Detrás de Donald Trump y de una presidencia que ha intentado, al menos en el discurso, establecer las bases institucionales del nacionalismo económico siempre ha estado Steve Bannon.
Se trata del personaje que se refiere a sí mismo como el artífice de una “revuelta populista” a favor de la clase trabajadora de Estados Unidos. Bannon, el personaje que ha hecho de “la guerra contra el establishment” su propia ventaja comparativa en los medios, es la figura más visible de lo que hoy se conoce como el nacionalismo económico.
El exestratega en jefe de la Casa Blanca ha intentado construir un movimiento en torno a una agenda económica que privilegia una postura de proteccionismo agresivo, férreo control migratorio, un mayor gasto en infraestructura y en defensa nacional, un programa de desregulación, una posición de antagonismo con China y un recorte a la tasa del impuesto corporativo.
Podría argumentarse que estos temas son en gran medida responsables de que personajes como Paul Krugman, Premio Nobel de Economía 2008, auguraran un desenlace fatalista para la economía global a partir de la victoria electoral de Donald Trump. Particularmente, el componente proteccionista del nacionalismo económico suponía un riesgo relevante para la recuperación económica mundial posterior a la crisis de 2008. Esto quedó de relieve en el hecho de que el peso mexicano se depreció casi 19 por ciento en los dos meses subsecuentes al día de la elección estadounidense.
Sin embargo, el divorcio público entre el presidente Trump y Steve Bannon podría significar el exilio de la Casa Blanca de este conjunto de políticas económicas.
Después de que Bannon dejó su puesto en la administración a mediados del año pasado, expresó públicamente que “la presidencia de Trump por la que peleamos y que ganamos, se ha terminado”.
Si bien, el gobierno de Donald Trump ha generado disrupción a partir de la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), de la salida de Estados Unidos del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) y de los cuestionamientos al sistema multilateral de Bretton Woods, la economía se ha mostrado resiliente frente a los nuevos lineamientos de “América Primero”.
Tras la salida de Bannon, el control de la política económica quedó en manos de personajes más afines a la ortodoxia económica del Partido Republicano: Gary Cohn, director del Consejo Económico Nacional, y Steven Mnuchin, secretario del Tesoro. Ambos fueron altos directivos del banco Goldman Sachs.
Prueba de que el centro de gravedad de la política económica transitó hacia la derecha es que la única pieza sustantiva de la administración de Trump que ha sido aprobada por el Congreso es la reforma fiscal. El corte regresivo de la propuesta tributaria, abocada al recorte de impuestos corporativos y a la disminución sustantiva del gravamen para el percentil socioeconómico más rico del país, es considerado el anticlímax de la esencia del nacionalismo económico propuesto por Bannon.
Una política económica inconsistente
La política económica del gobierno de Donald Trump no ha sido consistente. No refleja a cabalidad la idea del nacionalismo económico con el que se identifica la base electoral del presidente, la clase blanca trabajadora. Pero, tampoco refleja la ortodoxia liberal del establishment del Partido Republicano.
En ese sentido, el 2018 emerge como un año de prueba y de definición para la administración de Donald Trump. El Congreso discutirá el programa de infraestructura, el representante Comercial de Estados Unidos deberá determinar cómo proceder en los mecanismos de controversia que se interpusieron contra China y Canadá, además de que deberá definirse el futuro del TLCAN.
Pese a que Steve Bannon insiste en los medios en que “el movimiento populista, económico nacionalista” llegó para quedarse, aún es incierto si el presidente Trump se apegará a la agenda del exestratega en jefe de la Casa Blanca.
El conflicto con el presidente
Steve Bannon se ha convertido en un paria para el círculo cercano del presidente Trump. De acuerdo al libro de Michael Wolff, “Fuego y furia”, Bannon dijo que la reunión que sostuvieron Jared Kushner (yerno y asesor del presidente) y Donald Trump Jr. con una abogada rusa fue “un acto de traición”.
La familia Mercer, uno de los donantes más prominentes del Partido Republicano y los mecenas de larga data del proyecto nacionalista de Steve Bannon, le retiraron su apoyo al exasesor en jefe de la Casa Blanca a raíz de su conflicto con el presidente, luego que fue una figura clave.
No obstante, Bannon argumenta que su proyecto de nacionalismo económico y conservadurismo social está tan arraigado en las condiciones socioeconómicas y demográficas de Estados Unidos que su agenda estará en el poder durante las siguientes cinco décadas.