A 11 años del asesinato de Ana Politkovskaya, la periodista rusa que desafió a Vladimir Putin
Politkovskaya fue una férrea crítica de la manera en que los gobiernos de Rusia y Chechenia abordaron el conflicto armado en la región
Indigo Staff“La gente a veces paga con su vida por decir bien claramente lo que piensa. De hecho, una persona puede incluso ser asesinada por proporcionarme información”, advirtió en 2005 la periodista rusa Ana Politkovskaya; el siguiente año fue ejecutada en el elevador del edificio donde vivía en Moscú.
Politkovskaya fue asesinada a tiros el 7 de octubre de 2006, el mismo día del cumpleaños del presidente ruso Vladimir Putin y dos días después del onomástico del jefe de la República de Chechenia, Ramzán Ajmátovich Kadýrov, los líderes políticos que más criticó durante su carrera.
Aquella tarde de octubre, la periodista cumplió su cita con la muerte, sin embargo, no era la primera vez que Politkovskaya y ella se veían directamente a los ojos, pues al cubrir por tantos años la segunda guerra de Chechenia, estuvo a punto de morir en varias ocasiones.
Pero las veces que la periodista estuvo más cerca de morir no fueron en un campo de batalla. Politkovskaya fue envenenada en 2004 mientras viajaba en avión y tres años antes estuvo a punto de ser ejecutada por militares rusos durante una fría noche.
Politkovskaya fue detenida en 2001 por soldados rusos luego de haber entrevistado a varias familias vejadas en Chechenia, pero al salir de pueblo fue detenida, interrogada golpeada y humillada por las tropas rusas, las cuales le hicieron vivir un simulacro de ejecución.
Politkovskaya viajaba en avión en septiembre de 2004 a Osetia del Norte, Rusia, para intentar negociar con terroristas chechenos e ingusetios, quienes habían tomado más de mil rehenes en el Colegio de Beslán, durante el vuelo la periodista tomó un té que casi le cuesta la vida.
La mujer nacida en Estados Unidos, pero de padres rusos, comenzó a sentirse mal durante el vuelo, por lo que tuvo que ser trasladada de urgencia a un hospital, donde se determinó que Politkovskaya había sido envenenada a través del té que bebió en el vuelo.
En otras ocasiones, Politkovskaya exponía ella misma su vida, a veces para obtener la mejor y más cercana historia sobre la guerra de Chechenia y otras ocasiones porque su lado humano le impedía no intervenir directamente en la tragedia, por lo que ayudaba a quien lo necesitaba.
“El exilio no es para mí. De ese modo, ellos ganarían”, declaró Politkovskaya al recibir un premio del PEN club a principios de 2005, pese a las múltiples amenazas de muerte dirigidas hacia ella, sus colegas, amigos y su propia familia.
La reportera de guerra publicó en 2004 el libro ‘La Rusia de Putin: la vida en una democracia fallida’, en el que criticó la política del presidente ruso en el conflicto Checheno, al tiempo que acusó a los miembros del servicio secreto ruso de reprimir todas las libertadas al estilo de la dictadura soviética.
De 1991 a la fecha, más de 300 periodistas han sido asesinados en Rusia, país que junto con México conforman parte del grupo de países más riesgosos para llevar a cabo la profesión. Sin embargo, el asesinato de Politkovskaya fue un golpe duro para el mundo entero, pues sus trabajos tenían gran repercusión no sólo en Rusia, sino en occidente mismo.
Once años después, el asesinato de Politkovskaya sigue sin esclarecido del todo, aunque las autoridades han detenido a varios cómplices y al presunto autor material del homicidio, hasta el momento sigue siendo un misterio quien dio la orden que terminó con la vida de la comunicadora.
Meses después del asesinato de Politkovskaya, el crimen fue investigado por Alexander Litvinenko, un ex espía ruso que vivía en Londres con su familia. Sin embargo, en noviembre de 2006, el hombre murió por envenenamiento y antes de partir culpó a Putin como el hombre detrás de todo.
Pero esa no fue la única muerte sospechosa alrededor del asesinato de Politkovskaya, pues apenas en junio de este año, Lom-Ali Gaitukayev, el hombre acusado de organizar el asesinato de la periodista murió en prisión, supuestamente por una enfermedad crónica.