Las actuales elecciones presidenciales de Estados Unidos se alejan de cualquier convención que ha caracterizado a las últimas carreras por la Casa Blanca.
El desprecio del electorado por la clase política tradicional, el sentimiento anti globalización y el uso de la bandera proteccionista para ganar adeptos son los puntos que marcan la pauta en la narrativa electoral estadounidense.
El surgimiento de candidatos antisistema, notablemente el caso de Donald Trump y Bernie Sanders, han empujado al debate económico hacia la izquierda del espectro político. Incluso Hillary Clinton, la precandidata demócrata a la presidencia, comúnmente referida como una política ubicada al centro del espectro, ha recurrido a críticas directas a los tratados de libre comercio de Estados Unidos.
John Normand, director de investigación de tipo de cambio, materias primas y tasas internacionales de JPMoorgan Chase, considera que los inversionistas deberán de favorecer al yen japonés y al euro sobre el dólar en caso de que emerjan disputas comerciales después de la elección.
Steven Barrow, analista de Standard Bank, dijo al portal Bloomberg que el dólar podría perder el 20 por ciento de su valor en cuestión de meses si Donald Trump gana la elección presidencial.
Un riesgo para México
Para México, las implicaciones inmediatas de un debilitamiento del dólar sería el encarecimiento de las exportaciones mexicanas.
Pese a que en el 2016, el crecimiento económico de México ha sido impulsado en gran medida por el mercado interno, el país aún es altamente dependiente del estado de salud de la economía estadounidense.
El 33 por ciento del producto interno bruto de México depende del sector externo y 4 de cada 5 dólares que entran al país por concepto de exportaciones provienen de Estados Unidos.
La industrialización de gran parte del país y el alto crecimiento de regiones como el norte de México y el Bajío se explican por el enfoque exportador que surgió a partir de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1994.
Ahora que el discurso de los candidatos a la presidencia de Estados Unidos pone el dedo en el renglón respecto a la política de libre comercio, cualquier beneficio de un fortalecimiento del peso frente al dólar sería borrado por el deterioro del desempeño económico de Estados Unidos y su efecto sobre las exportaciones mexicanas.
Por otra parte, en el peor de los casos, la posibilidad de un incremento generalizado en los aranceles que Estados Unidos aplica a los productos que importa sería fatal para la economía mexicana. En relación al discurso de política comercial de los candidatos a ocupar la Casa Blanca, Alan Ruskin, director de investigación de tipo de cambio de Deutsche Bank, aseguró a Bloomberg que “cualquier cosa que sea disruptiva para el comercio, o parezca como disruptiva para el comercio representará una nueva fuente de incertidumbre”.
Simon Johnson, ex economista en jefe del Fondo Monetario Internacional, aseguró en una columna publicada en el portal Reuters que conforme la probabilidad de que Trump llegue a la presidencia, los agentes económicos deberían de esperar un aumento en las tasas de interés de largo plazo y una creciente presión sobre la inversión y el consumo privado.
“Trump podría desencadenar una recesión, incluso si no es elegido presidente”, aseguró Johnson.
Elecciones disruptivas
En medio de una nueva normalidad de bajo crecimiento global, la economía estadounidense aparece como el único motor relevante para impulsar la reactivación económica del mundo.
Sin embargo, la recuperación de Estados Unidos avanza gradualmente mientras que Europa y Japón ofrecen pocas señales de que saldrán del estancamiento en el corto plazo. Además, la inestabilidad de la economía de China y la vulnerabilidad emergente complementan un escenario de fragilidad.
Asimismo, más de un economista comienza a preguntarse si el ciclo económico alcista que inició en el 2009 ha envejecido y está por llegar a su fin.
En lo que parece ser una tragedia económica de escala global, un peligro adicional se cierne sobre Estados Unidos, el único pilar presumiblemente sólido de la economía global: el riesgo político.
Deutsche Bank, JP Morgan Chase y Standard Bank Group consideran que el dólar es vulnerable a la turbulencia política que se generará en las campañas electorales de la disputa por la presidencia de Estados Unidos.
Para estos bancos, en los que la correduría de divisas representa una parte significativa para su negocio, el argumento no es una mera especulación teórica. El ejemplo patente de los efectos de la incertidumbre y el riesgo político se han puesto de manifiesto en Reino Unido, país que celebrará un referéndum el 23 de junio para determinar si continuará vigente su permanencia en la Unión Europea.
El halo de volatilidad que rodea al ‘Brexit’ se ha reflejado en una caída de la libra esterlina. La divisa británica alcanzó recientemente su menor nivel frente al dólar de los últimos siete años.