Niñas violadas por grupos de soldados y luego quemadas vivas, niños castrados, ejércitos de niños soldados: la letanía de atrocidades en la guerra civil de Sudán del Sur sigue creciendo y la comunidad internacional no presta atención.
Mientras el país más joven del mundo celebra hoy su cuarto año de independencia de Sudán, Sudán del Sur se encuentra en la nada envidiable posición de estar “más abajo en términos de desarrollo humano que cualquier otro lugar del mundo”, de acuerdo con un reporte de la ONU que documentó los estragos de la guerra.
La guerra comenzó en 2013 cuando el presidente Salva Kiir acusó a su antiguo vicepresidente Riek Machar de planear un golpe de estado. Desde entonces, un ciclo interminable de violencia se ha apoderado del empobrecido país, ahora divido étnicamente. Decenas de miles de civiles han muerto.
Sanciones económicas por parte de Estados Unidos y la Unión Europea no han surtido efecto. Y mientras el caos continúa, países vecinos se han unido al conflicto. Uganda apoya a Kiir, y Sudán arma a los rebeldes de Machar.
Una solución no se ve en el horizonte. Mientras tanto, el terror continuará en Sudán del Sur.