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El 2016 ha tenido un arranque terrible y confuso para el ámbito económico y financiero a nivel global.
Los precios del petróleo y otras materias primas siguen enfrentando presiones negativas, China y otros grandes mercados emergentes siguen desacelerándose, y la divergencia de política monetaria entre bancos centrales como la Reserva Federal (Fed) y el Banco Central Europeo (BCE) está causando estragos para el sector bancario.
En medio de estas preocupaciones acerca del crecimiento económico global y de volátiles jornadas negativas en los mercados financieros del mundo, las autoridades de diversos países están reaccionando con cambios de rumbo e intervenciones no-convencionales, incluyendo herramientas sin precedentes como las tasas de interés negativas.
México no es la excepción en esta tendencia. El día de ayer, en una decisión sorpresiva, se anunciaron un recorte de 132.3 mil millones de pesos al gasto público para este año, un alza de 50 puntos base en la tasa de interés de referencia, y la suspensión del mecanismo automático de subastas diarias de dólares.
La Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) indicó que más de tres cuartas partes de la reducción en el gasto fiscal corresponderán a Pemex.
La empresa productiva del Estado se encuentra presionada tras tres años consecutivos de registrar pérdidas, y tendrá que pagar 11.7 mil millones de dólares durante este año por vencimientos de deuda de corto plazo.
Al mismo tiempo, la extraordinaria alza de tasas por parte del Banco de México (Banxico) incrementó el diferencial entre los activos financieros mexicanos contra los de Estados Unidos, volviéndolos más atractivos.
Como consecuencia, el valor del peso vio su mayor salto en más de cuatro años; el tipo de cambio del dólar cayó casi 3 por ciento durante la jornada de ayer.
La defensa del peso y estabilización de las finanzas públicas representa una estrategia de alto perfil de parte del gobierno mexicano para continuar diferenciando al país de otras economías emergentes emproblemadas como Brasil y Rusia.
Apretón fiscal
México ha consolidado su posición a la defensiva frente a la creciente incertidumbre en la economía global. El día de ayer, en una conferencia de prensa conjunta en el Palacio Nacional, Luis Videgaray, titular de la SHCP, y Agustín Carstens, gobernador de Banxico, anunciaron medidas restrictivas de política fiscal y monetaria.
En las últimas semanas, ambos funcionarios hicieron públicas sus preocupaciones respecto a las perspectivas de la economía mexicana e insistieron en la necesidad de coordinar sus instrumentos de política pública. Esto se volvió patente en el paquete conjunto de medidas anunciado ayer.
El recorte al gasto público de 132.3 mil millones de pesos representa la parte central de este paquete. El ajuste fiscal era ampliamente esperado dada la presión que ha recaído en las finanzas públicas debido a los menores ingresos petroleros, los cuales registaron un declive interanual de 48 por ciento en 2015.
Esto se encuentra en línea con el objetivo oficial de reducir el déficit fiscal gradualmente hasta llevarlo a cero en 2017. En ese sentido, Videgaray declaró la semana pasada que el gobierno implementaría necesariamente un programa de austeridad.
El recorte, equivalente a 0.7 por ciento del producto interno bruto, será repartido entre Pemex y el Gobierno. La empresa productiva del Estado propondrá a su consejo de administración una reducción de gastos de 100 mil millones de pesos.
Los 32.3 mil millones de pesos restantes del recorte los hará efectivos el Gobierno Federal, eximiendo las áreas de seguridad y desarrollo social y concentrando el 60 por ciento del ajuste en gasto corriente. Aunque el gasto de inversión bajará 13 mil millones de dólares este año, Videgaray consideró que el impacto sobre la economía sería limitado.
Alza defiende peso
Tras una reunión extraordinaria de su junta de gobierno, Banxico anunció un aumento de 50 puntos base en la tasa de interés de referencia, situándola en un nivel de 3.75 por ciento.
Hasta ahora el discurso del banco central había sido consistente en el sentido de que se mantiene atento frente a la postura relativa de política monetaria entre Estados Unidos y México.
Pero considerando que el mercado de futuros asigna una probabilidad de 70 por ciento a que no se realice un incremento de tasas por parte de la Fed hasta el 2017, el movimiento mexicano de ayer fue sorpresivo.
Carstens dejó en claro que esta decisión “no es el inicio de un ciclo de alzas” en las tasas de interés mexicanas. El funcionario indicó que, contrario a lo que podría esperarse, no se han visto salidas de capital sustanciales.
En cambio, hizo énfasis en que los cambios de política monetaria son una suerte de protesta ante un tipo de cambio que no es congruente con el sólido marco macroeconómico del país.
Por otra parte, la Comisión de Cambios, integrada por miembros de la SHCP y de Banxico, puso fin a las subastas diarias de 400 millones de dólares. Desde su introducción en diciembre las subastas habían consumido 28 mil millones de dólares de las reservas internacionales de México.
