Exactamente cierto. He criticado al movimiento que dice representar a los DREAMers, los jóvenes indocumentados que asisten a la universidad o se incorporan a las fuerzas armadas y que, por ese motivo, habrían podido cumplir los requisitos para obtener categoría legal, amparándose bajo la Ley DREAM, si ese proyecto de ley no hubiera sido eliminado en el Senado en 2010. Muy a menudo, estos jóvenes —que se creen especiales porque les están brindando una opción con la que no cuentan los inmigrantes de más edad— son tan malcriados y narcisistas como sus homólogos nacidos en los EU.
Sin embargo, ese día elogié el DREAM 9. Se trata de un grupo de inmigrantes indocumentados que, el 22 de julio, se pusieron togas y birretes de graduación, unieron sus brazos y cruzaron valientemente la frontera mexicano-americana, para volver a entrar en el único país que han conocido —los EU. Fueron prontamente aprehendidos por los funcionarios de inmigración de los EU y pasaron 17 días en un centro federal de detención de inmigrantes en Eloy, Arizona.
Los nueve activistas se convirtieron en las nuevas estrellas del movimiento de la inmigración.Dos de ellos, Martínez-Valdez y Peniche-Vargas, se convirtieron en algo más: mártires. Estuvieron en celdas incomunicadas por originar un revuelo en el comedor al gritar “¡Libertad!”
¿Qué esperábamos? El presidente Obama nos ha asegurado que los DREAMers son estadounidenses en casi todos los aspectos. ¿Acaso los estadounidenses no gritan por su libertad, si se los priva de ella? Además, suponiendo que Obama fuera sincero —lo cual no es fácil cuando se trata de la inmigración–¿qué están haciendo estos “estadounidenses” encerrados en una cárcel?
Para el caso, ¿cómo se encontraron en México, en primer lugar? Algunos de ellos fueron voluntariamente, pero algunos han sido deportados. ¿Cómo ocurrió eso? Obama ha afirmado repetidamente que su gobierno no deporta a los DREAMers, sino que se centra en delincuentes serios y violentos. Díganselo a los DREAMers que han sido deportados.
Asesorados por abogados de inmigración, los nueve muchachos pidieron asilo. Se halló que tenían “temor plausible” de persecución en sus países de origen, por lo que se programaron audiencias de asilo. Y la semana pasada, con las audiencias pendientes, fueron liberados en EU.
Esto se considerará como una importante victoria para el movimiento de los DREAMers, que creó una gran cuña en la izquierda, entre los que gustan hablar de apoyar a los inmigrantes y los que en realidad lo hacen.
En 17 días, estos nueve activistas revolucionaron el debate de la inmigración al abochornar al gobierno y dividir a los reformistas de la inmigración entre los que los apoyaron y aquellos que los vieron como una distracción.
Resultó que algunos defensores liberales, no son tan liberales, después de todo, cuando se trata de desafiar a un presidente demócrata. Son mucho más diestros en criticar a los republicanos. Abandonaron a los DREAM 9 y trataron de desacreditarlos. Ahora sus detractores han quedado mal.
Un ejemplo: David Leopold, abogado de inmigración que reside en Ohio y ex presidente de la Asociación Norteamericana de Abogados de Inmigración. En sus comentarios públicos sobre la inmigración, Leopold ha sido mucho más crítico de los republicanos que de los demócratas. Tildó la protesta de los DREAM 9 como “un truco publicitario que no hace nada por llevar la pelota adelante en términos de reforma migratoria.”
Leopold predijo que los DREAMers no cumplirían los requisitos para pedir asilo y exigió saber “¿Cuál es el objetivo?” de forzar un enfrentamiento con el gobierno.
¿En serio? ¿Cuál fue el objetivo de los Freedom Rides, o de las protestas de Birmingham, o de las manifestaciones en el mostrador de la cafetería de Woolworth, en Greensboro, Carolina del Norte? El objetivo siempre es el mismo: llamar la atención sobre lo que se considera que es una ley, una política o una situación injusta, con la esperanza de corregirla.
En un momento, Leopold dijo: “Cuando uno pone el pie fuera de los EU, ahí se acaba el partido.”
¿Saben qué? Es un partido totalmente nuevo.
© 2013, The Washington Post Writers Group