Calles sin tráfico vehicular, fábricas y negocios parados, autopistas sin autobuses y hasta menos aviones en el cielo, es la normalidad por el confinamiento que se vive en el mundo para detener los contagios de Covid-19. Las medidas de distanciamiento social y el cierre de fronteras que pusieron en pausa el comercio y el turismo internacional han dado un respiro al planeta, dado que se han logrado reducir los niveles de contaminación.
Esta realidad con menos polución es una oportunidad para que los gobiernos intensifiquen sus esfuerzos para reducir sus emisiones de carbono y de gas invernadero para aminorar el impacto del cambio climático, y una opción pueden ser los llamados impuestos verdes.
Estos gravámenes, que suelen ser vistos como un gasto extra en las carteras de los ciudadanos, son un aliado de los gobiernos para enfrentar la contaminación ambiental. En el mundo se aplican diversos impuestos para reducir las emisiones de carbono, con el objetivo a de aminorar los costos del cambio climático y mitigar su impacto social y económico.
En este sentido, Edilberto Castro, experto fiscal, explica que este tipo de impuestos dan oportunidad a las diferentes administraciones gubernamentales de reintegrar los recursos que captan al mismo sector. En este caso, pueden orientarse a programas de reforestación, infraestructura eléctrica sustentable o plantas potabilizadoras de agua.
“Los impuestos verdes deben aplicarse a empresas y ciudadanos. Se trata de que se destinen a una causa dentro del mismo sector y es importante verlos como una retribución y no como una multa o una sanción”, opina el fiscalista.
Aunque estos gravámenes no son nuevos, no todos los países los consideran dentro de los pagos para la recaudación fiscal, aunque son una opción para los que buscan elevar su base de contribuyentes, de acuerdo con Castillo.
La funcionalidad de estos impuestos es probada por algunos países. De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), Serbia está en la cúspide con un mayor recaudación por impuestos verdes como porcentaje de su Producto Interno Bruto (PIB), que es de 4.5 por ciento.
Serbia recaudó 1.7 mil millones de euros entre compañías de sectores como como minería, gas, generación y distribución de energía y la fabricación de madera, textiles, carne y plásticos, durante 2019.
A finales de ese año, el gobierno presentó un reglamento en donde establece los criterios para determinar las actividades que afectan el medio ambiente. De acuerdo con su grado de impacto negativo es el monto del impuesto que las empresas retribuyen. Además, cada hogar paga un impuesto por uso de energía eléctrica, calefacción y desechos, como neumáticos y baterías. Quienes poseen un inmueble pero no viven en él, tributan la mitad de estos gravámenes.
Estos impuestos están en línea con la apuesta de la Unión Europea por los también llamados ecotax, cuya estructura impulsa desde hace casi una década, la cual ha sido adoptada por los diferentes países en el bloque de forma paulatina.
Impuestos diferentes para reducir impacto de la contaminación
Para la OCDE, los impuestos ecológicos ayudan a los gobiernos a reducir el impacto de la contaminación, por ello, recomienda a los países cambiar la carga fiscal a favor de la tributación relacionada con el medio ambiente.
En el documento ‘El desafío del crecimiento verde: cambiar la carga fiscal a favor de la tributación relacionada con el medio ambiente’, el organismo indica que la fiscalización ambiental puede impulsar una reforma orientada al crecimiento, al desviar la carga fiscal de impuestos más distorsivos, por ejemplo, a los ingresos corporativos o personales.
Por otra parte, el Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), en el estudio ‘Impuestos ambientales: Explicación, ejemplos y utilidad’, detalla que la finalidad de estos gravámenes no es recaudatoria, sino que sirven para corregir externalidades negativas que no considera el mercado. Por lo tanto, para que tengan un beneficio directo, estos impuestos deben estar etiquetados, es decir, tener un uso particular.
El CIEP destaca la labor de Australia y Alemania, con un alto número de gravámenes ambientales, como el pago por ruido por el aterrizaje de aviones, consumo de electricidad y cobros a nivel federal por tenencia o importación de autos.
Estos impuestos tienen como fin mejorar el ambiente, reducir la contaminación y no necesariamente recaudar. Por ejemplo, Australia destina los ingresos que obtiene por el impuesto al ruido de los aviones para mitigar este sonido en las zonas donde se ubican los aeropuertos. Alemania, que cobra por el uso de transporte pesado, destina el dinero a financiar la infraestructura en el transporte.
En este sentido, Edilberto Castro considera que los países que apostaran por extender su universo fiscal a estos impuestos podrían utilizar los recursos para atender la crisis sanitaria que enfrenta el mundo a causa del Covid-19.
“Esta pandemia ha dejado claro que los sistemas de salud son muy vulnerables y sería prudente que una parte de los impuestos pudiera reintegrarse para fortalecer la infraestructura de los sistemas de salud”, opina el fiscalista.