El valor del peso llegó a ganar 4.86 por ciento frente al dólar en la jornada de ayer, su mayor alza desde el 2011, antes de cerrar la jornada con una ganancia de 2.78 por ciento.
Carstens dejó abierta la posibilidad de nuevas intervenciones directas en el mercado en “situaciones excepcionales”.
La carga de Pemex
Pemex se enfrenta a su peor crisis en la historia. La empresa productiva del Estado acumuló en el 2015 una utilidad negativa de 20.7 mil millones de dólares al tercer trimestre del año. En los últimos doce trimestres, la firma ha registrado pérdidas.
La caída del precio del petróleo no es la única causa de la debacle de la petrolera. La producción de crudo de la firma ha decrecido constantemente en los últimos once años. Esto contrasta con el estancamiento de los costos y la productividad: el ingreso por trabajador de Pemex es de 792 mil dólares, muy inferior al líder de la industria Exxon, que registra un ingreso por trabajador de 4.8 millones de dólares.
El campo de acción de la firma está limitado por una carga de deuda que alcanza los 190 mil millones de dólares, de los cuales 90 mil millones de dólares corresponden a la reserva de beneficios que se le adeuda a los empleados.
Por si fuera poco, entre 2009 y 2014, el gobierno asignó una tasa impositiva promedio de 129 por ciento a las utilidades de Pemex.
Este espiral negativo motivó una intervención gubernamental. El presidente Enrique Peña Nieto hizo cambios en la dirección general de Pemex: Emilio Lozoya fue sustituido por José Antonio González Anaya, exdirector del Instituto Mexicano del Seguro Social.
Además, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) dijo que si Pemex se comprometía a mejorar su balance y a una reestructuración, el gobierno podría intervenir para inyectar capital a la firma.
Ayer Luis Videgaray, titular de la SHCP, puso fin a esta incertidumbre al anunciar que la siguiente semana se presentaría al consejo de administración de Pemex la opción de recortar el gasto de la firma en 100 mil millones de dólares.
La medida coincide con el legado de González Anaya en la administración pública, el cual estuvo marcado por un saneamiento significativo de las finanzas del IMSS.
Por otro lado, Videgaray agregó que se está estudiando la opción de asignar parte del remanente de Banco de México a la operación de Pemex.
La empresa productiva del Estado depende de la intervención gubernamental. La calificadora crediticia Standard & Poor’s asigna dos calificaciones a la deuda de Pemex: una en la que se considera el respaldo del gobierno y una en la que la petrolera opera independientemente. En la primera, la deuda de Pemex cuenta con un grado de inversión, mientras que en la segunda es calificada como ‘basura’.
Medidas desesperadas
Aunque fueron sorpresivas, las nuevas medidas de política económica de México se mantienen relativamente convencionales, en línea con la ortodoxia sobre la cual ha sido construida la estabilidad macroeconómica del país.
Esto contrasta con las medidas que han tenido que implementar otros mercados emergentes como Brasil, donde la situación se ve cada vez más desesperada.
La tasa de interés de referencia del Banco Central de Brasil es de 14.25 por ciento, destinada a combatir la inflación anualizada de 10.71 por ciento registrada en enero y la depreciación de más de 40 por ciento que el real ha sufrido frente al dólar en el último año.
En algunos países desarrollados la historia es aún más radical, con medidas sin precedentes siendo utilizadas para enfrentarse a los actuales retos económicos.
Uno de los ejemplos más visibles de esto son las tasas de interés negativas utilizadas en la eurozona, Japón, Suecia, Dinamarca y Suiza. Estas tasas, que antes existían sólo como ejercicios teóricos, han presionado los márgenes de ganancia de los bancos afectados, y despiertan temores de distorsiones que podrían desestabilizar aún más a los mercados financieros.
Cautela en la Fed
El alza sorpresiva en la tasa de Banxico contrasta con la política de la Fed, cuyos planes de normalización monetaria se han visto severamente cuestionados en medio del entorno volátil en los mercados financieros.
Las minutas de la más reciente reunión de la Fed muestran que sus autoridades están preocupadas por los riesgos que representan para la economía de su país las persistentes caídas en los precios de materias primas como el petróleo, así como la turbulencia en los mercados financieros.
“Las implicaciones de estos desarrollos para el pronóstico de actividad económica doméstica no son claras, pero (…) la incertidumbre se ha incrementado”, según indican las minutas de la reunión del 26 y 27 de enero de este año.
Con un crecimiento económico que podría tambalearse y una tasa de inflación que aún dista por mucho del objetivo oficial de 2 por ciento, Stanley Fischer, vicepresidente de la Fed, y los presidentes de los bancos regionales de Boston, Filadelfia, y Minneapolis han enfatizado públicamente la necesidad de actuar con prudencia y poner en pausa las alzas en su tasa de interés de referencia hasta que los indicadores reflejen un panorama más optimista.