Discriminación mantiene en pobreza a afrodescendientes
Debido a la exclusión y discriminación los afrodescendientes tienen casi tres veces más posibilidades de vivir en la pobreza. Además, este sector de la población latinoamericana tiene menos acceso a la educación y al empleo
Mariana RecamierLos afrodescendientes en América Latina tienen 2.5 más probabilidades de vivir en pobreza crónica que los blancos o mestizos, según el informe Afrodescendientes en Latinoamérica: Hacia un marco de inclusión del Banco Mundial.
La pobreza extrema se define en este reporte como las personas que viven con menos de 3.2 dólares al día, a los valores de paridad del poder de compra (PPC) de 2011.
En Brasil, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Uruguay combinados, los afrodescendientes representan el 38 por ciento de la población total, pero constituyen alrededor de la mitad de las personas que viven en pobreza extrema.
El nivel de pobreza es más del doble en el caso de los afrodescendientes en Brasil, tres veces mayor en Uruguay y más de 10 puntos porcentuales superior en Colombia, Ecuador y Perú.
Jiménez Bandala agrega que este fenómeno se llama causación circular acumulativa, es decir, cuando una variable detona a otra y luego y retornan a la variable de origen pero potenciada.
“Las comunidades afrodescendientes que son afectadas por el racismo, la explotación y el sexismo tienen ambientes con bajo nivel educativo porque tienen baja inserción y pocas oportunidades para ingresar a la escuela. Además, esto genera que vivan en medios violentos y corruptos”, comenta el investigador en economía.
El profesor agrega que la falta de acceso a la educación detona otra vez en pobreza y más racismo.
“Se vuelve un bucle continuo de pobreza que estamos reproduciendo en América Latina”, señala Jiménez Bandala.
En Ecuador, por ejemplo, el 27 por ciento de los hogares afrodescendientes vivieron en pobreza crónica entre 2009 y 2012, un periodo de crecimiento generalizado, y el 26 por ciento entre 2013 y 2015, un periodo de desaceleración económica.
Además, los hogares afrodescendientes experimentaron transiciones menores fuera de la pobreza y mayores hacia la pobreza que los blancos y mestizos durante ambos periodos.
De acuerdo con el estudio del Banco Mundial, la persistencia de las brechas de pobreza entre afrodescendientes y no afrodescendientes pueden atribuirse parcialmente a la forma como se integran al mercado laboral, donde el nivel educativo y el rendimiento juegan un papel crucial.
En general, los afrodescendientes tienen niveles más altos de desempleo en todos los países.
Además, una de las brechas más importantes entre afrodescendientes y no afrodescendientes es la relativa al nivel de ingreso.
Los afrodescendientes tienden a obtener un 16 por ciento menos por el mismo tipo de empleo que las personas que no tienen raíces africanas, un 11 por ciento menos en Uruguay y un 6.5 por ciento menos en Perú
Como lo señala Jiménez Bandala, un 64 por ciento de afrodescendientes asisten a la educación primaria frente a un 80 por ciento de blancos o mestizos.
Al comparar hogares en condiciones socioeconómicas similares, los niños afrodescendientes tienen menores probabilidades de completar todos los niveles de educación formal, de acuerdo con el estudio del Banco Mundial.
En Uruguay, por ejemplo, son un 14 por ciento menos propensos a terminar la educación primaria y un 24 por ciento menos propensos a terminar secundaria.
Esto se debe a que los afrodescendientes generalmente tienen mayores tasas de deserción. En Colombia, por ejemplo, los niños afrodescendientes tienen una mayor probabilidad de encontrarse debajo del año escolar correspondiente a su edad o abandonar la escuela antes de tiempo.
A nivel terciario, las brechas son aún mayores y los afrodescendientes se encuentran subrepresentados en todos los países de la región.
En general, los afrodescendientes componen el 25 por ciento de la población de 25 años o más, pero constituyen sólo el 12 por ciento de la población de este rango de edad que posee un título de educación de pregrado, grado o licenciatura.
¿Cómo enfrentar el problema?
Jiménez Bandala opina que parte de este problema es que los gobiernos latinoamericanos no apoyan a las comunidades afrodescendientes.
“La política neoliberal que se ha ejecutado en las últimas tres décadas en América Latina ha sido parte importante de este problema porque el Estado se ha hecho a un lado y no ha asumido un papel en el que pueda realizar políticas de para la erradicación de la pobreza y de grupos vulnerables”, comenta el docente.
“En ciertos países, cuando el Estado garantiza empleos de calidad, dignos, en condiciones de igualdad, hemos notado que es posible romper con esta trampa de pobreza”, menciona el investigador.
Jiménez Bandala añade que todas las acciones que se tomen para erradicar la pobreza en los afrodescendientes deben considerar la opinión de las comunidades.
El profesor agrega que también se tienen que construir indicadores de exclusión porque existe muy poca información sobre la población con raíces africanas.
“Son tres cosas: información, indicadores y visibilidad. La solución es que volteen hacia estas comunidades y que sean ellas las que impulsen su propio desarrollo a partir de la palanca del Estado”, concluye Jiménez Bandala.
La visibilización y el apoyo de los gobiernos son necesarios para que las personas afrodescendientes en América Latina puedan salir del laberinto de pobreza.
¿Quiénes y cuántos son en AL?
El término afrodescendientes fue adoptado por primera vez por organizaciones regionales a principios de los 2000.
Este describe a personas unidas por una ascendencia común, pero que viven en condiciones bastante disímiles, abarcando desde comunidades pequeñas afroindígenas hasta enormes segmentos de la sociedad mayoritaria, como los pardos de Brasil.
Con base en los datos censales más recientes de 16 países, había alrededor de 133 millones de afrodescendientes en América Latina en 2015, cerca del 24 por ciento de la población total.
Su distribución, sin embargo, es altamente desigual a lo largo de la región. Más del 91 por ciento están concentrados en Brasil y Venezuela y un 7 por ciento adicional en Colombia, Cuba, Ecuador y México.