro años, la ONU ha detectado un aumento del 64 por ciento en la proliferación de conflictos como causante de inseguridad alimentaria; sin embargo fenómenos climáticos como La Niña, que profundizan sequías en ciertas regiones mientras que en otras provoca inundaciones, amenazan con agudizar las condiciones en todo el continente africano así como en lugares tan lejanos como Haití y Myanmar.

Si bien algunos de los fenómenos climáticos que provocan bajo rendimiento en las cosechas de estos años son cíclicos, el calentamiento global ha exacerbado la intensidad de sus efectos.

De acuerdo con el doctor Erick de la Barrera, coordinador del Programa Universitario de Alimentación Sostenible de la UNAM, los efectos del calentamiento global no se ven reflejados solo en las cosechas sino en cada fase de la cadena alimentaria humana.

“El impacto neto es que baja la productividad agrícola, sobre todo en lugares donde no hay riego, pues con menos lluvias se hacen más cortos los periodos de desarrollo del cultivo y con el aumento en la temperatura más se desarrollan los insectos y las plagas son más extensas (…) Esto afecta todo, con el aumento de la temperatura, los animales a la intemperie se estresan y estas hormonas inhiben su crecimiento.

“En materia forestal se ha visto que altas temperaturas y bajas lluvias hacen a los árboles más susceptibles de llenarse de plagas y esto pasa también con árboles frutales, que también tienen una banda de clima específico y que los cambios climáticos modifican las zonas de producción, y esto es en el factor de producción, pero el aumento de temperatura también representa un riesgo a la salud porque el calor favorece el crecimiento de bacterias y otros patógenos, lo cual hace que los alimentos no sean seguros”, advierte el especialista.

El Programa Mundial de Alimentos estima que los sistemas de producción de alimentos actuales no tienen la capacidad de generar la cantidad adecuada de alimento para al menos 800 millones de personas en todo el mundo, un 10 por ciento de la población mundial.

La ONU ha detectado un aumento del 64 por ciento en la proliferación de conflictos como causante de inseguridad alimentaria. Foto: Especial

Al respecto, el doctor de la Barrera apunta que la tecnificación de cultivos, el uso de plantas nativas o de variantes que sean más resistentes a la sequía y al estrés y el estudio de los patrones de cambio climático, puede ser una buena opción para robustecer los sistemas alimentarios.

Sin embargo, la producción alimentaria también es uno de los factores que más aportan al cambio climático mediante la producción de gases de efecto invernadero, la pérdida de biodiversidad y la degradación del suelo; en opinión del doctor de la Barrera, el cambio es muy difícil pero es viable.

“La producción de alimentos siempre ha tenido un gran impacto en los ecosistemas, pero ahora ya entendemos mejor cómo funcionan los ciclos bioquímicos y tenemos una idea de como hacer menos impactante la producción de alimentos (…)  Lo difícil está en que en todos los países el sector agrícola está diseñado como una industria a la que hay que favorecer, la desconección que existe entre la alimentación de la gente y la producción de alimentos para vender existe en todos los países, pero si es viable un cambio; lo malo es que esto depende de que tan rica es la sociedad, pero como se está moviendo las zonas de producción tendremos que resolverlo aunque no sea tan costeable”, finaliza el académico.

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