El peso de una firma

La gobernadora de Alabama, Kay Ivey, tiene cinco días para decidir si avala o deroga la polémica ley que prohibiría el aborto aún en casos de violación e incesto
Rubén Zermeño Rubén Zermeño Publicado el
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Veinticinco hombres blancos y conservadores miembros del Senado de Alabama podrían decidir sobre el cuerpo de miles de mujeres. En su ofensiva en contra del aborto pretenden que su ley, que prohibe la interrupción de la vida incluso en casos de violación e incesto, llegue a la Suprema Corte y desafíe la sentencia de 1973 que lo legalizó.

La última palabra la dará una mujer, la gobernadora del estado emblema del Cinturón de la Biblia, Kay Ivey, quien tiene cinco días para firmar o derogar la ley que salió el martes del Senado

Aunque la gobernadora no ha manifestado públicamente su postura y ha dicho que tomará una decisión hasta tener la ley en su escritorio, su pasado cercano perfila que la avalará.

Ivey fue reelecta el 6 de noviembre pasado para gobernar cuatro años más en Alabama, su lema de campaña fue “seguir construyendo un progreso fuerte y conservador”.

También durante la campaña criticó a su contrincante, el demócrata Walt Maddox, por reunirse con activistas proaborto que buscaban que en la ley presentada en el Senado hubiera una enmienda para legalizar la interrupción de la vida en casos de incesto y violación.

“Es inconcebible para mí que Walt Maddox se uniera a activistas proaborto de todo el país para oponerse a esta medida que simplemente reconoce los derechos de nuestros preciosos bebés por nacer”, dijo en aquel entonces la gobernadora de 74 años de edad

Gracias a esta posición, Ivey se ganó el respaldo del grupo provida Susan B. Anthony List, quienes pretenden impulsar la idea de que un feto es una persona con derechos, por lo que la apoyaron a reelegirse.

La historia reciente de Ivey y el apoyo que obtuvo en campaña podrían intervenir para que esta mujer blanca y conservadora firme la ley de aborto más restrictiva de Estados Unidos que incluso prevé penas de hasta 99 años de prisión a médicos que interrumpan el embarazo.

El debate nacional

A raíz de la ley de Alabama un debate se abrió en el país de las barras y las estrellas entre liberales, conservadores, demócratas, republicanos, provida y proaborto, polarizando a la sociedad.

Los veinticinco senadores blancos y conservadores de Alabama lograron su cometido: desafiar a los demócratas y a la decisión histórica de 1973 de la Suprema Corte de Estados Unidos, que estableció el derecho de la mujer al aborto.

“La estrategia es que vamos a ganar”, afirmó Eric Johnston, presidente de Alabama Pro-Life Coalition, quien ayudó a elaborar la regulación prohibitiva, con la que Alabama se puso a la cabeza de otros estados conservadores que han restringido o eliminado el derecho al aborto.

Los republicanos esperan que los jueces de la Suprema Corte, de mayoría conservadora por las designaciones del presidente Donald Trump, reviertan la decisión “Roe Vs. Wade”

“Este proyecto va a desafiar a Roe Vs. Wade y va a proteger la vida de los bebés. Este es el camino por el que eventualmente llegaremos a donde queremos llegar”, dijo una de sus promotoras, la republicana Terri Collins.

Los republicanos pese a contar con el respaldo del presidente no tienen el camino libre para cumplir su cometido, figuras demócratas de alta injerencia política cabildean para que la Ley Alabama no sea una realidad.

“Las prohibiciones al aborto en Alabama, Georgia, Ohio, Kentucky y Mississippi son terribles ataques contra las vidas de las mujeres y las libertades fundamentales. Los derechos de las mujeres son derechos humanos. No daremos marcha atrás (a la sentencia Roe Vs. Wade)”, escribió en Twitter la excandidata presidencial Hillary Clinton.

Incluso los mismos legisladores de Alabama reprobaron lo restrictiva que es la ley.

“Odio pensar el hecho de que si alguien violó a mi hija tenga que llevar a ese bebé durante 9 meses y verle la cara al violador por el resto de su vida” dijo al respecto Bobby Singleton, senador de Alabama.

Mientras la ley avanza grupos de activistas y políticas arman su ofensiva para no dar marcha atrás a algo ganado hace 46 años.

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