En 2016, los reflectores mundiales se detuvieron en Estados Unidos debido a que el magnate y ejecutivo Donald Trump estaba a nada de convertirse en el próximo presidente de esa nación. En aquel momento, Diego Fonseca se encontraba en Argentina, confiando en que la sociedad americana no hubiese cometido “el suicidio” de elegir al republicano por sobre Hillary Clinton, su única contrincante.
Sin embargo, sucedió todo lo que el editor y escritor temía: la mayoría de los estadounidenses decidieron que fuera Trump su próximo jefe de Estado, lo que finalmente lo llevó a descargar sus pensamientos a través de la escritura y un ensayo al que tituló “Los Estados Unidos de Donald Putin”.
Pero dicho escrito de 15 mil palabras no fue suficiente para Fonseca, por lo que tomó su experiencia personal con Carlos Menem, el expresidente argentino señalado de neopopulista, y los últimas figuras que le han dado seguimiento al movimiento populista en la política contemporánea, para así obtener su nuevo libro, Amado Líder (HarperCollins, 2021).
Entre las figuras políticas que se reflejan en esta publicación están, además de Donald Trump en Estados Unidos, Daniel Ortega en Nicaragua, Nicolás Maduro y Hugo Chávez en Venezuela, Jair Bolsonaro en Brasil, y hasta Andrés Manuel López Obrador en México, entre otras.
“Considero que es un libro perseguido con cierta desesperanza al ver que (en todos estos países) se pudieron haber hecho mejores cosas y no ha habido resultados”, dice el escritor en entrevista.
Bajo esa reflexión, aunque se esperaría que con la mayoría de los antecedentes negativos que han dejado las figuras populistas, principalmente en la región, la gente los reconociera y dejara de darles su apoyo, el también periodista comenta que eso es poco probable que suceda, pues esto funciona como el enamoramiento, donde “todos seguimos yendo a donde no deberíamos ir”.
“Todos necesitamos creer en algo y todo amado líder ofrece una utopía, la idea de poder frenar algo grande, y en ese sentido es muy fuerte para cualquier sociedad el hecho de creer que perteneces a una nación que debió ser mucho mayor de lo que ya es (…) Entonces, ahí es donde el amado líder hace creer que tenemos un destino mucho mejor y que se puede convertir en la tierra prometida”, detalla.
A través de su libro, Diego Fonseca describe que los populistas tienen un punto en común, en el cual encuentran espacio allí donde los ciudadanos sienten que sus políticos previos les han fallado en asuntos tales como la economía, la reducción de la corrupción, la inmigración, entre otros rubros.
Además, añade que es en la desigualdad donde este fenómeno social se construye, ganando fuerza a través de las personas que se sienten excluidas y que esperan una oportunidad de alguien que dice ser como ellas.
Ante ese escenario, concuerda en que, mientras siga habiendo la suficiente población que continúe buscando figuras con más promesas que resultados, el populismo y sus representantes no se acabarán.
“El populismo no se acabará. Las ideas no se matan, mutarán, transmigrarán, o serán reducidas a expresiones mínimas, pero no se acaban (…) Es muy difícil para la sociedad abandonar la idea de que las cosas pueden mejorar a través de alguien que hace promesas que antes no se cumplieron”, dice.
Entre las figuras que Fonseca considera que han ido del lado contrario al populismo, pero a su vez impulsando a sus ciudadanos, son, por ejemplo, la excanciller alemana Angela Merkel, y la primera ministra neozelandesa, Jacinda Ardern.
Para él, este tipo de figuras dejaron de tener la intención de ser representantes de la voz popular, como sucede en otros Estados, y se convirtieron en profesionales de su propia carrera, donde naturalmente llegaron a ser una élite.
En espera de mayor participación social
Para llegar a situaciones políticas y sociales como en Alemania o Nueva Zelanda, donde sus representantes han dejado de lado la voz popular para intentar hacer crecer a su nación, el resto de la población mundial requiere de dos factores esenciales: la información y la participación.
Y aunque estos puntos no garantizan en su totalidad que en un país no se dé un gobierno populista, como sucedió en la Alemania de los años 30 con la aparición de Adolf Hitler, Diego Fonseca apunta que si la sociedad no participa en la política ni es constante, alguien va a llegar a querer llenar ese vacío con la promesa de un cambio.
“A pesar de que no es una válvula de seguridad completa para que no vaya a surgir un líder populista, sí es necesario que la gente adquiera cultura política, porque sirve como dique de contención, así como el diálogo social, el cual facilita que uno pueda conocer al otro.
“Para mí es crucial esa idea de vecindad y de comunidad entre personas, la posibilidad de diálogo que transforma uno y el otro. Tomemos en cuenta que todo líder populista rompe la construcción del diálogo, genera tensión, fragmentación y polarización, y no hay diálogo sino conflicto”, asegura.
En ese sentido, para evitar conflictos, el escritor destaca la importancia de saber que las personas no son individuos aislados, sino que pueden existir con el otro para modificar su entorno, tratando de evitar de ese modo un escenario poco alentador.