Mientras los gobernantes de alrededor del mundo están luchando por seguir en el poder, uno está prosperando.
En palabras de Aaron David Miller, Benjamín Netanyahu, se convirtió en el “rey de Israel” al llevar a su rival, el partido Kadima, a su gobierno de coalición. Tiene una oportunidad extraordinaria, quizás única, de usar su nuevo poder para asegurar el futuro de Israel.
Actualmente, la coalición de Netanyahu está al mando de una de las mayorías parlamentarias más grandes en la historia de Israel.
Como primer ministro no tiene rival creíble. Frecuentemente, al ser presionado por el asunto palestino, Netanyahu cita las limitaciones de su coalición para explicar por qué no ha tomado medidas más audaces hacia la decisión.
Pero ahora tiene una base de apoyo lo suficientemente amplia y podría avanzar hacia un acuerdo de paz sin poner en riesgo su control del poder.
Si observamos debajo de los miedos de guerra recientes, vemos que Israel está en una posición más fuerte que nunca.
El Índice de Competitividad Global del Foro Económico Mundial clasifica a Israel en sexto lugar en cuanto a su capacidad de innovación, justo detrás de Estados Unidos.
Desde el punto de vista militar, Israel es la potencia de la región, con una fuerza armada capaz de derrotar fácilmente a cualquiera de sus vecinos.
También tiene uno de los arsenales nucleares más grandes del mundo, con más de 200 misiles estimativamente. Israel está más seguro que en cualquier momento de su historia.
Si bien es cierto que Irán plantea una amenaza, durante los últimos años se ha exagerado sistemáticamente.
Muchos dirigentes israelíes importantes, han hablado sobre este asunto en una manera sin precedentes. Tamir Pardo, jefe de la agencia de inteligencia israelí el Mossad, dijo que Irán no es una amenaza existencial.
El mes pasado, el jefe del ejército, Benny Gantz, describió al régimen iraní como racional.
Meir Dagan del Mossad dijo que un ataque contra Irán sería “estúpido”. Shaul Mofaz, jefe del partido Kadima y antiguo jefe del ejército, dijo que un ataque israelí contra Irán produciría una guerra regional y aceleraría el programa nuclear de Irán.
En su apasionado e inteligente libro “La crisis del sionismo”, Peter Beinart observa una distinción entre la ética de la debilidad y el poder.
Beinart sostiene que si uno se ve a sí mismo como débil, asediado por el mundo, y como una víctima; se abrazará de cualquier política que le permita sobrevivir, más allá del impacto que pueda tener sobre los demás.
Por otro lado, una ética del poder reconoce que uno es fuerte y que debe promover sus propios intereses, pero con algún concepto de responsabilidad.
Peor aún, Beinart sostiene que la obsesión por la victimización ha impedido que la gente en Israel y en Estados Unidos se focalice en la amenaza más grave que es la existencia de Israel como Estado judío y democrático: la demografía.
Si no hay avance alguno hacia una solución de dos estados, en algún momento Israel no va a ser capaz de seguir gobernando a millones de palestinos sin otorgarles el derecho al voto (momento en el que dejará de ser un estado judío).
En el pasado Netanyahu ha abrazado fuertemente la ética de la supervivencia. Durante décadas argumentó que Israel estaba en inminente peligro de extinción, haciendo comparaciones con la amenaza nazi a los judíos en 1938.
Enfrentado durante mucho tiempo con el estado palestino, en 1993, cuando Yitzhak Rabin y Peres firmaron los acuerdos de Oslo, se burlaba de que Peres, ministro de relaciones exteriores de aquel entonces, era “peor que (Neville) Chamberlain”.
En el libro publicado ese año, Netanyahu argumentó que el desmantelamiento de los asentamientos judíos produciría un “Judenrein” en la Ribera Occidental (“limpio de judíos” término empleado por los nazis).
Cuando volvió a publicar el libro unos años atrás, esas frases todavía estaban en el texto.
Desde entonces, reconociendo quizás los peligros demográficos para Israel, ha dicho que ahora apoya una solución de dos estados, pero no ha hecho nada para avanzar hacia la misma.
Israel se enfrenta a peligros reales. Se encuentra en un entorno plenamente hostil, con un antisemitismo creciente.
Entre los obstáculos para lograr la paz entre Palestina e Israel se incluyen la debilidad de la autoridad palestina del presidente actual y el radicalismo del grupo terrorista Hamas. Sin embargo, un político con la habilidad de Netanyahu puede ser pieza clave en el conflicto.
Las cuestiones más importantes a considerar: ¿Acaso ve Netanyahu la oportunidad de convertirse en una figura verdaderamente grande en la historia de Israel? ¿Puede usar su poder con un propósito diferente al de su propia supervivencia?