Un migrante de origen eritreo, que había logrado conseguir la nacionalidad suiza desde 2006, cometió un atroz crimen en Fráncfort, Alemania, que conmocionó al país pero que también avivó las manifestaciones xenófobas en contra de los refugiados.
El migrante, identificado sólo como “A”, llegó a la concurrida estación del tren de Fráncfort y esperó a que el tren se acercase para, sin mediar palabra, empujar a las vías a una madre que sostenía a su pequeño hijo de la mano.
El menor murió y la mujer se debate entre la vida y la muerte.
El sujeto fue aprehendido por un grupo de pasajeros que, enardecidos, arremetieron contra él antes de entregarlo a las autoridades.
El ministro del Interior, Horst Seehofer, interrumpió sus vacaciones y catalogó el hecho como un asesinato a sangre fía.
El criminal, quien obtuvo la nacionalidad suiza como “un ejemplo de integración” ya se encuentra en una prisión y autoridades han confirmado que era buscado pues su esposa lo denunció después de que la encerrara en su casa y amenazara con un cuchillo a varios de sus vecinos.
Aunque el migrante no realizó expresión alguna que adujera un crimen de odio, en Alemania, país que desde 2015 ha acogido a más de un millón de refugiados, el hecho ha servido para exacerbar la xenofobia y centrar las sospechas en cualquier extranjero.
El lunes pasado Alternativa por Alemania no dudó en usar la tragedia, exigiendo un freno a la entrada de migrantes; además varios medios de comunicación centraron su atención en el origen del sujeto más que en sus posibles trastornos mentales.
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