El despliegue de la Guardia Nacional y los toques de queda impuestos por el presidente Donald Trump no logran frenar las manifestaciones antirracismo en Estados Unidos. Por el contrario, el movimiento que comenzó el 25 de mayo, después de la muerte del afroamericano George Floyd a manos de un policía blanco, hizo eco a nivel internacional.
En territorio estadounidense, las movilizaciones cumplieron nueve días activas y han dejado a cerca de diez mil personas detenidas. La policía de Los Ángeles reporta más de dos mil 700 detenciones y Nueva York mil 500, de acuerdo con medios locales. En otros estados en donde se registran protestas, como Washington, Dallas, Houston y Filadelfia, los detenidos se cuentan en centenares.
Ante la escalada de los disturbios, que provocaron que las luces de la Casa Blanca se apagaran por primera vez en décadas y el presidente se resguardara en un búnker junto con su familia, el gobierno federal tiene como opción enviar a las Fuerzas Armadas a las calles para apaciguar las manifestaciones en contra del racismo en ese país.
Para que esto suceda, el presidente Trump tiene que invocar la Ley de Insurrección, promulgada en 1807 y que considera recurrir a los servicios del ejército en casos de extrema gravedad y amenaza del orden público.
“Si una ciudad o estado se rehúsa a tomar acciones que son necesarias, entonces voy a desplegar el ejército de Estados Unidos para resolver por ellos y de forma rápida el problema”, dijo el presidente Trump en una conferencia de prensa, el 2 de junio.
Aunque la amenaza de llevar al ejército a las calles es latente, ejecutarlo no es tan sencillo. Para que suceda, el mandatario estadounidense debe emitir una proclamación a los manifestantes para que dispersen las movilizaciones, de lo contrario puede emitir una orden ejecutiva para enviar la fuerza terrestre a repeler los disturbios.
Para Monserrat Castillo, internacionalista por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el mundo percibió a un presidente debilitado después de que se refugiara en el búnker de la Casa Blanca ante el riesgo que significaban las movilizaciones, por lo que amagar con evocar la Ley de Insurrección es parte del discurso para mostrar fortaleza de cara a la próxima elección, en la que busca reelegirse.
“Trump vendió su imagen de hombre enérgico e inquebrantable y tiene que mantenerse en esa pose por la elección, y sobre todo, por el golpe que ha resultado para él la crisis que enfrenta por los estragos que el Covid-19 provocó en su país”, opina la especialista.
La última vez que el ejército acudió a las calles por mandato de esta Ley fue en 1992, por una situación similar, pues se vivían protestas intensas por Rodney Glen King, un taxista de raza afroamericana que murió después de que un grupo de policías lo golpeara de forma brutal.
Por ahora, Mark Esper, secretario de Defensa, se desmarcó de los dichos del presidente Trump y declaró que no está de acuerdo con llevar a las Fuerzas Armadas a repeler las protestas, al considerar que son medidas que deben tomarse como último recurso.
“La opción de usar las fuerzas del servicio activo es una función de aplicación de la ley que sólo debe usarse como última opción en situaciones urgentes y graves, y no estamos en esa posición ahora”, dijo el jefe del Pentágono.
Eco mundial por George Floyd
George Floyd murió después de que Derek Chauvin, un policía caucásico, lo asfixiara con su rodilla contra el piso. El video del suceso se hizo viral y causó indignación por el abuso en el uso de la fuerza por parte del oficial.
En un primer momento, los cuatro policías que detuvieron a Floyd tras ser denunciado por presuntamente utilizar un billete falso fueron removidos de sus cargos. Sin embargo, ante el crecimiento en la intensidad de los disturbios, la policía de Minnesota acusó de asesinato en segundo grado a Chauvin.
Los familiares de Floyd acudieron al lugar en el cual George murió y en donde activistas pintaron un mural en su honor; llamaron a los manifestantes a “dar un respiro de paz”. Tras la visita, diversos medios compartieron un video en donde la hija menor de George Floyd, de seis años de edad, dice que su padre cambió al mundo.
A los llamados de justicia de la familia se han unido diversos políticos, deportistas y otros actores con voces destacadas a nivel mundial. Uno de ellos fue el primer ministro Justin Trudeau, quien guardó silencio por 21 segundos cuando un reportero le preguntó su opinión sobre las protestas en Estados Unidos.
Como parte de este eco internacional, un grupo se movilizó en contra del racismo en Hyde Park en Londres. Algunos manifestantes bloquearon las calles para llegar al Parlamento, en donde Boris Johnson, primer ministro de Reino Unido, marcaba su postura respecto a la muerte de Floyd.
En Atenas, Grecia, la policía lanzó gas lacrimógeno para dispersar a un grupo de jóvenes que arrojaba bombas y piedras frente a la embajada estadounidense al final de una protesta pacífica que congregó a cuatro mil personas.
En Ciudad del Cabo, capital de Sudáfrica, un grupo de 20 personas se ubicó a las afueras del Parlamento y levantaron carteles donde se leía “Black Lives Matter”, lema bajo el que se ha cobijado el movimiento antirracista.
“Tenemos toque de queda de 9:00 de la noche hasta las 6:00 de la mañana y la Guardia Nacional está aquí. Todos los que estén afuera son arrestados, pero no terminan los disturbios, hay disparos, bombas e incendios”, dijo Andrea Ponce, una mexicana que vive en Chicago.