El presidente de Francia, Emmanuel Macron, declaró que los términos actuales del tratado son inaceptables para su país. Foto: Especial

Cierran las negociaciones entre la Unión Europea y el Mercosur

Pese a la resistencia de Francia y otros países agrícolas el acuerdo comercial entre los dos bloques  que representan el 25 por ciento del PIB mundial avanza

Tras más de dos décadas de negociaciones y múltiples desavenencias en el último año, el acuerdo comercial entre la Unión Europea y Mercosur está prácticamente finalizado, con lo que se abren las puertas al comercio trasatlántico para más de 700 millones de posibles consumidores.

Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, viajó a Uruguay para finalizar las negociaciones con el bloque sudamericano compuesto por Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia.

“La línea de meta está a la vista, trabajemos y crucemos la meta”, declaró la representante europea.

Pese a que en el lado americano de la ecuación los países del Mercosur esperan formalizar el acuerdo lo más pronto posible, del otro lado del Atlántico la opinión está dividida. Mientras que Portugal, Italia, España y Alemania esperan que la eliminación de aranceles beneficie a sus industrias químicas, automotrices y de maquinaria industrial, la oposición de la industria agrícola ha hecho de Francia el principal detractor del tratado.

El presidente francés, Emmanuel Macron, declaró que los actuales términos del acuerdo comercial son “inaceptables” para su país. En Francia, la industria alimentaria emplea a 459 mil personas y el campo ofrece empleo para otras 760 mil, con 98 por ciento del sector compuesto por pequeñas o medianas empresas, los agricultores franceses y del resto de Europa tendrían que competir con la agroindustria sudamericana, una de las más robustas del mundo, poniendo en riesgo los 207 mil millones de dólares anuales que genera el sector.

Pese a la oposición del sector agrícola, Von der Leyen tiene la prerrogativa de firmar un acuerdo provisional que implique a los 27 países miembros de la unión; sin embargo, de no conseguir el consentimiento de uno o más Estados, las dos décadas de negociación se vendrían abajo en un momento en el que el bloque enfrenta fricciones internas.

Si bien la apertura comercial a la agroindustria sudamericana representa una competencia nunca antes vista para el sector europeo,  golpeado por el aumento en el costo de los insumos y la energía, para el bloque significa la oportunidad de acceder a un mercado en crecimiento y asegurar minerales estratégicos para la transición energética que busca el continente en los próximos años.

El acuerdo entre los dos bloques significa la desaparición de cuatro mil 800 millones de dólares al año en aranceles y facilita la integración de más 32 países que en su conjunto representan el 25 por ciento del PIB mundial.

Para facilitar la ratificación del tratado, la presidenta de la Comisión podría optar por dividir el tratado en un acuerdo de cooperación y un tratado comercial, con lo que evitaría el veto francés, pues de acuerdo a la reglamentación europea este tipo de acuerdos no requieren aprobación unánime sino tan solo de una mayoría de 15 países que en su conjunto reúnan al 65 por ciento de la población de la Unión Europea.

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