El máximo representante de la Iglesia católica en Escocia dimite. La renuncia de Keith O’Brien va envuelta en un torbellino de acusaciones por acoso sexual.
Desde el 18 de febrero, Benedicto XVI aceptó su renuncia pero hasta ayer no se hizo público que el Papa la había aceptado.
“El Santo Padre ha decidido que mi dimisión tenga efecto hoy, 25 de febrero de 2013, y que nombrará a un administrador apostólico que gobierne la archidiócesis en mi lugar hasta que sea nombrado mi sucesor como arzobispo”, indicó O’Brien en un comunicado suscrito por la iglesia escocesa.
La salida de O’Brien se atribuye a su “comportamiento impropio”.
El domingo pasado, The Observer hizo público que cuatro sacerdotes, tres aún en funciones, acusaron al purpurado por su conducta inapropiada hace 30 años, cuando eran seminaristas.
Los cuatro religiosos, que pertenecieron a la arquidiócesis de Saint Andrews y Edimburgo, interpusieron una queja ante Antonio Mennini, embajador del Vaticano en el Reino Unido. Solicitaron su remoción.
Los denunciantes sostuvieron que, tras el vínculo inapropiado, que el cardenal trabó con ellos se vieron en la necesidad de requerir tratamientos psicológicos.
El semanario británico describe a O’Brien como un abierto opositor a los derechos de los homosexuales. Que se ha abocado a condenar la homosexualidad por inmoral, que se ha opuesto a la adopción gay. Y que, en fechas recientes, ha indicado que los matrimonios del mismo sexo perjudican “el bienestar físico, mental y espiritual de los involucrados”.
Lo anterior ocurre en el contexto de la reciente divulgación respecto a que en el interior de la Iglesia opera un sistema de “chantajes” basado en las debilidades sexuales del llamado “lobby gay” del Vaticano.
Las denuncias
Los reclamos de los seminaristas acosados por O’Brien llegaron a la oficina del Papa una semana antes de que éste hiciera pública su renuncia.
The Observer, de circulación dominical y hermano del diario The Guardian, informó que los denunciantes tenían el temor de que, si el arzobispo británico participaba en el cónclave para suceder a Benedicto XVI, sus demandas jamás serían atendidas.
“Se tiende a encubrir y proteger el sistema a toda costa”, dijo uno de ellos. Y agregó: “la Iglesia es hermosa, pero posee un lado oscuro que involucra la rendición de cuentas. Si el sistema se va a mejorar, quizá debe ser desmantelado un poco”.
La primera denuncia contra el cardenal ocurrió en 1980. El entonces seminarista contaba con 20 años de edad y O’Brien era su director espiritual en el St. Andrew’s College, en Drygrange.
Una noche, tras las oraciones nocturnas, su tutor lo abordó de forma inapropiada. Demasiado asustado para reportar el incidente, cayó en depresión. Fue ordenado sacerdote, pero al ser O’Brien promovido a obispo, decidió renunciar.
“Sabía que siempre tendría poder sobre mí. Se asumió que abandoné el sacerdocio para casarme. No lo hice. Me fui para preservar mi integridad”.
En una segunda declaración, indica la nota firmada por Catherine Deveney, se consigna que el “Sacerdote A” estaba felizmente asentado en una parroquia, cuando recibió O’Brien de visita y tuvo lugar un contacto inapropiado.
En una tercera declaración, el “Sacerdote B” sostiene que, al inicio de su ministerio en la década de los 80, fue invitado a pasar una semana “para conocerse” con el arzobispo en su residencia. Ahí describe que se enfrentó a la conducta no deseada por O’Brien, después de una prolongada noche de estar bebiendo.
El “Sacerdote C”, por su parte, reveló que aún era joven y el cardenal daba asesorías sobre problemas personales. Y que, tras las oraciones nocturnas correspondientes, aconteció el acoso.
Todos los religiosos implicados consideran que el cardenal abusó de su posición. De hecho el ex sacerdote dio al rotativo inglés una reveladora definición sobre lo que implica ser obispo:
“Es más que tu jefe, más que el CEO de tu compañía. Tiene un inmenso poder sobre ti. Puede moverte, bloquearte… controlar cada aspecto de su vida. No puedes simplemente darle una patada en los huevos”.
O’Brien no irá al cónclave papal. Arguyó que no desea la atención mediática se centre en su persona. Ayer no perdió oportunidad para hacer su mea culpa:
“Mirando hacia atrás en mis años de ministerio, por cualquier bien que he sido capaz de hacer, doy gracias a Dios. Por cualquier falta que cometí, pido disculpas a todos aquellos que ofendí”.